El amigo del novio y el Open Mic eucarístico

El amigo del novio y el Open Mic eucarístico

Ayer se hizo viral un vídeo que retrata con crudeza los problemas que arrastra la llamada “Oración de los fieles” en su práctica actual. Durante una boda, el amigo del novio tomó el micrófono para pedir a Dios que “nos cambie al presidente del Gobierno”. Lo dijo con ese tono híbrido entre cuñado ingenioso e ingenuidad bienintencionada, como quien lanza una ocurrencia en la sobremesa dominical. Las risas de los invitados, los móviles grabando y el altar convertido en clip viral completaron la escena.

El problema, sin embargo, no es tanto el contenido de la petición, sino el marco en que se produjo. La liturgia no es un micrófono abierto, ni un espacio para improvisaciones políticas, chascarrillos de sobremesa o concursos de ocurrencias bienpensantes. La Santa Misa es el Sacrificio de Cristo, el acto más sagrado de la Iglesia, no una asamblea de vecinos ni un foro para la creatividad subjetiva de cada asistente.

Conviene recordar que la llamada “plegaria universal” u “oración de los fieles” es una incorporación relativamente reciente, introducida por el Misal de 1969 tras el Concilio Vaticano II. Su sustento histórico es frágil: estas oraciones habían desaparecido del rito latino ya en el siglo IV, y las fuentes no muestran que fueran expresadas espontáneamente por los asistentes, sino siempre formuladas por el celebrante o el diácono.

Lo que se ha viralizado en las redes, no es un abuso accidental, fruto de la torpeza de un invitado con ganas de protagonismo, sino más bien la consecuencia inevitable de un diseño litúrgico que abre la puerta a este tipo de distorsiones. Cuando se introduce en la Misa un espacio con apariencia de “micrófono abierto”, no debería sorprender que acaben entrando bromas, ocurrencias políticas o sentimentalismos triviales. La liturgia, despojada de su sobriedad y de su orientación a Dios, queda a merced de la espontaneidad del momento.

Por eso, más allá de la anécdota, el episodio debería servir como advertencia seria: cuando la liturgia se convierte en un espacio de creatividad humana, el misterio de Cristo se eclipsa tras la ocurrencia de turno.

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