Hoy la noticia de la Comunidad de Lanceros de España no puede ser otra que dar gracias a Dios y recordar la primera visita que san Juan Pablo II hizo a España, un 31 de octubre de 1982, hace precisamente cuarenta años.
La Comunidad de Lanceros, que siguió de cerca y sin perder ripio el magnífico Congreso sobre Benedicto XVI, celebrado en el CEU, no sale de su asombro ante el silencio episcopal por el 40 aniversario de la primera visita de san Juan Pablo II a España. El silencio de la Conferencia Episcopal Española, bajo el mandato de los Omellas, es una proclamación de su desorientación y de su indignidad. Ni un comunicado, ni una nota, ni una declaración que recuerde al Papa santo en España.
Parece mentira que haya tenido que ser un cardenal de la santa Iglesia católica romana, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, el que venga a España a recordar el histórico viaje que el Papa santo hizo a nuestro país. Hasta el momento, ni un solo obispo español, que sepamos, se ha atrevido a mentar ese viaje. Ni un solo obispo titular de las 18 ciudades que visitó el papa santo.
Ese viaje fue el comienzo de un cambio en la Iglesia española. Quizá sea eso lo que no quieran rememorar. La Iglesia entonces estaba en manos del arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, presidente de la Conferencia Episcopal, en sustitución del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, todavía arzobispo de Madrid, en febrero de 1981. Monseñor José Delicado Baeza, arzobispo de Valladolid, era el vicepresidente. Desde junio de 1982, el entonces obispo de León, Fernando Sebastián Aguilar, era el secretario general de la CEE. Luego dejó de ser obispo de Léon para dedicarse a la Secretaría General.
“Testigo de Esperanza” fue el lema de la visita apostólica, que recorrió 18 ciudades (Madrid, Ávila, Alba de Tormes, Salamanca, Guadalupe, Toledo, Segovia, Sevilla, Granada, Loyola, Javier, Zaragoza, Montserrat, Barcelona, Valencia, Moncada, Alcira y Santiago de Compostela). Juan Pablo II pronunció en España un total de 57 discursos. Pero los actos centrales de la visita fueron: la Misa de las Familias de la plaza de Lima de Madrid, el 2 de noviembre, en la que participaron en torno a millón y medio de personas, y el encuentro con los jóvenes, en el estadio Santiago Bernabeu, donde participaron en torno a medio millón de personas.
En la Plaza de Lima Juan Pablo II habló sobre la importancia fundamental de la familia en los siguientes términos: “La familia cristiana se construye desde el matrimonio, que es sacramento, imagen del amor de Jesucristo a su Iglesia, visibilización del amor de Dios. La gracia sacramental del matrimonio debe ser renovada constantemente. Un camino adecuado y fecundo para la renovación de la gracia de este sacramento es la constante conversión del corazón.
El matrimonio cristiano es una comunión de amor indisoluble, que exige plena fidelidad, de modo que cualquier ataque a la indisolubilidad matrimonial, a la par El matrimonio es asimismo una comunidad de amor indisoluble ordenada la vida, como continuación y complemento de los mismos cónyuges. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre si no se protege a un inocente o si se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?”.
Cuando después de diez días, concluyó su visita en Santiago de Compostela, se refirió a los españoles con estas palabras: “Con mi viaje he querido despertar en vosotros el recuerdo de vuestro pasado cristiano y de los grandes momentos de vuestra historia religiosa. Sin que ello significase invitaros a vivir de nostalgias o con los ojos puestos sólo en el pasado, deseaba dinamizar vuestra virtualidad cristiana. Para que sepáis iluminar desde la fe vuestro futuro y construir sobre un humanismo cristiano las bases de vuestra actual convivencia”.
Eso sí, ayer el cardenal Omella publicó en Twitter el siguiente mensaje: “En estos días, los que conmemoran Halloween celebran la muerte. Los cristianos, en cambio, celebramos la Vida Eterna. Tú eliges.” Ya se ve que lo más importante en estos días es Halloween.
Diego Lanzas
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