El adiós de Martínez a Granada
Se va, y lo hará pronto. El todavía arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, ya tiene preparados sus bártulos para un inmediato traslado, vía Roma, después de seis años como pastor de una diócesis cuyas ovejas jamás se han sentido cuidadas por quien portaba su cayado. Pero, en fin, el sufrimiento terminará muy pronto. El canto del cisne ha sido la decisión judicial -después de multitud de requerimientos, de ser el primer prelado en la historia democrática en sentarse en un banquillo, y el primero en ser condenado en primera sentencia– que, finalmente, ha declarado prescrito el delito de injurias contra el sacerdote Javier Martínez Medina. Que, por cierto, está pensándose recurrir al Constitucional. La imagen durante este tiempo ha sido desastrosa. Un obispo que jamás ha entendido, ni lo ha intentado, al clero de Granada ni a la feligresía, que ha regido los destinos de la diócesis con dura vara de mando, que no ha aceptado la más mínima discusión. Que ha tenido conflictos con todas las fuerzas vivas de la ciudad y la provincia, desde el Ayuntamiento hasta la Universidad, pasando por Cajasur y la Junta de Andalucía, y que incluso ha conseguido el desprecio -si bien silente- de la mayoría de sus compañeros en el Episcopado. Un trueque del destino, y el movimiento de los hilos que han de moverse en estos casos -una muesca más, por cierto, para que Silverio Nieto alcance la mitra que anhela desde hace tiempo-, han llevado a la Audiencia Provincial de Granada a declarar que las injurias han prescrito, sin tener en cuenta que fue Martínez quien dilató sobremanera su comparecencia, ganando tiempo de forma irregular. En todo caso, me permito recomendar al sacerdote que no continúe con sus cuitas judiciales. Martínez se va, con el rabo entre las piernas, y ello pese al cerrado apoyo del cardenal Rouco y de los más altos representantes de Comunión y Liberación. Y todo el mundo sabe por qué. Roma se presenta en el horizonte. Tal vez como «número tres» de alguna Congregación, incluso se llegó a hablar de la Biblioteca Vaticana -aunque, y esto medio en broma, ojalá no sea ése su destino, no vaya a secuestrar más libros-. Lo importante es que los cristianos granadinos van a verse librados de un prelado que no ha hecho ningún bien a la Iglesia de Granada. Que incluso ha hecho que muchos, hasta los más progresistas, echaran de menos al hoy cardenal de Toledo, Antonio Cañizares. Todo está hecho, so pena de que alguien en Roma nos lea, o que sientan que el castigo a Martínez consistiría en «dejarle morir» en Granada. Pero los granadinos no se lo merecen. Su fe ya se ha puesto a prueba en muchas ocasiones. Y no conviene tensar aún más la cuerda. En Granada, según datos de la Oficina de Estadística de la Conferencia Episcopal, hay 305 sacerdotes. 123 de ellos, según contaba ayer El Ideal, han escrito un texto en el que muestran su descontento con la gestión de Martínez, denunciando que «es alarmante el desprestigio de la institución episcopal entre los cristianos y la sociedad de Granada y que tiene como muestra un libro que circula por las librerías con el título de ‘Váyase señor Martínez’, donde se recogen los múltiples escándalos aparecidos en la prensa de ese tiempo». El escrito, del que hablaremos con mayor profundidad en los próximos días, será enviado la semana próxima al Nuncio Monteiro de Castro, y también se hará llegar a la Conferencia Episcopal, el Arzobispado de Madrid y la Santa Sede. En el mismo, los sacerdotes (casi la mitad del clero de Granada) dicen que «el enfrentamiento y el proceso judicial del Señor Arzobispo con un sacerdote de la Diócesis, ha significado para muchos cristianos un enorme sufrimiento y un verdadero escándalo». Un proceso que «ha aumentado la indiferencia y la apatía entre los sacerdotes, la comunidades de religiosos y religiosas, las parroquias y el pueblo cristiano con el Pastor». Estos sacerdotes