Libero Milone: ‘Quiero ser claro, no he dimitido voluntariamente’

Libero Milone: ‘Quiero ser claro, no he dimitido voluntariamente’

El ex auditor general del Vaticano rompe su silencio y sostiene en declaraciones a los medios que fue intimidado para obligarle a firmar una carta de renuncia que ya estaba preparada.

El pasado 20 de junio, la Santa Sede comunicaba la dimisión de Libero Milone. En el año 2015, Milone había sido designado por el Papa Francisco como nuevo Revisor General de la Santa Sede, el organismo encargado de supervisar las reformas financieras y económicas de los organismos vaticanos. La Santa Sede aseguraba en el comunicado emitido hace tres meses que la relación de colaboración terminaba «de común acuerdo», sin precisar los motivos de la dimisión.

Tras haber transcurrido varios meses desde que se conociera este anuncio, el ex revisor vaticano ha roto su silencio y ha hablado a los medios de las circunstancias en las que dejó el cargo. En una entrevista publicada por Corriere della Sera el domingo 24 de septiembre, Milone afirma que no dimitió voluntariamente y que el jefe de la Gendarmería le intimidó para obligarle a firmar una carta de renuncia que ya tenían preparada.

La Santa Sede ha respondido a las declaraciones de Milone con un nuevo comunicado en el que manifiesta que el ex auditor general «se ha saltado el acuerdo de confidencialidad sobre los motivos de su dimisión» y se le acusa de «encargar ilegalmente a una empresa externa que investigue la vida privada de exponentes de la Santa Sede». «Esto, además de constituir un delito, ha dañado irremediablemente la confianza hacia el Sr. Milone el cual, debiendo enfrentarse a su responsabilidad, ha aceptado libremente entregar su dimisión», concluye el comunicado.

A continuación, pueden leer la entrevista a Libero Milone publicada por Corriere della Sera y traducida por Helena Faccia para InfoVaticana:

«Hablo sólo ahora porque quería ver qué pasaba después de mi dimisión, el día 19 de junio pasado. En estos tres meses se han filtrado, desde el Vaticano, noticias ofensivas para mi reputación y mi profesionalidad. No podía seguir permitiendo que un pequeño grupo de poder expusiera mi persona para sus sucios juegos. Lo siento por el Papa. Mi relación con él ha sido maravillosa, indescriptible, pero en el último año y medio no me han permitido verle. Evidentemente no querían que le refiriera algunas cosas que he visto. Quería hacer el bien de la Iglesia, reformarla, que era lo que se me había pedido. No me lo han permitido…». Libero Milone, 69 años, durante dos auditor general de las cuentas vaticanas, ex presidente de Deloitte Italia. Su voz, de vez en cuando, se quiebra por la emoción. Desde que le destituyeron de ese modo tan traumático, con falsas acusaciones, es un hombre agotado. «Durante más de un mes no he podido dormir», cuenta. «Según consta en los acuerdos firmados, seguiré respetando el compromiso de confidencialidad sobre el trabajo institucional que he llevado a cabo para la Santa Sede. Pero no puedo callar el modo cómo he sido tratado. Quiero ser claro: no he dimitido voluntariamente. Me han amenazado con arrestarme. El jefe de la Gendarmería me ha intimidado para obligarme a firmar una carta que ya tenían preparada…». Milone habla durante tres horas en el estudio de sus abogados. Además del Corriere, ha llamado al Wall Street Journal, la agencia Reuters y Sky Tg24. Lee un largo promemoria, después responde a las preguntas. Sabe que sólo tiene su palabra contra las acusaciones de peculado y de sobrepasar sus obligaciones, presentadas por el tribunal vaticano.

Señor Milone, usted ha hecho acusaciones muy graves. Seguramente espera usted una reacción, con los documentos que le conciernen.

«Lo espero, espero que salgan. Pero que salgan todos. Cuando y si se sabrá la verdad, se verá claramente que soy inocente al mil por ciento. Diría incluso que no quiero utilizar la palabra inocente, porque no me debo disculpar. Se demostrará que lo único que he hecho es mi trabajo».

¿Cree usted que está pagando el hecho de haber sido elegido por el Cardenal Pell?

«No he sido elegido por Pell. Me eligieron el secretario de Estado, Piero Parolin, el cardenal Reinhard Marx y Pell. Y la decisión final la tomó el Papa. No busqué ese cargo. Me contactó desde Miami el estudio Egon Zehnder. Y acepté porque creía en las reformas del Papa Francisco».

