El Kirchensteuer, el impuesto religioso que tienen que pagar todos los creyentes en Alemania, hace de la Iglesia en ese país una de las más ricas del orbe católico. Y está contribuyendo a hacer irreversible el cisma, denuncia en LifeSiteNews el sacerdote alemán Joachim Heimerl.
En Alemania no existe la X que financia la Iglesia en España, o el 8 por Mil italiano, ambos sistemas fiscales totalmente voluntarios. En Alemania, si uno se declara católico o luterano, el Fisco se encargará de cobrarle de sus ingresos todos una proporción fija, lo quiera o no. La única manera de escapar a ese gravamen es apostatando. Y ese sistema ha creado, al mismo tiempo, una iglesia extraordinariamente rica e incentivos perversos: para dejar la Iglesia, en el caso del fiel contribuyente, y para adaptar el ‘producto’ a los gustos del ‘cliente’, en el caso de la jerarquía católica.
El sacerdote alemán deplora en un artículo publicado en LifeSiteNews que los obispos se aferran al impuesto eclesiástico “como el diablo a un alma miserable”. Después de todo, el sistema fiscal ha hecho a la Iglesia en Alemania increíblemente rica, pero igualmente infiel y decadente. El “Camino sinodal”, que ha precisado una fuerte inversión, lo ha puesto de manifiesto, con la paradoja de que los obispos alemanes niegan verdades fundamentales de una fe, la católica, por la que cobran un buen ‘pellizco’ a los fieles.
Lo perverso de este sistema, apunta Heimerl, se puede ver hoy en la archidiócesis de Munich y Frisinga: el cardenal Reinhard Marx ha establecido allí un “Consejo sinodal” para hacer cumplir las decisiones heréticas de la “vía sinodal”. Esto implica que los laicos bauticen, casen y prediquen en la Santa Misa, todo esto a pesar del veto romano y en contra de todo el derecho canónico.
Los católicos de Múnich se enfrentan así a una paradoja que debería llamarse con precisión el abuso espiritual más grave: para seguir siendo “católicos”, tienen que financiar una “iglesia” que ya no es católica sino, en el mejor de los casos, “marxista”. Si no lo hacen, son “excomulgados” por Marx.
Estas condiciones confusas ya no serán sostenibles a largo plazo, y en Alemania la desintegración de la Iglesia ahora se puede sentir en todas partes.
Una cosa es segura para el sacerdote alemán: los alemanes no volverán a la comunión de la Iglesia; El cisma alemán es irreversible.
Heimerl concluye su alegato con un llamamiento a los fieles en Alemania: “¡No tengáis miedo! ¡Liberaos la obligación del impuesto eclesiástico, del yugo de los obispos incrédulos y de la herejía alemana! Sólo así se puede seguir siendo católico en Alemania.