Rod Dreher: «Occidente en el precipicio»

Rod Dreher: «Occidente en el precipicio»

(Publicado por Rod Dreher en The American Conservative)-Buenos días desde Budapest. Al despertar he visto las noticias de que los rusos están moviendo la artillería pesada para hacer la guerra total a los ucranianos, que tienen el descaro de resistirse a Moscú. Quieres gritar. Quieres que se abra el cielo y que llueva fuego sobre Vladimir Putin por hacer esto.

También he visto una cita del Ministro de Finanzas francés diciendo: “Las sanciones impuestas a Rusia son extremadamente eficaces. Estamos librando una guerra económica y financiera total contra Rusia. Vamos a provocar el colapso de la economía rusa”. Si sabes francés, lee:

Les sanctions infligées à la Russie sont dune efficacité redoutable. Nous livrons une guerre économique et financière totale à la Russie.
Nous allons provoquer leffondrement de l’économie russe. pic.twitter.com/NqB36CbWX4

— Bruno Le Maire (@BrunoLeMaire) March 1, 2022

 

Dos pensamientos me asaltan al mismo tiempo: 1) Bien, Putin se lo merece por lo que está haciendo, y 2) Dios mío, esto realmente podría significar la Tercera Guerra Mundial.

En serio: un alto ministro del gobierno de una gran potencia occidental se jacta abiertamente de que Occidente está librando una “guerra económica y financiera total” contra Rusia, una superpotencia con armas nucleares. Es obvio que Occidente está haciendo exactamente eso, pero el hecho de que este hombre esté en la televisión jactándose de ello es aterrador. Desquiciante, incluso. Está claro que la locura ha sobrepasado a Putin, pero una locura reactiva también nos sobrepasa a nosotros. Si el objetivo es castigar al máximo a Rusia por lo que está haciendo a Ucrania, sin importar el riesgo, entonces tiene sentido. Pero si el objetivo superior es evitar la Tercera Guerra Mundial, bueno, esta no es la manera de hacerlo.

Tampoco es esto: los pilotos ucranianos están de camino a Polonia para recoger aviones de combate.

Todo esto me resulta muy familiar. Les ahorraré otro paseo por la nostalgia, hasta la época entre el 12 de septiembre de 2001 y el día de 2003 en que lanzamos la guerra arbitraria contra Iraq. Pero les digo que, si estuvieron allí, recuerden el mismo fervor moral, la misma certeza de que teníamos razón al hacerlo, de que todo iba a salir bien porque, como se jactó Karl Rove en su momento, “creamos nuestra propia realidad”. Recuerden, o deberían recordar, cómo cualquiera que dijera “Aguarda, espera un momento” era ridiculizado como débil, antipatriótico y todas esas cosas. La gente tiraba el vino francés por el desagüe (porque Francia no apoyaba la guerra) del mismo modo que hoy se tira el vodka ruso. Las Dixie Chicks [banda de música country-pop] perdieron su audiencia y su fama por oponerse a la guerra. Y así sucesivamente… y miren lo que pasó.

Unos años después, una administración demócrata estaba en la Casa Blanca. La agitación estalló en Libia, gobernada entonces por el brutal Muammar Qaddafi. La OTAN -una alianza puramente defensiva, se supone que debemos creer- dirigió ataques aéreos contra Gadafi, derribando su gobierno. El vídeo de la captura de Gadafi por sus enemigos se hizo viral, al igual que las imágenes de su cadáver. Una triunfante secretaria de Estado, Hillary Clinton, se jactó cómicamente antes de una entrevista en 60 Minutes: “Vinimos, vimos y él murió”.

Libia pasó de ser una dictadura gobernada por un bruto a un Estado fallido gobernado por muchos brutos, donde prosperaba el extremismo islámico, se compraban y vendían esclavos humanos y a través del cual se canalizaban hordas de emigrantes con destino a Europa. Años más tarde, después de dejar el cargo, el presidente Obama dijo que no haber previsto y planificado el orden posterior a Gadafi fue el peor error de su presidencia.

Creamos nuestras propias realidades cuando hacemos la guerra… pero no son necesariamente las realidades que queremos crear. Putin lo está descubriendo ahora mismo en Ucrania, que pensó que caería rápidamente. Sin embargo, ahora los rusos están llevando la artillería pesada y van a desatar el infierno sobre esa pobre gente. Es despreciable, y sí, los rusos deberían pagar un precio por lo que están haciendo. Pero hay que tener en cuenta que lo más importante, ahora, para los líderes occidentales es evitar que la guerra se convierta en una guerra mundial.

