La masonería sigue siendo pecado grave: lo recuerda el obispo Strickland

La masonería sigue siendo pecado grave: lo recuerda el obispo Strickland

«¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas?» (2 Cor 6,14)

En un tiempo en que ciertos sectores eclesiales insisten en diálogos con todo y con todos, incluso con quienes han combatido abiertamente a la Iglesia, el obispo Joseph Strickland —cesado recientemente por Roma pero no por ello silenciado— ha recordado con firmeza una verdad incómoda para muchos: la pertenencia a la masonería es incompatible con la fe católica y constituye pecado grave.

Condenada desde siempre

Desde la bula In Eminenti de Clemente XII en 1738, pasando por Humanum Genus de León XIII en 1884, hasta la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1983, aprobada por San Juan Pablo II, la condena de la masonería ha sido constante, grave y doctrinalmente fundada.

¿Por qué? Porque la masonería propone una visión del mundo basada en el naturalismo, el indiferentismo religioso y la negación del señorío exclusivo de Jesucristo. Porque sustituye la gracia por el esfuerzo humano, la fe por la razón autónoma y la caridad cristiana por una filantropía genérica sin referencia a la Verdad revelada.

¿Solo una sociedad benéfica?

Algunos, incluso dentro de la Iglesia, argumentan que hoy la masonería es solo una sociedad filantrópica. Strickland responde con claridad: la caridad sin verdad no es caridad.

Los ritos secretos, los juramentos oscuros y el relativismo doctrinal siguen vigentes en las logias, aunque se vistan de actos benéficos. No basta con hacer el bien: hay que hacerlo en Cristo, por Cristo y para Cristo.

San Maximiliano Kolbe y la Inmaculada contra la masonería

El texto de Strickland recuerda la figura profética de san Maximiliano Kolbe, que presenció en 1917 una manifestación masónica frente al Vaticano con pancartas insultando al Papa. Su respuesta fue fundar la Milicia de la Inmaculada, consagrada a la conversión de pecadores, y de manera explícita a la conversión de los masones, no por odio, sino por caridad.

La Inmaculada sola ha recibido de Dios la promesa de victoria sobre Satanás, escribió el mártir franciscano. En tiempos en que algunos eclesiásticos parecen más interesados en dialogar con la logia que en combatir sus errores, la claridad de Kolbe y Strickland brilla como un faro.

¿Y si un católico ya es masón?

La respuesta pastoral del obispo es clara: sal de ahí. La pertenencia a la masonería es pecado grave. Impide recibir la Sagrada Comunión. Pero la misericordia está siempre abierta: arrepentimiento, confesión y abandono total de la logia.

Una advertencia de amor

Strickland lo dice sin rodeos: Esto no es dureza, sino amor. Amor que previene. Amor que advierte del veneno. La Iglesia no odia a los masones; les desea la salvación. Pero no puede bendecir una estructura fundada sobre el rechazo de Cristo.

Quien ame la luz, no puede pactar con las tinieblas. Quien pertenezca a Cristo, no puede tener comunión con quienes niegan su divinidad. No se puede servir a dos señores.