Carlo Capella, condenado por pornografía infantil, reinsertado en la Curia vaticana

Carlo Capella, sacerdote vaticano condenado por pornografía infantil, sonríe en un acto oficial.

Carlo Alberto Capella: la reinserción ejemplar de un pedófilo vaticano

En junio de 2018, InfoVaticana informaba de la condena a cinco años de prisión del sacerdote Carlo Alberto Capella por posesión e intercambio de pornografía infantil. Capella, antiguo diplomático de la Santa Sede en Washington, no solo no fue extraditado —como pedían las autoridades estadounidenses— sino que, tras su regreso a Roma, gozó de libertad de movimientos dentro del Vaticano durante meses antes de su tardía detención.

Hoy, siete años después, descubrimos que la reinserción de este criminal no ha consistido en cuidar a su anciana madre en una parroquia remota, sino en vivir en San Benedetto, la residencia destinada a los nuncios, a escasos metros de donde reside el propio Papa León XIV.

La información, confirmada por un testigo presencial que estuvo con él en las últimas horas, demuestra que Capella no solo está libre, sino protegido y probablemente activo en tareas internas. ¿De qué tipo? No lo sabemos, pero en todo caso, no parece que su historial depravado haya impedido su integración en los circuitos clericales más próximos al poder. Todo indica que la mafia lavanda, lejos de disolverse, sigue otorgando salvoconductos a sus miembros caídos.

Capella, de 51 años, que reconoció los cargos de pornografia infantil, desempeñó labores diplomáticas para el Vaticano que le llevaron desde la India hasta Hong Kong hasta hasta recalar en la nunciatura de Washington. Origionalmente incardinado en la Archidiócesis de Milán, Capella era sacerdote asistente cuando en 2001 el influyente cardenal Carlo Maria Martini, inspirador de la llamada ‘mafia de Sankt Gallen, le propuso ingresar al servicio diplomático de la Santa Sede.

La mafia de san Galo, a la que debía su pontificado el Papa previgente, sigue, parece, activa y con mando en plaza.

¿Reinserción? No: encubrimiento institucional

Mientras tanto, centenares de sacerdotes tradicionales son castigados sin altar, sin parroquia, sin derecho a una Misa en paz. Pero Capella vive en una residencia de élite. Como bien nos recuerdan desde Roma, entre ellos se protegen. No es la primera vez. Ni será la última.

  • Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington, depredador durante décadas, fue protegido por altos cargos hasta que la presión pública lo hizo insostenible.
  • Gustavo Zanchetta, el obispo argentino cercano a Francisco, condenado por abusos sexuales a seminaristas, fue acogido en el Vaticano para una reinvención laboral entre papeles administrativos, huyendo de la justicia civil con ayuda de Bergoglio.
  • Francesco Coccopalmerio, influyente cardenal, no solo apadrinó carreras como la de Capella, sino que su secretario fue detenido en plena orgía homosexual con drogas… en un apartamento propiedad de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien sabe si el mismo apartamento asignado después al cardenal Prevost, que reside aun hoy, como Papa, en ese edificio.

Y ahora, Capella. Un consumidor acreditado de pornografía infantil premiado con una segunda oportunidad… en el mismísimo centro de poder eclesiástico.

San Benedetto: guarida de impunidad

La residencia San Benedetto no es un simple edificio. Es un símbolo. Allí se alojan altos cargos de la diplomacia vaticana.  Y hoy lo hace Capella, al lado entre otros de Gugerotti.

No estamos ante casos aislados, sino ante una estructura de complicidad, un tejido viscoso de silencios, favores, promociones cruzadas y omertá.

Y mientras, el Papa León XIV…

A escasos metros de allí vive el Papa León XIV. Si realmente quiere romper con esta red —y no solo con declaraciones genéricas— deberá comenzar por explicar por qué un sacerdote convicto como Capella sigue bajo techo vaticano. La purificación de la Iglesia no pasa por sinodales powerpoints de inclusión, sino por echar del Templo a los corruptores de menores y a quienes los protegen.

Si no se actúa con claridad y firmeza, el mensaje es uno solo: la mafia lavanda sigue mandando. Y lo hace desde dentro.