León XIV envía un mensaje a la Semana Ecuménica de Estocolmo en el centenario de 1925
En su intervención, el Pontífice recordó cómo en Nicea se proclamó la divinidad de Jesucristo y se formularon los artículos del Credo que confiesan a Cristo como “Dios verdadero de Dios verdadero” y “consustancial con el Padre”. Aquel concilio, subrayó, fue un signo valiente de unidad en la diversidad y de comunión en la fe.
El Papa evocó también la figura del arzobispo luterano Nathan Söderblom, organizador de la Conferencia de Estocolmo de 1925, que convocó a más de 600 líderes ortodoxos, anglicanos y protestantes bajo el lema “el servicio une”. Aunque la Iglesia católica no participó entonces, León XIV señaló que hoy puede afirmarse, “con humildad y alegría”, que los católicos caminan junto a los demás discípulos de Cristo, reconociendo que lo que une es mucho más que lo que divide.
El Santo Padre reafirmó la adhesión de la Iglesia católica al camino ecuménico tras el Concilio Vaticano II, especialmente a través del decreto Unitatis redintegratio. Recordó que la unidad visible de los cristianos crece mediante el diálogo teológico, la oración común allí donde es posible y el testimonio compartido ante las heridas de la humanidad.
La edición 2025 de la Semana Ecuménica se celebra bajo el lema “Time for God’s peace” (“Tiempo para la paz de Dios”). León XIV subrayó la urgencia de este mensaje en un mundo marcado por conflictos, desigualdad, degradación ambiental y desconexión espiritual. Señaló que la paz no es solo una conquista humana, sino un don y una tarea para los cristianos llamados a ser artesanos de reconciliación.
El Pontífice repasó hitos recientes del camino ecuménico, como la visita de san Juan Pablo II a Suecia en 1989, la oración conjunta por la Reforma en Lund en 2016 con el Papa Francisco y el fortalecimiento de la cooperación entre católicos y luteranos. Con alegría expresó que una Delegación de la Santa Sede esté presente en Estocolmo como signo de compromiso para trabajar juntos por la paz, la justicia y el bien común.
Finalmente, León XIV invocó al Espíritu Santo, que inspiró el Concilio de Nicea, para que haga más profunda la fraternidad entre cristianos y despierte una renovada esperanza en la unidad deseada por Cristo.
Texto íntegro en español
Mensaje del Santo Padre León XIV a los participantes en la Semana Ecuménica de Estocolmo en el centenario del Encuentro Ecuménico de 1925
22 de agosto de 2025
Queridos hermanos y hermanas:
Extiendo un cordial saludo a todos los reunidos en Estocolmo para la Semana Ecuménica de 2025, que marca el centenario de la Conferencia cristiana universal sobre la vida y el trabajo de 1925, así como el 1700º aniversario del primer Concilio ecuménico de Nicea, un acontecimiento de gran importancia en la historia del cristianismo.
En el año 325, obispos de todo el mundo conocido se reunieron en Nicea. Al afirmar la divinidad de Jesucristo, formularon las profesiones de fe que proclaman que él es “Dios verdadero de Dios verdadero” y “consustancial (homoousios) con el Padre”. Así articularon la fe que continúa uniendo a los cristianos. Aquel Concilio fue un signo valiente de unidad en la diferencia, un temprano testimonio de la convicción de que nuestra confesión común puede superar la división y fomentar la comunión.
Un deseo semejante animó la Conferencia de 1925 en Estocolmo, convocada por el pionero del primer movimiento ecuménico, el arzobispo Nathan Söderblom, entonces arzobispo luterano de Upsala. El encuentro reunió a unos 600 líderes ortodoxos, anglicanos y protestantes. Söderblom estaba convencido de que “el servicio une”. Por ello exhortó a sus hermanos y hermanas cristianos a no esperar el acuerdo en cada punto teológico, sino a unirse en un “cristianismo práctico”, para servir juntos al mundo en la búsqueda de la paz, la justicia y la dignidad humana.
Aunque la Iglesia católica no estuvo representada en aquella primera reunión, puedo afirmar hoy, con humildad y alegría, que estamos a vuestro lado como discípulos de Cristo, reconociendo que lo que nos une es mucho mayor que lo que nos divide.
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica ha abrazado plenamente el camino ecuménico. De hecho, Unitatis redintegratio, el decreto conciliar sobre el ecumenismo, nos llamó al diálogo en una fraternidad humilde y amorosa, fundada en nuestro bautismo común y en nuestra misión compartida en el mundo. Creemos que la unidad que Cristo quiere para su Iglesia debe ser visible, y que dicha unidad crece mediante el diálogo teológico, el culto común donde sea posible y el testimonio compartido ante el sufrimiento de la humanidad.
Esta llamada al testimonio común encuentra una expresión poderosa en el lema elegido para esta Semana Ecuménica: “Time for God’s peace” (“Tiempo para la paz de Dios”). Este mensaje no podría ser más oportuno. Nuestro mundo lleva profundas cicatrices de conflicto, desigualdad, degradación ambiental y un creciente sentido de desconexión espiritual. Sin embargo, en medio de estos desafíos, recordamos que la paz no es simplemente un logro humano, sino un signo de la presencia del Señor entre nosotros. Es al mismo tiempo una promesa y una tarea, pues los seguidores de Cristo están llamados a ser artesanos de la reconciliación: a enfrentar la división con valentía, la indiferencia con compasión y a llevar sanación allí donde ha habido heridas.
Esta misión se ha fortalecido gracias a hitos recientes en el camino ecuménico. En 1989, san Juan Pablo II se convirtió en el primer Romano Pontífice en visitar Suecia y fue calurosamente recibido en la catedral de Upsala por el arzobispo Bertil Werkström, primado de la Iglesia de Suecia. Aquel momento señaló un nuevo capítulo en las relaciones entre católicos y luteranos. Fue seguido por la conmemoración conjunta de la Reforma en Lund, en 2016, cuando el Papa Francisco se unió a líderes luteranos en oración y arrepentimiento comunes. Allí confirmamos nuestro camino compartido “del conflicto a la comunión”. Esta semana, mientras dialogáis y celebráis juntos, me alegra que mi Delegación pueda estar presente como signo del compromiso de la Iglesia católica para continuar el camino de oración y trabajo conjunto, dondequiera que sea posible, por la paz, la justicia y el bien de todos.
Que el Espíritu Santo, que inspiró el Concilio de Nicea y que continúa guiándonos a todos, profundice vuestra amistad esta semana y despierte una renovada esperanza en la unidad que el Señor desea con tanto ardor entre sus seguidores.
Con estos sentimientos, oro para que la paz de Cristo esté con todos vosotros.
LEÓN PP. XIV
