¿Milagro? ¿Caridad cristiana? ¿Proyecto pastoral? No se engañen: lo que ha hecho la Diócesis de Almería con su seminario menor cerrado es un movimiento financiero de manual. En lugar de venderlo —como pretendían cuando se ahogaban en deudas—, han encontrado una mina de oro aún más rentable: transformarlo en centro de acogida de inmigrantes ilegales con la maquinaria subvencionada que tanto gusta en ciertos círculos eclesiales.
Gracias a una misteriosa donación millonaria (¿anónima o interesada?), se ha salvado el edificio… para sacarle rentabilidad a largo plazo. Porque lo que viene ahora no es un proyecto evangélico, sino un convenio tras otro, financiación pública, ayudas sociales, subvenciones por cama ocupada, itinerarios de inserción y formación con sello europeo, y reparto institucional con ONGs amigas. ¿El resultado? Negocio redondo sin pagar IBI.
El proyecto está liderado por el Servicio Jesuita a Migrantes, especialistas en esto de gestionar centros de acogida con discurso piadoso y ejecución profesional. Pero no están solos: se suman las Misioneras de Cristo Jesús, Cáritas, entidades de formación, empresas comprometidas… Toda una red “solidaria” bien engrasada que se mueve como pez en el agua en el ecosistema de la subvención.
Eso sí, lo presentan como “discernimiento”, “opción pastoral”, “respuesta esperanzadora”. Palabras suaves para camuflar lo evidente: un edificio sin uso que ahora se convierte en una fuente de ingresos estables, con sello eclesial, prensa complaciente y carta blanca para seguir opinando como si esto fuera parte de la misión apostólica.
Mientras tanto, los seminaristas se mandaron a Murcia “temporalmente” hace cuatro años (nunca volvieron), las vocaciones siguen en caída libre, y el evangelio de Jesucristo es sustituido por el evangelio de la logística migratoria.
Y luego se quejan de que la gente no diferencie entre Iglesia y ONG.