Con motivo del Día de Hispanoamérica, que se celebra el 2 de marzo, el cardenal Robert Prevost, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, ha dirigido un mensaje a los fieles del continente en el que subraya el papel fundamental de la esperanza en la vida de la Iglesia y en la transformación social.
Bajo el lema «Historia de esperanza», el cardenal reflexiona sobre cómo la fe cristiana ha sido una fuente inagotable de fortaleza para los pueblos latinoamericanos a lo largo de la historia.
En su mensaje, el cardenal Prevost recalca que la esperanza cristiana no es un simple optimismo o una aspiración futura, sino una certeza arraigada en la fe: “La certeza de que Jesucristo ha vencido ya a la muerte, a la esclavitud y al pecado. Más aún, la certeza de que esta victoria no es un mero hecho del pasado, sino que se dilata hasta el presente, en toda circunstancia y lugar”. Para el purpurado, esta convicción es lo que permite a los fieles enfrentar los desafíos actuales sin caer en el desánimo.
Asimismo, destaca que la esperanza no es solo una inspiración, sino una fuerza concreta que impulsa a los creyentes a caminar juntos en comunión y servicio. *“La esperanza no es un mero horizonte ‘inspirador’, un lema ‘motivador’ o una suerte de ‘sueño utópico’ para salir de nuestro inmediatismo. La esperanza es mucho más que todo ello. Es la seguridad existencial, que se nos regala como gracia, de que la compañía de Jesucristo en nuestras vidas es auténticamente contemporánea”*, señala en su mensaje.
La presencia de Dios en la historia y los signos de los tiempos
El cardenal también enfatiza la importancia de reconocer la acción de Dios en medio de las dificultades y desafíos sociales. Citando al papa Francisco en su bula Spes non confundit, recuerda que la Iglesia tiene la misión de discernir los signos de los tiempos y encontrar en ellos señales de esperanza: “Es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia”.
En este sentido, el cardenal Prevost resalta que, si bien América Latina enfrenta numerosos problemas sociales, económicos y políticos, Jesucristo sigue actuando de manera discreta pero transformadora en las comunidades: “El principal ‘signo de los tiempos’ es el propio Jesucristo, que es preciso reconocer en el interior de las heridas y de los sufrimientos de nuestros pueblos. Jesucristo siempre suscita, de manera discreta pero eficiente, conversión, comunión, fraternidad y misión”.
Un continente de esperanza y transformación
El mensaje del cardenal Prevost también destaca la confianza del papa Francisco en que América Latina puede ofrecer al mundo nuevos modelos de desarrollo que combinen justicia, reconciliación y progreso, sin perder su identidad cristiana. “América Latina es el ‘continente de la esperanza’, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora”, recuerda citando una homilía del Santo Padre en 2014.
En este contexto, el purpurado hace un llamado a los misioneros que trabajan en el continente para que renueven su compromiso evangelizador durante el próximo Año Jubilar, asegurando que su labor es fundamental para mantener viva la esperanza en las comunidades más necesitadas.
Conversión y unidad
Para concluir su mensaje, el cardenal Prevost pone bajo la intercesión de la Virgen de Guadalupe el destino de los pueblos latinoamericanos, pidiendo su ayuda para que cada cristiano pueda contribuir a la renovación de la Iglesia y del mundo. “Quiera la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Guadalupe, transformar nuestros corazones para que, renunciando a nuestros orgullos y apegos, podamos continuar haciendo de los pueblos americanos auténticas ‘historias de esperanza’”.
El mensaje del presidente de la Pontificia Comisión para América Latina resuena como un llamado a mirar el futuro con confianza, a reconocer la presencia de Dios en la realidad cotidiana y a trabajar juntos para construir sociedades más justas y fraternas, fundamentadas en la esperanza que no defrauda.
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