El padre Jean-Raphaël Dubrule, Superior de la Sociedad de los Misioneros de la Divina Misericordia, ha dado la voz de alarma.
Aunque las ordenaciones sacerdotales se retomaron hace algunos meses en la diócesis francesa de Frejús-Toulón, todavía quedan algunos seminaristas que están vetados por Roma. ¿Su pecado? Querer celebrar la Misa Vetus Ordo.
Jean-Raphaël Dubrule ha informado a través de un comunicado que uno de los cinco seminaristas de los Misioneros de la Divina Misericordia lleva más de dos años esperando la ordenación diaconal y luego sacerdotal, y los otros cuatro desde hace un año.
Este bloqueo asegura que no tiene ya nada que ver la situación de la diócesis de Fréjus-Toulon, donde se han reanudado las ordenaciones. El problema sería, según el Superior de esta congregación, la celebración del antiguo rito, previsto por los estatutos de la comunidad.
«Después de numerosas conversaciones con las autoridades romanas competentes, encabezadas por Mons. Touvet, a quien agradezco calurosamente su gran apoyo a nuestra comunidad, parece que la situación está bloqueada no sólo para el rito de ordenación sino también por la posibilidad de que los futuros sacerdotes puedan celebrar en el rito antiguo», se lee en el comunicado.
El Superior de la Sociedad de los Misioneros de la Divina Misericordia denuncia que las autoridades romanas no son partidarias de esta posibilidad y, por tanto, «es posible que los candidatos sean ordenados sin tener derecho a celebrar con el Misal antiguo» por lo que en ese caso, «ya no podrían ejercer su ministerio dentro de la comunidad y de conformidad con los estatutos».
El objetivo de este comunicado -prosigue Jean-Raphaël Dubrule- «es invitar a la oración muy intensa, mientras continúa el diálogo con las autoridades romanas. Esta evidencia de ninguna manera nos hace lamentar el trabajo de integración diocesana que la comunidad está haciendo y experimentando».
De no ceder las autoridades romanas, sería un claro ejemplo de como Roma va a tratar de ahogar a los movimientos tradicionalistas hasta que desaparezcan, ya sea negándoles el derecho a tener nuevos sacerdotes o obligándoles a reformar sus Estatutos para que pierdan su carisma.