La historia de España está llena de personajes ambiguos, figuras que, por un lado, parecían ser parte de la estructura eclesiástica y, por otro, terminaban sirviendo a intereses contrarios a la Cristiandad.
Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Don Opas, el obispo visigodo que, en el siglo VIII, optó por la traición, facilitando la invasión musulmana. Su figura resurge hoy con una fuerza simbólica inquietante al comparar su actitud con la de ciertos obispos actuales y, en última instancia, con el propio Papa Francisco.
Don Opas, el arquetipo del clérigo colaboracionista
Según las crónicas medievales, Don Opas era un obispo de Toledo que, en el momento crítico de la defensa del Reino visigodo, se inclinó por la diplomacia con los invasores musulmanes, apostando por la rendición en lugar de la resistencia. Se dice que convenció al noble Don Julián para que facilitara la entrada de los musulmanes en la península, y, cuando el rey Rodrigo intentó organizar la resistencia, Don Opas lo recibió con un discurso de resignación, llamándole a someterse.
Su papel como agente de la desmoralización cristiana es indiscutible. En vez de alentar la defensa de la fe, predicó la rendición como un mal menor. Esta actitud, lejos de ser un caso aislado de la historia, se repite una y otra vez en momentos de crisis, y en el siglo XXI encontramos paralelismos más que evidentes.
Obispos de hoy: pacificación, diálogo y capitulación
Los tiempos han cambiado, pero la actitud sigue siendo la misma. Hoy, los Don Opas contemporáneos no se alían con los musulmanes invasores, sino con las ideologías dominantes: la ideología de género, la cultura woke, la relativización doctrinal y la secularización de la Iglesia. Frente a un mundo que ataca sin piedad los principios cristianos, muchos obispos han optado por la estrategia de la rendición disfrazada de pastoral.
La predicación del Evangelio ha sido sustituida por la retórica del diálogo, pero no un diálogo apologético ni evangelizador, sino un diálogo de sumisión. Las diócesis se pliegan sin resistencia a los cambios de la sociedad, celebrando la agenda 2030, acallando a sacerdotes fieles a la doctrina y promoviendo una fe aguada que no ofenda a nadie. ¿No es esto una forma de entregar la Iglesia a manos del enemigo, como hizo Don Opas con el reino visigodo?
El papel del Papa Francisco: el gran legitimador de la entrega
Si en la España visigoda Don Opas fue un traidor local, hoy tenemos una figura aún más grande que legitima esta rendición desde la cúspide: el Papa Francisco. Desde su llegada al trono de Pedro, ha actuado como el gran pacificador, el que siempre pone paños calientes a los conflictos doctrinales, el que se sienta con enemigos de la Iglesia y fustiga a quienes defienden la ortodoxia.
La lógica de su pontificado es la misma que la de Don Opas: mejor adaptarse que resistir. En vez de defender la identidad católica frente a la secularización, ha promovido el ecumenismo sin contenido, el ambientalismo como nueva fe y la amnistía moral para los errores doctrinales. Cada vez que la Iglesia ha tenido la oportunidad de reafirmar su misión en el mundo, Francisco ha optado por ceder, por suavizar, por tender la mano al adversario sin exigir nada a cambio.
¿Aprendemos de la historia?
La historia nos dice que la rendición de Don Opas no trajo paz ni estabilidad, sino el colapso de la España visigoda y la imposición del dominio islámico durante siglos. ¿Acaso creemos que la rendición actual de los obispos y del propio Papa traerá algo diferente? La estrategia de la sumisión siempre acaba con la derrota del que cede.
Los fieles tienen dos opciones: resignarse y seguir a los nuevos Don Opas o, como hicieran Pelayo y los suyos en Covadonga, resistir aunque parezca que todo está perdido. Porque, al final, la historia nos enseña que los que no se arrodillan ante el mundo son los que terminan reconstruyendo la Cristiandad.