Con Pell tenía buena relación.

«Ciertamente. Fui a saludarlo y lo abracé antes de que partiera para Australia, para defenderse en el proceso en el que ha sido acusado por abusos sexuales, renunciando a la inmunidad. Me dijo que quería salvar su honorabilidad».

¿Qué idea ha podido formarse sobre su caso? 

«No sabría decirle. Únicamente observo que las investigaciones sobre él, en un caso que se remonta cuarenta años atrás, han surgido hace apenas un año. En el decreto que me han entregado se lee que en ese mismo periodo la Gendarmería empezó a investigarme. Quiero creer que es una coincidencia. Últimamente estábamos trabajando en una nueva normativa relacionada con las contratas».

Usted ha llamado a los periodistas para contar su versión. ¿Por dónde quiere empezar?

«Por el 19 de junio, cuando me recibió el sustituto de la secretaría de Estado, Monseñor Becciu. El motivo era hablarle del contrato de mi personal. En cambio, oí que me decía que la relación de confianza con el Papa se había resquebrajado: el Santo Padre pedía mi dimisión. Pregunté los motivos y me dio unos que no me parecieron creíbles. Respondí diciendo que las acusaciones eran falsas y que habían sido construidas para engañarles tanto a él como a Francisco, y que de todas formas hablaría de ello con el Papa. Pero la respuesta fue que esto no era posible. Becciu me dijo que fuera a la Gendarmería».

¿Y usted fue? <

«Claro. Noté enseguida un comportamiento agresivo. Recuerdo que, en un determinado momento, el comandante Giandomenico Giani me gritó a la cara que tenía que admitirlo todo, que tenía que confesar. Pero, ¿confesar el qué? No había hecho nada».

¿Estaban solos?

«En la Gendarmería estaba solo; Giani estaba con otros dos oficiales. Cuando llegamos a mi despacho estaban todos mis colaboradores, que se preocuparon al oír los gritos. Bloquearon a todos dentro de las oficinas, incluidas las secretarias, hasta las ocho y media de la noche. Y nos ordenaron que entregáramos todos los documentos. Uno de los vice-auditores estaba ausente. Llamaron a los bomberos del Vaticano para forzar su armario y su escritorio».

Evidentemente había una acusación que motivaba ese comportamiento.

«Me enseñaron dos facturas dirigidas a un único proveedor y me acusaron de haber desviado fondos: por lo tanto, al ser empleado público, había cometido un peculado. Vi que ambas facturas llevaban el sello de mi oficina, pero sólo una llevaba mi firma. La otra tenía como firma un garabato. Me pregunté quién le había puesto el sello y la había pagado, y a quién».

¿Y qué se respondió?

«Que una de las dos era falsa. Eran cuentas para investigaciones ambientales, por una suma de veintiocho mil euros, para limpiar los despachos de posibles micrófonos ocultos. Además, el decreto del tribunal hablaba sólo de mis competencias contables, sin citar los controles de anti-reciclaje y la lucha a la corrupción, incluidas en el estatuto. Y con esto me acusaron de haber buscado impropiamente informaciones sobre exponentes vaticanos. Descubrí que hacía más de siete meses que me estaban investigando. Secuestraron documentos oficiales protocolizados y protegidos por el secreto de Estado».

¿No podía impedirlo?

«¿Cómo? No podía hacer nada. Me habían intimidado. Me hicieron oír una interceptación con mi voz para que me asustará aún más. Como insistía en reivindicar mi inocencia, Giani me dijo que o confesaba, o corría el riesgo de pasar la noche en la gendarmería. Si vuestro objetivo es hacerme dimitir, dimito. Voy a preparar la carta, dije».

¿Y ellos?

«Respondieron que ya estaba redactada. Fueron a buscarla. La leí y dije: no firmo esta carta. Era el día 19 de  junio y la carta llevaba fecha del 12 de mayo».

¿Un error?

«Nos hemos equivocado, dijeron. Pero cómo, si habéis ido a cogerla, respondí. De todas formas, se llevaron todo, también mi móvil y el iPad: dentro tenía noticias sobre sociedades que cotizaban en la Bolsa y también mi suscripción al Corriere. El día siguiente interrogaron durante cinco hora a uno de mis empleados, Ferruccio Panicco, y le pidieron la dimisión».

