Hakuna: luces y sombras de un fenómeno juvenil

Hakuna: luces y sombras de un fenómeno juvenil
El pasado sábado, Rivas-Vaciamadrid fue escenario de un acontecimiento que no puede pasar inadvertido: Hakuna congregó a más de 25.000 jóvenes en el Auditorio Miguel Ríos. Un concierto multitudinario, con teloneros como 84 o Siempre Así, guitarras, luces y un megaescenario en el que sonaron los temas más conocidos del grupo, con cientos de millones de reproducciones en plataformas digitales.

Un fenómeno musical poco común en España

Desde el punto de vista musical, Hakuna ha logrado algo inusual en nuestro país —aunque con precedentes en América y en el ámbito protestante—: que los jóvenes escuchen pop católico, que se familiaricen con letras de fe y que se reúnan para cantar a Cristo. Este hecho, entendido como proyecto artístico de inspiración religiosa, es indudablemente positivo. Muchas personas se acercan por primera vez a la fe gracias a sus canciones, y ese fruto merece ser reconocido.

Cuando la música se convierte en movimiento

El problema surge cuando Hakuna deja de ser solo un grupo musical y se configura como un movimiento eclesial “innovador”, con prácticas espirituales y litúrgicas propias, que a menudo se apartan de la tradición de la Iglesia. Lo que nació como éxito artístico se ha transformado en torno a un carisma con métodos y formas muy particulares.

El Santísimo tratado con ligereza

Un aspecto especialmente delicado es el modo en que Hakuna expone y adora al Santísimo Sacramento. Puede parecer un detalle secundario, pero en realidad toca el núcleo mismo de la fe: creemos en el Dios que se hace realmente presente bajo la humilde apariencia del pan. La forma en que se presenta y se adora este misterio no es, por tanto, un asunto accesorio, sino esencial.

En Hakuna, el Santísimo corre el riesgo de diluirse en lo cotidiano. Aparece en la playa, en el jardín entre mantas y guitarras, o incluso en el backstage de un concierto, rodeado de micrófonos y cables. Casi siempre sin custodia, colocado en muebles improvisados de aspecto minimalista. Así, lo que debería ser signo de trascendencia se convierte en un elemento integrado en la vida del grupo, sin el silencio ni la reserva que la Iglesia siempre le ha reconocido.

Tras el concierto de Rivas se difundió un vídeo inquietante: el Santísimo colocado en el backstage, en una esquina de un camerino decorada con una sábana y cuatro macetas. El video muestra el movimiento de técnicos, músicos e incluso un buffet de comida. Y en ese contexto, la Presencia Real, sobre un palé de madera, parece reducida a un objeto más entre cables y preparativos.

Aunque se haga con buena intención, el riesgo es claro: se transmite a los jóvenes que la Eucaristía puede tratarse de cualquier manera, sin la sacralidad que merece. Y esto, a la larga, erosiona el sentido de lo sagrado y vacía de significado templos, altares, sagrarios y custodias. ¿Para qué, si Cristo puede exponerse de cualquier modo en cualquier lugar?

Un perfil sociológico limitado

Otro aspecto discutible, aunque menos grave, es la homogeneidad social del movimiento. Hakuna está estrechamente vinculado a determinados colegios, universidades y ambientes culturales. Esto no es necesariamente un defecto —todo carisma nace en un contexto—, pero sí supone una limitación. Un movimiento católico debe tender a la universalidad, a reunir a personas de diversos orígenes. Cuando queda asociado casi exclusivamente a una clase social, es un signo preocupante.

La urgencia de una corrección pastoral

En una Iglesia debilitada en la aplicación de la doctrina y de las normas litúrgicas, el riesgo de que errores graves se multipliquen sin control es muy elevado. Resulta llamativa la ausencia de una corrección clara por parte de los obispos sobre la forma adecuada de tratar al Santísimo Sacramento. No es sencillo intervenir frente a un movimiento juvenil y exitoso, pero hay aspectos que exigen una seria advertencia pastoral.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando