El 19 de septiembre de 1846 la Virgen María se apareció a dos pastorcitos en la cordillera de los Alpes franceses, en La Salette. El 31 de agosto pasado publiqué un artículo para la página web dirigida por D. Juan Carlos García de Polavieja, Guión-Real (http://www.guionreal.com/), relativo a ciertos sucesos no muy conocidos de la vida de la vidente Melania. Quiso la historia de la Salette guardarnos unos hechos vergonzantes en los que altos dignatarios, en su desfachatez, enmendaban la plana al mismo Cielo. Lo que no podíamos sospechar es cuán actual nos iba a parecer con lo que está pasando actualmente en la Iglesia.
Desde su infancia la cruz llamará a la puerta de la pequeña Melania Calvat. Y la Cruz era parte de su vida mística, por ello no extraña aquel diálogo una vez fuera admitida como postulanta:
– ¿Cómo te has de llamar?.
– “Hermana Víctima de Jesús”.
– Pero ese es nombre de carmelita, de órdenes contemplativas y la nuestra es activa.
– Pues entonces “Hermana María de la Cruz”.
Porque eso fue la vida de la pastorcita de La Salette. Una cruz continuada hasta el fin de sus días en Altamura. Y con todo Mons. Fava será en
la vida de Melania una de sus peores pesadillas. La situación de Francia en las últimas décadas del siglo XIX no es fácil. Se rumorea una nueva guerra civil y un recrudecimiento de la persecución religiosa. Así lo perciben muchas almas cristianas. Pero los obispos franceses están en otra batalla con Roma. “Todos se creen papas”, le dirán a Melania en algunas de las visitas que hará al papa León XIII, pero ella sabe que hay algo más que eso en la actitud de Mons. Fava. Para este obispo de Grenoble el Cielo no debe ir más allá de lo que a él le parezca. El suceso de la estatua de La Salette es revelador en este sentido.
Desde años atrás corona el santuario de La Salette una estatua de la Virgen intentando representar la descripción que diera Melania (“La Santísima Virgen tenía un delantal amarillo. ¿Qué digo amarillo? Tenía un delantal más brillante que muchos soles juntos. No era de tela material, estaba hecho de gloria, y esta gloria eran centelleante y de una belleza arrebatadora… La Santísima Virgen tenía dos cadenas, una un poco más ancha que la otra. En la más estrecha estaba colgada la cruz…”) pero en el año 1878, más de treinta años después de la gloriosa aparición de ese 19 de septiembre de 1846, el obispo de Grenoble llegará hasta Castellamare, Palacio Ruffo, donde el santo obispo Mons. Petagna tiene alojada a Melania. Desde 1867 vive allí alojada por tan santo obispo con el fin de que pueda realizar esa labor que le ha encomendado la Señora. Pero Mons. Fava es imposible y su presencia consume a Mons. Petagna, que para colmo se siente muy débil y anciano. La visita del obispo de Grenoble, Mons. Fava, le está torturando hasta el punto de hacerle decir entre susurros a Melanie, en un aparte: “Mons. de Grenoble me llevará a la tumba. Si podéis, iros esta noche para librarme de su presencia.” Pero la tortura recae sobre todo en Melania, objeto de la visita de Mons. Fava. Porque el obispo de Grenoble se ha propuesto comprar su silencio y anuncia a todos sus proyectos.
Dejemos que sea la misma Melania quien nos lo cuente:
“A mediodía llega Mons. de Grenoble con el Padre Berthier. Sus primeras palabras fueron: “He venido a Roma por tres razones: para hacer aprobar mi Regla para los padres y hermanos; para obtener el título de Basílica para la iglesia de la montaña de La Salette y para hacer una nueva estatua de Nuestra Señora parecida al modelo que he traído; porque ved, vos misma, ninguna estatua representa bien a la Santísima Virgen , ya que no debía llevar ni delantal ni ningún encaje sobre sus hombros; además, no gusta a la gente, que desaprueba el traje de las campesinas. ¡El modelo que he mandado hacer es mucho mejor! Por de pronto, no llevará crucifijo, porque comprended que eso entristecería a los peregrinos; así que la Santísima Virgen no debería llevar crucifijo…”
Y sigue diciendo Melania: “Paso por alto los detalles porque mi pluma se niega a describir lo que su Excelencia dijo. Yo estaba asustada y pude decir apenas:
– Y al pie de vuestra estatua, monseñor, escribiréis con grandes letras: “Virgen de la visión de monseñor Fava”.
