Muchos lo aseguran y con pruebas fotográficas evidentes. De Roma y de fuera de Roma.
La Plaza de San Pedro, no digamos ya sus aledaños, son muchas veces campos de soledad, mustio collado.
Hace algún tiempo el límite, había llegado al obelisco, media plaza. Luego empezaron a abrirse claros en la mitad más próxima a la basílica y ya en unas cuantas ocasiones el claro es lo que ocupa la gran parte de la superficie bajo la ventana cuando el Papa se asoma a ella.
Y no sólo la plaza, inmensa, en la que además de los escasos no pocos serán turistas que pasaban por allí, sinos también las concentraciones en algunos de los países que visita el Papa, los huecos en la sala Pablo VI y ahira hasta en la basílica vaticana.
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El efecto francisco es cada vez más desolador, descorazonador, demoledor. Ha echado a muchos y no ha atraído de verdad a nadie.
De seguir esto así los últimos años de su pontificado, en los que ya estamos, el Papa tiene ya 82 años, van a ser muy dolorosos para él, algo que sin duda se ha buscado, lo que es mucho más grave para la Iglesia.