Nadie quiere hablar de esto ahora, porque Rusia se está comportando mal en Ucrania, y reflexionar sobre cómo el mundo ha llegado a este punto sería como no apoyar a los sufridos ucranianos. Resistan ese impulso: es el mismo error emotivo que gente como yo cometió después del 11-S, cuando cualquier cuestionamiento de la propuesta de guerra contra Iraq se sentía como no apoyar a los muertos del 11-S. Lee este útil hilo:

Todos los que hicieron esas advertencias eran realistas en política exterior. Su objetivo era evitar la guerra. Nadie les escuchó. Y aquí estamos. Nada de esto excusa la decisión de Putin de hacer la guerra a Ucrania -la culpa, en última instancia, es suya-, pero eso no excusa a nuestros líderes por tomar decisiones políticas que ayudaron a que llegáramos a este punto.

Y ahora estos mismos líderes están librando una guerra económica y financiera total contra Rusia, a la vez que arman a los ucranianos. Están haciendo que sea terriblemente tentador para Rusia, ya que su economía se derrumba prácticamente de la noche a la mañana, arremeter militarmente contra un país de la OTAN… en cuyo caso, bienvenido a la Tercera Guerra Mundial. Esto no es una broma. Esto no es un “qué pasaría si”. Esto está sucediendo en tiempo real.

Miren, sin embargo, lo que el corresponsal jefe de política exterior de la NBC, sobre el terreno en Ucrania, está haciendo: tratar de incitar a la OTAN a la guerra.

¡Esto no es periodismo, sino que es una defensa de la guerra de una de las mayores cadenas de televisión de Estados Unidos! Esto es propaganda. Russia Today, la cadena financiada por el Estado, está siendo obligada a dejar de emitirse en Occidente y en internet porque tenemos que protegernos de la propaganda rusa pro-guerra. Pero a los propagandistas estadounidenses pro-guerra se les permite, ya ven, porque sí.

Vean este monólogo de 20 minutos del programa Tucker Carlson Tonight del lunes por la noche. Es una de las cosas más importantes que verán y escucharán esta semana:

 

En serio, por favor, véanlo – especialmente si son liberales. Tucker señala la absoluta locura de los altos cargos de este país, políticos y militares retirados, que abogan por una guerra a tiros con Rusia, y utilizan el conflicto de Ucrania para reprimir la disidencia interna. Observen especialmente que el senador demócrata Mark Warner dijo al Washington Post que ha tenido una respuesta positiva de los gigantes tecnológicos de EE.UU. en respuesta a su petición de que eliminen la “propaganda rusa” de sus plataformas. Como señala Tucker, ¿qué define la “propaganda rusa”? En la misma presentación de Tucker aparecen las demócratas Nancy Pelosi y Barbara Lee comparando la guerra de Rusia contra Ucrania con la oposición republicana a las propuestas demócratas sobre el derecho al voto. ¿No ven a dónde va esto? Cualquier cuestionamiento de la política estadounidense hacia Rusia en esta guerra va a ser denunciado como “propaganda rusa”. Tenemos una Primera Enmienda, pero si las obedientes empresas tecnológicas empiezan a ceder a las peticiones de los legisladores estadounidenses para que retiren la “propaganda” de sus plataformas, la disidencia será condenadamente silenciada. Esto es exactamente lo que advierto en Vivir sin mentiras: no es necesario tener un Estado con poderes totalitarios para lograr un resultado totalitario si los oligarcas de la tecnología y otras figuras de alto nivel de la clase gobernante están de acuerdo.

Gracias a Dios, Tucker Carlson todavía puede emitir. No sé cuánto tiempo más se le permitirá hacerlo. Lo que está señalando, enfrentándose a las mentiras de las que vive el rebaño, es que el pueblo estadounidense está siendo empujado a una guerra a tiros con una Rusia con armas nucleares por una clase dirigente que ha ido de una guerra a otra en los últimos veinte años, y que nunca ha rendido cuentas por sus catastróficos fracasos. ¿A cuántos generales del Pentágono se les ha hecho rendir cuentas por sus mentiras y fracasos en Afganistán? A ninguno. Y así sucesivamente.

