No estaba previsto. No figuraba en ningún programa ni cartel. Pero los presentes en la misa celebrada en la catedral de Santo Stefano de Capri vivieron uno de esos momentos que solo se explican con la palabra gracia. Andrea Bocelli, el tenor italiano más universal, se levantó y, en mitad de la celebración, entonó el Ave María de Schubert, una de las composiciones más queridas del repertorio mariano.
Una voz que eleva el alma
No es la primera vez que Bocelli canta en un templo. Su fe católica y su vinculación con la música sacra son bien conocidas. Pero hay algo profundamente conmovedor en que lo haga sin focos, sin micrófonos profesionales, sin grandes auditorios. Solo la iglesia blanca de Capri, unas decenas de fieles y la voz que ha emocionado al mundo entero.
El Ave María de Schubert, tantas veces interpretado en bodas, funerales y momentos de devoción personal, resonó en aquella misa como una súplica antigua, sencilla y hermosa. Una súplica que, en labios de Bocelli, se transforma en oración cantada.
Testimonio público de fe
La escena, grabada por uno de los asistentes y compartida en redes sociales, se ha hecho viral. No solo por el valor artístico del momento, sino por lo que significa en estos tiempos: un artista de fama internacional que no oculta su fe, que no teme rendir tributo a la Virgen en medio de sus vacaciones, y que recuerda al mundo que el arte nace de lo sagrado.
Bocelli ha dicho en varias entrevistas que la música fue para él, desde niño, un modo de acercarse a Dios. En Capri, su gesto fue también un regalo para los que estaban allí: un instante de belleza gratuita, un eco del Cielo en una isla de piedra y luz.
Italia, fe y música
Italia, tierra de santos y de artistas, sigue dando sorpresas como esta. Quizá por eso muchos vuelven de sus vacaciones en el Mediterráneo con algo más que fotos: vuelven con recuerdos de fe, de belleza, de alma. Como los que se llevó quien presenció el Ave María de Bocelli, no en un teatro, sino en la casa de Dios.
