Falacias: post hoc ergo propter hoc

Escena Primera. El Papa Francisco le manda a decir a Trump —desde el avión— que, a ver, si es tan provida, por favor, que no las emprenda contra los jóvenes inmigrantes en peligro de ser expulsados, y no desuna a las familias.

(Los yanquis bien informados saben sobre esto dos cosas: la primera, que las medidas sobre inmigración, buenas o malas, no equivalen al genocidio del aborto, y cualqueir intento de meter todo en el mismo saco siempre encuentra el mismo rechazo visceral; la segunda, que Mr. Trump NO quiere que esos chicos sean expulsados, sino que el asunto sea regulado por ley, por el Congreso, porque estuvo mal que Obama prolongara esa medida de emergencia sin someterse al Estado de Derecho. Por eso ha dado 6 meses para que todos, tan buenos que son, dicten esa ley.) Pero me fui por las ramas.

 

Escena Segunda. El Deparamento de Estado, siguiendo las indicaciones del provida Trump, destapa un caso de pedopornografía de un sacerdote milanés de 50 años en la nunicatura en EE.UU. Lo sabían desde mediados de año. Pero todo se destapa ahora. Porque un provida no puede permitir esa complicidad con la explotación sexual infantil que subyace a esa pornografía.

 

El gobierno provida de EE.UU. actúa a las pocas horas de recibir el mensaje provida del Papa. Esto parece el Trono y el Altar redivivo.

 

Pero es una falacia («post hoc ergo propter hoc») buscar alguna relación entre las dos escenas.

 

Son coincidencias.

 

De todos modos, qué difícil debe de ser hablar con libertad si se tienen escondidos en el armario todos estos muchachos sobre los que, además, ¿quién soy yo para juzgar?

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