Lo que llama a los obispos a extremar su vigilancia y la atención a sus sacerdotes. Ese es su principal deber porque ellos son sus manos, sus ojos y su voz en las diócesis.
Cierto que hay casos que sorprenden a todos cuando se producen y al obispo también. Por mucha atención que haya puesto. Ahí no hay más remedio que actuar a posteriori. Y hacer lo que haya que hacer para intentar remendar como se pueda el descosido. Pero ha otros que se ven venir. Sin que se haga nada por atajarlos. Los sé hasta yo que evidentemente no pertenezco al gremio clerical. Donde todos se conocen y mucho. Lo que no quiere decir que se sepan todas las conductas pues las hay que no trascienden hasta que explota el escándalo.
Hay por ejemplo un caso de homosexualidad conocida que está en muchas bocas. Y que cualquier día puede estallar. Lo que a mí me ha llegado y por diversas fuentes ha tenido que saberlo el obispo salvo que viva en Babia. Y por circunstancias que ahora no voy a decir le iba a salpicar bastante. Tengo afecto personal al obispo pero es claro que un simple seglar no es quien para irle con comentarios sobre alguien de pluma manifiesta. El obispo sabrá lo que hace pero debe saber también que tendrá que apechar con el escándalo si llegare. Y me da que puede llegar.
Claro que hay que limpiar a la Iglesia de toda basura humana pero eso no es cosa mía pues no tengo la menor autoridad en ella. Cosa por otra parte que tranquiliza mucho mi conciencia. Me haré eco del escándalo, si llegare, y si no seguiré punto en boca. Aunque sabiendo que en otras bocas no hay punto. Al menos en conversaciones particulares.
Pues, a la espera. Deseando que la espera no estalle. Más que por el personaje, que siempre me pareció lamentable, e incluso por el obispo, al que tengo afecto, porque el Pueblo de Dios no se merece tanto escándalo. Que en mí, aunque me duela mucho, no afecta en nada a mi amor a la iglesia pero que a otros puede llevarlos hasta a perder la fe.