Tucker también dice que lo que vemos desplegar ahora, en tiempo real, es un presentimiento de cómo el régimen va a reprimir a todos los que desprecia y a cualquiera que disienta de su orden. Dice un escritor de Los Ángeles:

¿Ven todo lo que se les está haciendo a los rusos ahora por parte de los líderes democráticos liberales de Occidente, ignorando su sabiduría o justicia, simplemente porque los rusos son malos y cualquier cosa que les hagamos está justificada? Si no creen que esto se va a volver contra los conservadores políticos y religiosos que disienten de las prioridades de la clase dirigente, se están engañando. Esto no es una defensa de los rusos; es un recordatorio de que siempre que la clase dominante neoliberal logra un consenso para atacar a su supuesto enemigo, las consecuencias pueden ser devastadoras.

Los acontecimientos son muy fluidos mientras escribo, pero lo que temo que surgirá en EE.UU. de esta catástrofe es la determinación total de las élites gobernantes de atacar a cualquier crítico del orden neoliberal y sus prioridades, desprestigiándolos como aliados de Putin. Todos esos cristianos conservadores que están ansiosos por apuntarse a la causa del cambio de régimen en Moscú por su loable simpatía por los sufridos ucranianos y por el rencor antirruso reflejo de la Guerra Fría, se encontrarán con que la misma espada de la guerra financiera y económica total, y otras cosas, se volverá contra ellos en casa. Recuerden mis palabras.

Por último, he aquí un ensayo de Tanner Greer elogiado por Tucker Carlson al principio de su monólogo. Se titula “Pausing At The Precipice”, y todos ustedes deberían leerlo. Extractos: “Ninguna de estas acciones [de Estados Unidos, la UE y la OTAN] es tan audaz como la invasión rusa que las precipitó. Son una respuesta natural, proporcional e incluso predecible a la decisión de Putin de resolver la cuestión de la nacionalidad ucraniana por la fuerza de las armas. Sin embargo, es precisamente la naturalidad de nuestra política de la que debemos ser cautelosos. Una reacción justa puede ser una reacción peligrosa. Los imperativos de la acción ocultan una fea verdad: en el campo de la política del poder lo que más importa son los resultados, no las intenciones. No frenar y examinar los supuestos y las motivaciones que hay detrás de nuestras elecciones puede llevarnos a tomar decisiones que nos parezcan correctas en el momento, pero que no salvaguarden nuestros intereses, ni aseguren nuestros valores, ni reduzcan el coste humano de la guerra a largo plazo”.

Greer continúa hablando de un libro de 2019 de Michael Mazarr sobre el proceso de toma de decisiones que condujo a la guerra de Iraq. “Para descubrir cómo Estados Unidos se lanzó de cabeza a la catástrofe”, escribe Greer, “Mazarr leyó todas los memorándums de la administración, rastreó todo el material disponible de fuente abierta sobre los debates previos a la guerra y entrevistó a casi todos los implicados, excepto al propio George W. Bush”.

Lo que Mazarr descubrió no fue que la Administración Bush mintiera intencionadamente para llevarnos a Iraq. Lo que descubrió fue algo aún más inquietante: que nadie en los niveles superiores de la Administración Bush discutió realmente si era algo que debíamos hacer o no.

“Nadie nunca se preguntó: “¿Debemos invadir?”. En su lugar, debatieron preguntas como “si decidimos invadir, ¿qué debemos hacer para prepararnos?” y “cuando invadamos, ¿cuáles deben ser nuestros objetivos?”. Mazarr explica esta curiosa falta de pensamiento previo, el punto de origen del razonamiento motivado que produjo tanto errores de evaluación por parte de la inteligencia como exigencias de acción innecesariamente precipitadas, como un subproducto de los imperativos morales.

En resumen, la discusión sobre la guerra no se lleva a cabo de forma racional, en términos de debatir los pros y los contras, sino que se trata más bien de ensamblar razonamientos para apoyar políticas que ya se han decidido por razones morales. En el caso de la guerra de Iraq, la idea era que Estados Unidos tenía que hacer algo tras el 11-S; ese “algo” resultó ser esta catastrófica guerra contra Iraq. Los responsables de la toma de decisiones consideraron que invadir Iraq era lo correcto, y se convencieron a sí mismos de ello. Veamos lo que dice Mazarr, citado por Greer; los énfasis son de Greer: “Este enfoque para llegar a los juicios nos permite ver la decisión sobre Iraq como lo que fue: una sensación insidiosa (o repentina y poderosa) de que una determinada medida era lo correcto, basado en simples reglas o convicciones más moralistas o normativas que analíticas. Y el hecho de que la decisión tuviera este carácter nos permite comprender mejor muchos aspectos aparentemente confusos de la misma: el lenguaje moralista que rodeó el proceso político, la resistencia a la disidencia y el rechazo a tomar riesgos en serio. Los juicios que se realizan en este estado de ánimo tienen más el cariz de la fe que el de la toma de decisiones consecuencialista, más en común con la revelación que con el cálculo. Cuando las personas aplican valores sagrados, llegan a tener una convicción casi irreflexiva en lo que hacen. Es correcto -se siente que es correcto, desde las profundidades de su bien afinado juicio intuitivo- y los argumentos prácticos tienen poca cabida en ese proceso de pensamiento”.

