El algoritmo de TikTok puede salvar la Iglesia

Logo de TikTok sobre un fondo de fórmulas matemáticas y físicas complejas.

Puede parecer una provocación, incluso una contradicción: ¿cómo una herramienta que alimenta bailes virales, retos absurdos y hedonismo adolescente puede, a la vez, ser una vía de acceso a las verdades más profundas del cristianismo? Y sin embargo, está ocurriendo.

Las redes sociales, especialmente TikTok e Instagram Reels, han evolucionado hacia sistemas de distribución de contenido que ya no requieren que el usuario busque activamente nada. Basta con mostrar un mínimo interés por un tema —por ejemplo, lo religioso— para que el algoritmo comience a probar qué tipo de contenido dentro de ese campo provoca mayor atención, tiempo de visionado o interacción.

Y es ahí donde, de forma silenciosa pero real, está ocurriendo un fenómeno inesperado: cada vez más jóvenes descubren la riqueza de la liturgia católica —especialmente su dimensión estética, simbólica, trascendente— no por tradición familiar, catequesis parroquial o clases de religión, sino porque el algoritmo se lo muestra.

Un joven que ha visto un vídeo de una reflexión espiritual, de un sacerdote explicando la importancia del silencio o de una procesión solemne, muy probablemente recibirá después contenido relacionado: fragmentos de misas, explicaciones teológicas, imágenes de altares, casullas, incienso, canto gregoriano. Elementos que, por sí solos, transmiten la seriedad, el misterio y la belleza de una fe milenaria.

Estos vídeos, que acumulan millones de visualizaciones, están generando impacto. Hay jóvenes que han empezado a interesarse por la misa, por la liturgia, por la oración, no por una acción pastoral estructurada, sino porque su algoritmo ha detectado que ese contenido les conmueve más que otros. Porque la reverencia, el silencio, la belleza, mueven el corazón incluso en tiempos líquidos.

No es una estrategia pastoral planificada, es un fenómeno cultural espontáneo. Y es profundamente revelador. Las redes muestran de todo, sí, pero también detectan lo que funciona. Y si la liturgia tradicional —con su lenguaje simbólico, su solemnidad, su estética del misterio— impacta a los jóvenes, es porque contiene algo que habla al alma. Algo que ningún filtro de Instagram puede fabricar.

Esto plantea un reto y una esperanza. El Papa León XIV ya ha advertido recientemente de que la inteligencia artificial será uno de los grandes desafíos de la Iglesia. Y no le falta razón: es un mundo difícil de tutelar, plagado de peligros ideológicos, de fragmentación, de superficialidad. Pero también es un campo fértil. Porque incluso en este ecosistema caótico, las verdades permanentes —como siempre— terminan emergiendo.

La buena noticia es que la Iglesia no necesita forzar su mensaje. Solo necesita mostrar, con verdad y belleza, aquello que ha custodiado durante siglos. Y dejar que, incluso un algoritmo, lo propague. Porque cuando el corazón humano se encuentra con lo eterno, reconoce su hogar. Aunque sea en TikTok.