El 20 de noviembre se celebra la Jornada de Oración y Penitencia por las Víctimas de Abusos. El papa Francisco instó a las conferencias episcopales a elegir “un día apropiado en el que orar por las víctimas de abuso sexual como parte de la iniciativa de la Jornada Universal de la Oración”.
La Conferencia Episcopal Española se sumó a esta petición y eligió el 20 de noviembre, Día Universal del Niño. En las celebraciones eucarísticas de este día, se introducirá una intención en la oración de los fieles por las víctimas de los abusos de menores.
La Comisión Episcopal para la Liturgia ofrece un subsidio litúrgico para este fin para que los sacerdotes la apliquen en la Misa del lunes.
ORACIÓN POR LAS VÍCTIMAS DE ABUSOS
Dios de amor infinito, siempre presente, siempre justo;
Tú nos cuidas y nos proteges y nos diste a tu único Hijo para salvarnos con su sangre en la cruz.
Te pedimos perdón, Señor, por todos los casos de abusos a menores que ha sufrido tu Iglesia.
Perdón por todos los sacerdotes, religiosos y laicos que han traicionado su ministerio y la confianza de aquellos que debían proteger: los más pequeños.
Te pedimos, Señor, por todos los supervivientes de abuso sexual, para que encuentren paz en ti.
Te pedimos por aquellos que tratan de escapar cada día de la herida profunda del abuso sexual, para que sigan adelante y te busquen.
Señor Jesús, pastor de la paz, dígnate unir a tu propio sufrimiento el dolor de todos los que han sido heridos de cuerpo, mente y espíritu por parte de aquellos que traicionaron la confianza puesta en ellos.
Escucha el clamor de nuestros hermanos y hermanas que han sido lastimados gravemente, así como el clamor de aquellos que los aman; dales la esperanza que mitigue el desasosiego de sus corazones, dales la fe que calme sus espíritus perturbados, concédeles justicia para su causa, ilumínalos con tu verdad.
Espíritu Santo, consolador de corazones, cura las heridas de tus hijos e hijas y devuelve la integridad a lo que ha sido quebrantado.
Concédenos el valor y la sabiduría, la humildad y la gracia, para actuar con justicia.
Sopla tu sabiduría en nuestras oraciones y empeños.
Que todos los que han sido heridos por el abuso encuentren paz y justicia.
Dios Padre, cuida a las víctimas con especial predilección.
Ayuda a los sacerdotes a ser ejemplos de santidad y dedicación a sus fieles.
Dios Hijo, protege a nuestros hermanos abusados como cuidaste a tus amigos y discípulos.
Ayuda a los sacerdotes a vivir como viviste tú en la Tierra.
Dios Espíritu Santo, inspira en las víctimas fortaleza y piedad. Ilumina a tu Iglesia en este momento de dificultad y ayúdale a encontrar el camino.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Fragmento del discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la comisión pontificia para la protección de los menores (29 de abril de 2022):
A veces, la realidad del abuso y su impacto devastador y permanente en la vida de los pequeños, parece abrumar los esfuerzos de los que
buscan responder con amor y comprensión. El camino hacia la sanación es largo, es difícil, requiere una esperanza bien fundada, la esperanza en Aquel que ha ido a la cruz y más allá de la cruz. Jesús resucitado ha llevado, y lleva para siempre, las cicatrices de su crucifixión en su cuerpo glorificado. Estas llagas nos dicen que Dios nos salva no “saltando” nuestros sufrimientos, sino a través de nuestros sufrimientos, transformándoles con la fuerza de su amor. El poder de sanación del Espíritu de Dios no nos engaña; la promesa de nueva vida por parte de Dios no decae. Debemos solo tener fe en Jesús resucitado y poner nuestra vida en las heridas de su cuerpo resucitado.
El abuso, en cualquiera de sus formas, es inaceptable. El abuso sexual a los niños es particularmente grave porque ofende la vida mientras está floreciendo en ese momento. En vez de florecer, la persona abusada es herida, a veces también de forma indeleble. Recientemente recibí una carta de un padre, cuyo hijo había sido abusado y, a causa de ello, no fue capaz de salir de su habitación durante muchos años, llevando marcadas cotidianamente las consecuencias del abuso, también en la familia. Las personas abusadas se sienten, a veces, como atrapadas en medio entre la vida y la muerte. Son realidades que no podemos obviar, por mucho que resulten dolorosas.
El testimonio de los supervivientes representa una herida abierta en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Os exhorto a trabajar diligente y valientemente para hacer conocer estas heridas, para buscar a aquellos que sufren y reconocen en estas personas el testimonio de nuestro
salvador sufriente. La Iglesia de hecho conoce al Señor resucitado en la medida en la que lo sigue como Siervo sufriente. Este es el camino para todos nosotros: obispos, superiores religiosos, presbíteros, diáconos, personas consagradas, catequistas, fieles laicos. Todo miembro de la Iglesia, según el propio estado, está llamado a asumir la responsabilidad de prevenir los abusos y trabajar por la justicia y la sanación.