El principio que guio aquella reforma no fue un capricho lingüístico, sino la exigencia de fidelidad marcada por la instrucción Liturgiam authenticam, promulgada en 2001 por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
La claridad de Liturgiam authenticam
El documento, aún en vigor, estableció un cambio de rumbo frente al estilo libre de las traducciones anteriores. En el n. 20 dice:
“La traducción de los textos litúrgicos no es una obra creativa, sino de transmisión fiel. El texto traducido debe expresar con exactitud el contenido del texto original, sin omitir ni añadir nada, ni tampoco introducir paráfrasis o glosas. En particular, los términos de importancia doctrinal se han de traducir con la mayor fidelidad y exactitud.” (Liturgiam authenticam, 20).
Y en el n. 56:
“Los términos propios de la tradición doctrinal de la Iglesia han de conservarse tal cual, incluso si su comprensión exige una catequesis adecuada. No corresponde al traductor diluir su fuerza.”
Es decir: la traducción no debe adaptarse a la supuesta “comprensión inmediata” de los fieles, sino transmitir íntegramente lo que la Iglesia profesa.
El caso del español: “de la misma naturaleza”
En la versión oficial en castellano, el Credo dice:
“Engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre.”
Aunque no sea errónea, la expresión es ambigua. Consubstantialem traduce el griego homoousios, término dogmático definido en Nicea para salvaguardar la plena divinidad de Cristo contra el arrianismo. Decir “de la misma naturaleza” puede sonar correcto en términos filosóficos, pero no refleja con la misma fuerza que Cristo es de la misma sustancia, es decir, que comparte el mismo ser divino del Padre.
No se trata de un matiz menor: los Padres conciliares discutieron y sufrieron por esa palabra. Hoy, sustituirla por un giro más suave es una pérdida de precisión teológica y de continuidad con la tradición.
El precedente del pro multis
Ya ocurrió algo parecido con las palabras de la consagración. Durante décadas se tradujo pro multis como “por todos los hombres”. La Santa Sede intervino y ordenó la corrección a “por muchos”, explicando que:
- El texto debía ser fiel a las palabras de Jesús en los Evangelios.
- La traducción debía evitar interpretaciones teológicas reductivas.
Tras resistencias iniciales, la corrección se implementó. Y con ella se recordó que la liturgia no es un campo para la creatividad subjetiva, sino la oración oficial de la Iglesia.
El procedimiento para cambiarlo
¿Quién tendría la autoridad para introducir “consustancial” en el Credo en español?
- Las Conferencias Episcopales de lengua española son las encargadas de elaborar y aprobar la traducción común del Misal.
- Esa propuesta debe enviarse a Roma para recibir la confirmatio del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
- Aunque tras Magnum principium (2017) se dio más autonomía a las conferencias, los puntos doctrinales clave —como es el caso de consubstantialem— siguen requiriendo revisión y confirmación de la Santa Sede.
En otras palabras: la iniciativa debería partir de los obispos de habla hispana, pero la aprobación final es de Roma.
¿Una cuestión pastoral?
El argumento más repetido contra la introducción de “consustancial” es pastoral: “los fieles no entienden la palabra”. Pero la instrucción vaticana ya respondió a esa objeción: la solución no es rebajar el texto, sino acompañarlo con catequesis.
Si se catequizó a generaciones enteras con términos como “transubstanciación” o “inmaculada concepción”, ¿qué dificultad insuperable puede presentar “consustancial”?
Conclusión
En 2011, el mundo angloparlante dio un paso valiente: abandonar el cómodo “one in Being” para recuperar el dogmático y preciso “consubstantial”. En castellano seguimos atados al ambiguo “de la misma naturaleza”.
La pregunta es sencilla: si Roma corrigió el inglés en 2011 y el pro multis en todas las lenguas, ¿no ha llegado la hora de aplicar el mismo criterio en español? La fidelidad doctrinal lo exige, Liturgiam authenticam lo reclama, y los fieles tienen derecho a profesar la fe de Nicea con las mismas palabras que salvaron a la Iglesia del arrianismo: Cristo es, verdaderamente, consustancial con el Padre.
Sería una buena manera de celebrar el aniversario de Nicea.
