
El cardenal Raymond Leo Burke explica en el libro Esperanza para el mundo que la conferencia episcopal es una estructura creada para ayudar a los obispos en la atención pastoral de su grey, pero no una corporación nacional de obispos que les controla y dicta lo que deben hacer.
«Excelencia, en el juicio final, compareceré ante el Señor y no ante la conferencia episcopal». Esta fue la afirmación del entonces arzobispo de Saint Louis, Raymond Leo Burke, cuando otro obispo le reprochó que hubiera hecho declaraciones públicas sobre un asunto sobre el que la conferencia episcopal aún no se había pronunciado. Ante este reproche, Burke respondió que la conferencia episcopal no debe reemplazar la misión del obispo en su propia diócesis, que es gobernar su grey y proclamar la fe.
Así lo cuenta el propio Burke en su entrevista con Guillaume d’Alançon, recogida en el libro Esperanza para el mundo, tras afirmar que «la conferencia episcopal, que indudablemente es algo bueno, también puede crear un sentimiento de falsa unidad que consiste en estar siempre de acuerdo horizontalmente, superficialmente, pero las grietas aparecen en cuanto se abordan cuestiones fundamentales». Este es el relato del cardenal:
Por ejemplo, recuerdo que en 2004 pedí a políticos católicos que hicieran que sus acciones públicas concordaran con la ley moral enseñada por la Iglesia; en caso contrario, ya no sería posible para ellos recibir la comunión. Para mí fue necesario abordar esta cuestión porque es un escándalo violar la ley moral públicamente y, después, acercarse a recibir la comunión.
En 2004, cuando me trasladaron de la diócesis de La Crosse a la archidiócesis de Saint Louis, algunos periodistas informaron de mis declaraciones en ese sentido. Poco tiempo después, durante el encuentro de verano de la conferencia episcopal de los Estados Unidos, hubo una viva discusión sobre esta práctica disciplinaria de la Iglesia. Algunos de mis hermanos en el episcopado me dijeron incluso que no debemos castigar a los políticos católicos cuya actividad política es desordenada. Tal como lo veo yo, esto no tenía que ver con ser castigados, sino sencillamente con el hecho que algunas personas no pueden recibir la comunión.
Un obispo me dijo: «Excelencia, no debería haber dicho lo que ha dicho, porque la conferencia episcopal aún no se ha pronunciado a este respecto». Respondí que la conferencia episcopal no debe reemplazar la misión del obispo en su propia diócesis, que es gobernar su grey y proclamar la fe. Y añadí: «Excelencia, en el juicio final, compareceré ante el Señor y no ante la conferencia episcopal». Pienso que, por desgracia para nosotros, hemos perdido el sentido de la realidad espiritual de la Iglesia. Ciertamente, las estructuras son importantes, pero deben estar inspiradas por una visión eclesiológica sólida.
El obispo diocesano, primer profesor de la fe en su diócesis
A la pregunta de si un obispo está limitado por las estructuras administrativas a nivel diocesano o nacional, el cardenal Burke responde que «el obispo diocesano es, por mandato divino, el primer profesor de la fe en su diócesis, el primer liturgista, el primer pastor». Por tanto, las estructuras administrativas diocesanas y las conferencias episcopales «no pueden quitarle de ninguna manera sus responsabilidades en cuestiones relacionadas con la enseñanza de la fe, su ofrecimiento personal de la Sagrada Liturgia y el hecho de que debe asegurarse que ésta se celebre de manera correcta y válida en su diócesis».
Las estructuras administrativas han sido creadas para ayudar al obispo, recuerda el purpurado, pero no disminuyen para nada la responsabilidad que le incumbe de gobernar a su grey.
«El cargo de obispo diocesano es de derecho divino y la conferencia episcopal es una estructura de la ley eclesial positiva, creada para ayudar a los obispos en la atención pastoral de su grey, pero no es una corporación nacional de obispos que les dicta lo que deben hacer y les controla», recalca. Del mismo modo, aclara que «la conferencia episcopal no puede representar a los obispos de un territorio basándose en la sola autoridad de la conferencia.»
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