El Vaticano pone fin a tres años de disputas. La posición del grupo de Flandes, que ha accedido a la eutanasia a pacientes psiquiátricos no terminales durante tres años, es inaceptable para los propios hermanos.
(tempi.it)- Los Hermanos de la Caridad tendrán que abandonar sus hospitales en Bélgica, 15 instituciones psiquiátricas que, según la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya no pueden considerarse católicas. Abrir la puerta a la eutanasia es inaceptable para los cardenales y obispos, a quienes habían apelado los propios miembros de la congregación, que se enfrentaron duramente con los hermanos de Flandes.
Han pasado tres años desde que la rama belga de la organización religiosa publicara un documento que admitía la inyección letal dentro de los actos médicos que pueden llevarse a cabo en los institutos: «Tomamos en serio el sufrimiento insoportable y desesperado de nuestros pacientes, así como sus solicitudes de eutanasia -así se actualizaba la sección «ética» del portal Broeders van Liefde-. Por otro lado, queremos proteger la vida y garantizar que la eutanasia se practique solo si no hay otra posibilidad de proporcionar una perspectiva razonable de cuidado para el paciente».
LA OVACIÓN DE LOS SECULARISTAS
El documento había sido acogido con ovaciones y aplausos por parte de todo el país: «finalmente», desde que la eutanasia había sido legalizada, los frailes dejarían de obligar a los médicos a «ir en contra de su conciencia», escribió el pionero de la buena muerte, Wim. Distelmans. «Finalmente la última reliquia del paternalismo de los sacerdotes ha sido reemplazada por la autodeterminación del individuo», comentaba el parlamentario Jean-Jacques De Gucht.
EL ATAQUE DEL SUPERIOR DE LOS FRAILES
En cambio, el superior general de la congregación, el hermano René Stockman, estaba enfurecido, después de recordar continuamente a la hermandad, sin resultado alguno, el carisma de la orden y haber solicitado la intervención de la Santa Sede. «He intentado varias veces hablar con ellos, pero se negaron, diciéndome que estaban dispuestos a hablar solo sobre el modo en cómo desarrollarían la eutanasia. Para mí, sin embargo, solo podía haber diálogo sobre la esencia del problema y no sobre la aplicación de la eutanasia», explicaba el hermano Stockman a tempi.it, relatando los desarrollos de una historia que, reinterpretada en los días de la pandemia, tiene un carácter surreal: ¿cómo es posible que una realidad católica dedicada al cuidado de los más frágiles en todo el mundo, con misiones desde África Central a Sudán del Sur, a China, y pionera en el campo de la atención de la salud mental en Bélgica, haya abierto las puertas al secularismo?
LA DESOBEDIENCIA AL PAPA
Con dolor, el hermano Stockman se ha tenido que enfrentar a la negativa de los belgas a dar un paso atrás: ninguna reflexión ante las advertencias de los obispos locales, ninguna adhesión escrita al magisterio de la Iglesia sobre la intangibilidad de la vida humana y el carácter inaceptable de la eutanasia (y, en consecuencia, la negativa absoluta de llevarla a cabo en las instituciones de las que dependen), como solicitó oficialmente el papa Francisco, por lo que «a partir de ahora, también en nuestros institutos se podrá matar con la eutanasia y esto es totalmente contrario a nuestro carisma. Obviamente, tendremos que tomar las medidas necesarias y, si no quieren cambiar su posición, ya no podrán disfrutar del estatus de institutos católicos, y no podrán ser parte de nuestra congregación».
EL DESAFÍO AL VATICANO
La disputa ha durado tres años. Tres años de enfrentamientos y conflictos con el consejo de administración de la Provincialat des Frères de la Charitè asbl a la que los frailes habían confiado la gestión de las estructuras belgas: un consejo de administración que incluía a 12 miembros laicos -entre ellos, también el ex primer ministro belga Herman Van Rompuy- y solo tres personas consagradas, dos de las cuales (a quienes no se les renovó el mandato en 2018) habían apoyado la decisión de incluir la eutanasia como un acto médico posible bajo ciertas condiciones. Según Van Rompuy y socios de la época, la era de «Roma locuta causa finita» había acabado hace mucho tiempo y no habría tenido la última palabra sobre el final de la vida. La reacción de los Hermanos de la Caridad, más allá de las fronteras y del Vaticano, fue inmediata y rápidamente se le pidió al hospital que diera marcha atrás. En respuesta, el consejo de administración envió un largo comunicado en el que se quejaba de falta de diálogo y se reiteraba que la posición de aceptar la inyección letal para pacientes psiquiátricos no terminales era «perfectamente compatible» con la doctrina católica.
TORMENTA EN LA IGLESIA
Siguieron las audiencias, siete reuniones entre los distintos dicasterios, encuentros entre los representantes de los Hermanos de la Caridad y la sociedad gestora, las intervenciones de la Conferencia Episcopal belga, la publicación de documentos sobre el acompañamiento de los pacientes. El obispo Jan Hendriks, auxiliar de Amsterdam, fue enviado en visita apostólica, pero tampoco él pudo encontrar en Bélgica ningún deseo de llegar a «una solución viable que evite cualquier forma de responsabilidad de la institución debido a la eutanasia».
En el capítulo general de la congregación, en julio de 2018, los Hermanos de la Caridad habían reafirmado ceder «en la sacralidad y el respeto absoluto de cada vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural» al solicitar que «cada hermano, miembro asociado y otros asociados con la misión de la congregación» adhiriese «a la doctrina de la Iglesia católica sobre las cuestiones éticas». Pero fue de poca utilidad.
ROMA LOCUTA CAUSA FINITA
El 30 de marzo, una larga carta firmada por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, y por el secretario, arzobispo Giacomo Morandi, puso fin a la disputa: «La enseñanza católica afirma el valor sagrado de la vida humana», «la importancia de cuidar y de acompañar a los enfermos y discapacitados», así como «el valor cristiano del sufrimiento y el carácter inaceptable moralmente de la eutanasia» y «la imposibilidad de introducir esta práctica en los hospitales católicos, incluso en casos extremos, así como colaborar en relación a esto con instituciones civiles».
Según la Congregación, «la posición del grupo de los Hermanos de la Caridad en Bélgica no responde a los principios», porque «rechaza el absoluto del respeto por la vida», refiriéndose, entre otras cosas, a la ley belga sobre la eutanasia que conduce a la «aceptación de modo claro» de la posibilidad de eutanasia para pacientes psiquiátricos no terminales, y deja al médico «la responsabilidad y el derecho de aceptar la solicitud de eutanasia o de rechazarla», excluyendo así que el hospital tenga la posibilidad de tomar una decisión que pueda interrumpirla. Además, se mantiene la posibilidad de practicar la eutanasia en el hospital «con la justificación de evitar a los miembros de la familia la molestia de tener que encontrar otra solución».
«YA NO SOIS ENTIDADES CATÓLICAS»
Con «profunda tristeza», por lo tanto, la Congregación ha decidido que «los hospitales psiquiátricos administrados por la asociación Provincialat des Frères de la Charité asbl en Bélgica ya no podrán considerarse más entidades católicas». Ahora la pregunta se ha desplazado más prosaicamente a nivel organizacional: los hospitales surgen dentro de la propiedad de los Hermanos de la Caridad y la compañía administradora tendrá que encontrar una solución. Para suplantar a los pioneros de la atención de salud mental y continuar ofreciendo la eutanasia a los pacientes más frágiles.
Publicado por Caterina Giojelli en tempi.it.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.