luchan contra «el olvido» que sufren por parte de las autoridades eclesiásticas. Parece ser que, por fin, quien tenía que hacerlo se ha acordado de ellos. Una gran noticia. Esperemos que finalmente se lleve a cabo. Y pronto, como nos aseguran. Porque un pastor puede llevar mal el rebaño. Pero lo que no se puede permitir es que acabe devorando él mismo a las ovejas. Él es el lobo. El articulito tiene más de seis años. Pero me parece sumamente ilustrativo. Van a por él. Llevan ni se sabe yendo a por él. Me parecería penoso que terminaran saliéndose con la suya. La victoria de un rencor tan prolongado. Aquel que en mis años colegiales se decía odio eterno, el de Aníbal a los romanos, parece tener reencarnaciones hodiernas. En el odio al arzobispo de Granada. Pues todo me parece penoso. Lo de ayer, lo de hoy, y sobre todo tener a una buena persona, con defectos, ¿quién no los tiene?, que se debería esforzar en corregir, en un permanente pim, pam, pum al servicio de no se sabe qué. Porque de la Iglesia no parece. Este carajal que le han montado a Don Javier, pienso que con escasísima base si es que tiene alguna, muestra hoy ya segundas derivadas. Unas colocan a Osoro tras toda la maniobra de estos días para situar allí a una nulidad episcopal pero muy amiga. Y que pertenece a la misma provincia eclesiástica. Pero no falta quien ya está situando allí a otro candidato, en mi opinión mucho más simpático, y «andalú», que el candidato que atribuyen a Osoro, sieso donde los haya. Y por si no se entendiera la redacción, que por aquí hay quienes necesitan auxilios, el sieso es el candidato osoriense, que, quien le propondría, de eso no tiene nada. Aunque cueste trabajo entender como alguien tan radicalmente opuesto a los sieso en su persona, sus amigos, y sus candidatos, lo sean tanto. Si es que los pasiegos, y hasta sus vecinos, son muy complicados. Con este artículo de hace más de seis años, creo haber puesto en evidencia lo que para algunos ya nos era evidente. La campaña prolongada contra Don Javier. Ignoro si triunfará o no ahora. En favor del arzobispo está, además de su propia conducta, el que no se quiera repetir una trasconejada como la de Zaragoza. Y aquí no hay santos, o demonios, interesados. O muy interesados. Que para dar un arzobispado a un amigo, por triste que sea el amigo, siempre habrá tiempo en los próximos cinco o siete años en los que, como no meta la pata hasta el corvejón, Don Carlos va a tener influencia. ¿Ya desde 2017 como presidente de la CEE? Pues eso ya dependerá de los apoyos que haya conseguido entre el episcopado. Pienso que en estos momentos Don Carlos está en bajas cotas de aprecio episcopal pero le sobran habilidades para incrementarlas. Pero tiene que ejercitarlas. Osoro ha llegado a arzobispo de Madrid en una enorme sequía de candidatos brillantes. Entre los que él no destacaba sobre algunos y no demasiado sobre los restantes. Esta era la lista de candidatos arzobispales, cierto que se podría nombrar a un obispo e incluso a un simple sacerdote pero esas sorpresas no se suelen dar en la Iglesia. Sistach, Gil Hellín, García Aracil, Blázquez, Rodríguez Plaza, Pujol, todos ellos mayores que Osoro, Asenjo, , Barrio, Pérez, del Río, Martínez, Vives, arzobispo a título personal, y Sanz Montes. A Ureña ya le han barrido y no parece que su sustituto le supere en nada. Creo que lo mismo cabe decir de Osoro respecto a Rouco. Y para mi sorpresa no falta quien se muestre encantado, o al menos satisfecho, con el cambio en Valencia. ¿Nos esperan más nombramientos a la baja en los próximos días? Sería verdaderamente alarmante dado el nivel de los que se van: Barbastro-Monzón, Lérida, Astorga, Vitoria… Todo eso hace especialmente preocupante que pueda haber un relevo también en Granada. Y por motivos tan endebles. Igual que los que se esgrimían hace seis años. ¿Picarán quienes no debían ante tan burda campaña? Desgraciadamente todo es posible y no sólo en Granada.