Así es como nos precipitamos al desastre de Iraq. Y así es como nos estamos precipitando hacia cualquier desastre mucho mayor que nos espere a la vuelta de la esquina. Todos podemos ver lo que Putin está haciendo a Ucrania y estar indignados por ello, con razón. Pero eso no significa que todo lo que podamos hacer para castigar a Rusia por su injusta guerra sea sensato. Pocas personas en posiciones de poder parecen estar pensando en eso ahora, aunque Rusia no sea una potencia del Tercer Mundo como Iraq. En su lugar, la máquina de fabricación de consentimiento se está acelerando, como dicen Tucker Carlson y Tanner Greer. Hablando de las cosas que Occidente está haciendo ahora para castigar a Rusia, Greer afirma: “Se puede hacer una defensa convincente de cualquiera de estas medidas. Es muy posible que todas ellas, combinadas con las demás opciones que se están debatiendo ahora en las capitales occidentales, logren frenar la agresión rusa, reforzar la defensa a largo plazo de la OTAN o disuadir a países como China de repetir el libro de jugadas ruso en lugares como Taiwán. Es posible. Sin embargo, los acontecimientos están pasando rápidamente. El rápido despliegue de estas políticas no sugiere una campaña de presión cuidadosamente calculada, sino un intento apresurado de satisfacer las demandas de nuestros propios imperativos morales.

La lógica del imperativo ha llevado a Occidente al desastre en otras ocasiones. Debemos estar atentos para que no nos lancemos ciegamente a la catástrofe una vez más”.

Léanlo todo. Piénsenlo. Aunque la mayoría de los estadounidenses en este momento no quieren que Estados Unidos entre en acción militar directa con Rusia por esto, a muchas de las personas que nos dirigen no les importan nuestros intereses. Y no importa lo que aleguen The New York Times, el Consejo de Relaciones Exteriores y Twitter, decir eso no convierte a Vladimir Putin en un buen hombre.

“Vinimos, vimos, él murió, ¡ja, ja, ja!”: Hillary Clinton ya no está en el gobierno, pero no duden ni por un segundo que gente con su mentalidad es la que manda. Y los principales medios de comunicación son de la misma clase. Glenn Greenwald está totalmente pendiente de ellos: 

Y:

Recuerden, en marzo de 2003, la mayoría de los estadounidenses apoyaba la guerra contra Iraq.

Recuerden que en agosto de 1914, la mayoría de los europeos pensaba que la Primera Guerra Mundial era una buena idea.

Y si ese tipo de concesión para salvar la cara es inaceptable, ¿sería satisfactoria cualquier concesión menor? ¿O el objetivo es la humillación total de Putin? ¿O incluso eso sería insuficiente? ¿Debe Putin (y su país) sufrir un castigo? ¿Y qué satisfaría esa exigencia? ¿El país empujado a la depresión económica? ¿Asfixiado por la hiperinflación? ¿El propio Putin depuesto en un golpe de estado y llevado ante el tribunal de La Haya o colgando de un poste de luz?

Es difícil decirlo con seguridad porque Occidente sigue en modo de reacción. Putin actúa y nosotros reaccionamos. Eso nos ha llevado sorprendentemente lejos, mucho más lejos de lo que creía probable. Pero ahora que hemos proclamado el principio (“esto no puede quedar así”) y hemos actuado sobre él en forma de sanciones paralizantes, necesitamos desesperadamente empezar a pensar en más de un movimiento hacia adelante.

¿Dónde está la rampa de salida de Putin? ¿Cómo podemos indicarle esa dirección y hacer que se mueva hacia ella? ¿Qué nos haría estar dispuestos a conceder un alivio de las sanciones? ¿Cómo podemos evitar que una situación increíblemente tensa entre en una espiral de escalada que lleve al mundo entero al borde del desastre?

Si este ritmo de acontecimientos continúa, es posible que lo sepamos en los próximos días.

Publicado por Rod Dreher en The American Conservative

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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