¿Dónde fueron a parar los objetos personales? 

«Me los devolvieron al cabo de una semana, con una carta sellada y con la firma de Mons. Becciu, no del tribunal. Extraño también esto, ¿verdad?».

Todo es muy extraño. También el hecho que nadie le haya defendido: un aval implícito de las acusaciones…

«A mediados de julio escribí al Papa a través de un canal seguro y creo que recibió la carta. Le explicaba que había sido víctima de un montaje; me asombró la salida, en las mismas fechas, del cardenal Pell. No obtuve respuesta».

¿Sorprendido por el silencio del Papa?

«Disgustado, y mucho. Conociéndolo de persona, y al sentir una gran estima hacia él, su silencio sólo puedo explicarlo con el hecho que no le han permitido hablar conmigo, o por otras razones que desconozco».

Tal vez, efectivamente, la relación de confianza se ha resquebrajado.

«Pero entonces el Papa podía haberme llamado por teléfono y decírmelo. En cambio, ha habido esta puesta en escena que se parece mucho a un character assassination. Me dicen que el Papa está al corriente de todo. No lo sé. Observo que tras mi dimisión no ha sucedido nada, como si el verdadero y único objetivo hubiera sido ese».

¿Cuándo vio al Papa por última vez? 

«Desde el 1 de abril de 2016 no lo he vuelto a ver. En septiembre pedí verle, pero me dijeron que tenía que pedirlo a través de la secretaría de Estado. Hice dos peticiones escritas. Nunca recibí respuesta. Antes me reunía con él cada 4-5 semanas. Parolin una vez al mes. Becciu cada 5-6 semanas».

¿No ha tenido ninguna sospecha?

«Más de una, pero me decían que estaba ocupado. He comprendido que me estaban frenando y lo estaban aislando. No sé cómo lo han hecho, pero lo han conseguido».

¿Quién lo ha conseguido y ha forzado la dimisión?

«Tengo alguna idea. Creo que el Papa es una gran persona y había iniciado con las mejores intenciones. Pero temo que el antiguo poder, que aún sigue allí, lo ha bloqueado porque se ha sentido amenazado cuando ha comprendido que podía referir al Papa y a Parolin lo que había visto en las cuentas. Esto dice la lógica».

Perdone, pero aquí sólo tenemos su palabra y su memoria contra la palabra del Vaticano. No hay ni documentos ni otras pruebas.

«Pero tengo una memoria muy buena. Y espero que los documentos secuestrados el 19 de junio salgan del Vaticano».

Se ha filtrado que usted se ha ido para no bajarse el sueldo.

«Esto también es falso. Me lo reduje cuando empecé a trabajar: 250.000 euros al año netos, en lugar de los 300.000 que me ofrecieron en el contrato. Después, nunca me llegó esta petición, ni directa ni indirectamente».

¿Y la acusación de que aún hace asesoramientos privados? 

«Los he eliminado casi todos, menos un par para mantenerme al día».

¿No podría ser que el Papa estuviera convencido que su enfoque no era bueno?

«Su secretario me dijo que Francisco quería seguir adelante, que el tren se había puesto en marcha y que la vía era la correcta. Tal vez no podría ir siempre a la misma velocidad».

¿Es posible que Francisco haya sido informado mal?
«Es posible, él mismo lo ha dicho en diversas ocaciones. No sé si es lo que ha sucedido en este caso».

Su largo silencio, ¿ha legitimado la decisión vaticana?

«Yo cuento siempre hasta quince antes de reaccionar. Existía un pacto de recíproca confidencialidad que alguien, en el Vaticano, ha violado. Nunca hablaré de mi trabajo como auditor. El Papa me había pedido que fomentara la transparencia, y yo intentaba hacerlo para respetar la voluntad de los fieles y de los donantes. Pero he decidido hablar para responder, por lo menos, sobre lo que se ha dicho sin ton ni son acerca de mi persona».

¿Por qué no ha presentado una denuncia?

«No está excluido que lleguemos a ello».

¿No tiene usted la impresión que se trata de un rechazo a la reforma de las finanzas vaticanas?

«Veo la dificultad de conciliar los principios teóricos con la práctica. Pero reescribir las normas sería un gran paso atrás respecto al ajuste a los estándares internacionales. Las autoridades de control tendrían mucho que objetar al respecto».

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