Este 24 de mayo, la diócesis de Cuernavaca, fieles del pueblo santo de Dios, hombres y mujeres de buena voluntad, iniciaron una nueva caminata por la paz encabezados por su obispo, Ramón Castro Castro. Las calles de la capital morelense se pintaron de blanco, el color de la paz, y que es también ajeno a la de los partidos políticos. Alrededor de 17 mil almas caminaron, unos orando, otros cantando y bailando, gritaban loas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe… Once caminatas desde que el obispo de Cuernavaca impulsó esta iniciativa por la descomposición del estado y la ausencia de uno de los valores más preciados: la paz.
En la entrega de las luces, tomadas del cirio pascual que anuncia la resurrección del Señor, los caminantes de la esperanza veían en esa llama la única que podría transformar las cosas del Estado de Morelos, agobiado por los escándalos, la corrupción, sometido por el crimen organizado que ha construido un gobierno paralelo en colusión con el gobierno oficial que ha traicionado la confianza que el pueblo les otorgó a través del voto. El obispo de Cuernavaca no cesó en denunciar lo que agobia a los morelenses y, quizá, a miles de mexicanos a lo largo y ancho del país: Desaparecidos, el interminable viacrucis de las madres buscadoras, los familiares de los asesinados a causa de la violencia, la depredación de la tierra y de los recursos por manos criminales, la colusión e impunidad de quienes, desde el poder, han permitido que el sistema político se haya transformado en una maquina asesina que enluta a miles de hogares en México.
La caminata por la paz del 2025 no sólo asumía el dolor de esas mujeres y hombres, también la de los hijos de la Iglesia. Apenas esta semana, la arquidiócesis de León, Guanajuato, lamentó y deploró la descomposición del tejido social al conocerse el demencial asesinato de siete jóvenes de San Bartolo de Berrios, municipio de San Felipe, en la arquidiócesis de León. El arzobispo Jaime Calderón Calderón denunció lo que muchos viven en carne propia, la encarnizada lucha y disputa de territorios como si México ya viviera una balcanización que provoca la agonía del Estado al punto de una fase terminal de la institucionalidad y el orden, ausente de muchas regiones de la República mexicana.
Frente al delirio de la danza de cifras que “todo está bajo control”, la realidad es contrastante. Negocios quiebran y se construye una soterrada narcoeconomía que sume a muchos en la desesperación al ver quebrados sus negocios antes que contribuir con el círculo de la destrucción; niños y jóvenes, no obstante las ayudas que según les permiten “construir el futuro”, son captados por estas redes delincuenciales que les ofrecen lo que nadie más, el dinero fácil conseguido por el poder de las armas.
Ramón Castro Castro concluyó su mensaje con el ánimo a no perder la esperanza y tomar fuerzas para no cesar en la lucha por cambiar este ruin estado de cosas que ha legitimado a la violencia y a la corrupción como esenciales al gobierno. En muchas ocasiones, se había advertido de la necesidad de cambiar las cosas “antes de que fuera demasiado tarde”. ¿Llegamos a un punto sin retorno?