El suceso puede parecer cómico, pero resulta trágico por cuanto resulta que es el mismo obispo del lugar de las apariciones quien más persigue la veracidad del mensaje del Cielo, hasta el punto de intentar torcer los hechos y procurar comprar la voluntad de la vidente. Porque lo de la estatua era el primer asalto, el segundo y más importante ocurriría días después en Roma, donde la Sede Apostólica debía aprobar la Regla que rigiera a los padres y hermanos de la iglesia de las apariciones. Mons. Fava había redactado su propia regla, y con ella partió para Roma pasando antes por Nápoles para torcer la voluntad de la pastora. Pero la Señora había dado una Regla a Melania y esa era la regla que quería León XIII.
Es este uno de los aspectos de La Salette más desconocidos. La visión de aquel 19 de septiembre de 1946 constó de tres partes. La primera es la relativa al famoso diálogo entre la Virgen y los dos niños, Maximino y Melania. La segunda parte son los secretos que la Virgen diera por separado a los niños, más corto el de Maximino y más largo el de Melania. Y la tercera parte era un Regla de vida que la Virgen dio a Melania para los apóstoles de los últimos tiempos.
Pero quien ha decidido quitar el mantel y la cruz de la estatua porque no son del agrado de la gente, más aún va a impedir que una terca ignorante le diga qué debe decir la Virgen para vida de las órdenes de la Iglesia, menos aún para las que residan en su diócesis.
Antes de que el santo Padre decidiera con respecto a la regla que debían adoptar quienes custodiaban la iglesia de La Salette hubo un pequeño y tenso cónclave en presencia del Cardenal Ferrieri. Comenzaron hablando Melania y el Cardenal sobre la mala fama de los religiosos que la diócesis de Grenoble había puesto al gobierno de la iglesia de La Salette, cuando llega el obispo de Grenoble. Entonces el Cardenal va al grano.
De nuevo lo cuenta Melania.
“- Bien, Monseñor, -el cardenal Ferrieri se dirige a Mons. Fava- ¿dicen que habéis hecho una regla para vuestros misioneros?
– Sí, Eminencia.
– ¿Sabíais que la Santísima Virgen le había dado una a Melania?
– Sí, Eminencia. Pero mi Regla es muy diferente a la de Melania.
– ¿Y cómo se os ha ocurrido hacer una regla sabiendo que la Virgen había dado una Melania? -Silencio de Mons. Fava, añade Melania.- ¿Más o menos ha consultado usted a Melania para hacer vuestra Regla?
– No, Eminencia. Nunca.
– Bien. Nosotros ordenamos que Melania vaya a la montaña de la Salette con la regla que ha recibido de Nuestra Señora y que la haga observar a los padres y religiosas.
– Eminencia, -dirá Mons. Fava- no aceptaré la Regla de Melania hasta que la Iglesia me haya probado que viene de la Santísima Virgen.
Entonces, el secretario del cardenal, Mons. Bianchi, comprado por el obispo de Grenoble, intervendrá saltándose su papel de mero notario.
– ¿No es verdad, Eminencia, que no hay que levantar un altar contra otro? Se dice que Melania tiene sus sacerdotes cuando hay buenos sacerdotes misioneros en la montaña de la Salette. Ella pone altar contra altar.- Melania le responderá:
– No creo, Monseñor, que ponga altar contra altar. Los padres de la Salette son misioneros de la Salette, mientras que los de Italia (los que querían cumplir el mandado de la Salette) lo son de la Madre de Dios y observan su Regla”.
Con todo Melania saldrá descontenta de la reunión. Dijo “me someto en todo a la decisión de la Santa Iglesia”. Después se dará cuenta de que su error sería grande. “Debí decir me someto a lo que decida el Santo Padre”. No se equivocaba en su apreciación. La Cruz siguió persiguiéndola toda su vida hasta la ancianidad desgastándose por encontrar vocaciones religiosas que encarnasen verdaderamente la Regla dada por Nuestra Señora. Melania morirá con fama de santidad el 14 de diciembre de 1904 sin ver encarnada la Regla que le diera la Virgen.
La estatua de la visión de Mons. Fava, -la Señora de la Contradicción, como Melania la llamaría-, no se pudo realizar. El escultor sufrió una parálisis del brazo derecho cuando no había hecho más que la maqueta en yeso. Mons. Fava verá aprobada su regla en el año 1929.
De nuevo ocurrió en la Iglesia que lo que Dios quiso no lo quisieron los hombres.
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