Como católicos, no hay lugar para la tibieza

Como católicos, no hay lugar para la tibieza

Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca.
– Ap 3,16

(Christina M. Sorrentino en Catholic Exchange)-La pandemia mundial provocada por el coronavirus nos ha brindado la oportunidad de replantearnos nuestras prioridades.

¿Es concebible que nuestro Señor nos esté llevando a hacer una elección definitiva entre alinearnos con Él o ponernos en su contra? Es imposible servir a dos señores; debemos optar por amar de todo corazón al Padre o al mundo, pero no a ambos (véase Mateo 6,24 y 1 Juan 2,15). La tibieza es un pecado contra el amor de Dios, y el Catecismo de la Iglesia Católica la define como «una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad» (2094).

En nuestra fe católica no hay lugar para la tibieza ni la ambigüedad. Las enseñanzas de la doctrina y la moral católicas no son meras sugerencias; exigen una adhesión coherente y nunca deben darse por sentadas. Tenemos que tomar una decisión clara: abrazar plenamente a Dios o rechazarlo por completo. No estamos llamados a ser selectivos en nuestro catolicismo, escogiendo lo que se ajusta a nuestras preferencias, como cuando elegimos los platos de un menú. Cristo y la Iglesia son inseparables; no podemos tener el uno sin la otra. Cristo es la cabeza, y nosotros somos el cuerpo, unidos como uno solo. La Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio forman un todo unificado que no puede separarse.

Uno no puede sostenerse por sí mismo sin el otro, ya que todos somos la forma en que recibimos la Revelación Divina de Dios. San Alfonso de Ligorio dijo: «¿Es, pues, la tibieza causa de tanta ruina? Sí, trae consigo una gran ruina, y el mayor mal es que su ruina no es conocida y, por consiguiente, los tibios, especialmente los sacerdotes, ni la evitan ni la temen. La mayoría de ellos naufragan en esta roca ciega de la tibieza, y por eso muchos de ellos se pierden. La llamo roca ciega, porque el gran peligro de perdición a que están expuestos los tibios consiste en que su tibieza no les permite ver los grandes estragos que produce en el alma. Muchos no quieren separarse del todo de Jesucristo; quieren seguirle, pero quieren seguirle de lejos, como san Pedro, que, cuando el Redentor fue prendido en el huerto, le seguía de lejos. Pero los que así obran caerán fácilmente en la desgracia que le sucedió a san Pedro, quien, acusado por una criada de ser discípulo del Redentor, negó tres veces a Jesucristo».

La presencia de un catolicismo tibio es destructiva y no tiene cabida en la Santa Iglesia Católica.  Incluye una falta de catequesis sólida y una expresión diluida o aguada de la fe católica. A menudo, hay una deficiencia en la enseñanza de los principios morales, que son esenciales para que los católicos desarrollen una conciencia bien formada y hagan juicios morales sólidos basados en las verdades de la fe. ¿Cómo pueden los laicos comprometerse eficazmente con las cuestiones políticas y sociales si no poseen conciencias bien formadas? El mensaje de los Evangelios pretende ir a contracorriente de la cultura imperante, desafiando sus normas pecaminosas y el intento de eliminar a Dios de la sociedad.

La cultura circundante está evolucionando rápidamente, con una fuerte inclinación a erradicar el cristianismo de la sociedad. Estamos siendo puestos a prueba y confrontados por el mundo, y Dios nos llama a permanecer firmes en nuestra fe y a comprender nuestra verdadera identidad como hijos de la luz. Como hijos e hijas del Padre, debemos optar por defender y sostener la verdad, respondiendo con inmenso amor para ayudarnos unos a otros a alcanzar la salvación y la vida eterna con nuestro Dios Trino.

Creer en el Evangelio como católico no es una cuestión de elección; debemos reconocer y aceptar su verdad como parte de la Palabra inspirada de Dios. ¿Cómo podemos contrarrestar la confusión cultural y oponernos a las normas imperantes si nosotros mismos no estamos firmemente arraigados en nuestra fe católica? Como católicos, estamos llamados a establecer una relación con Cristo y a esforzarnos por lograr la unión perfecta con Él, lo que requiere amarle de todo corazón con todo nuestro ser.

Si elegimos ser tibios, nos alejamos de la invitación de Dios a experimentar su amor divino y rechazamos su amorosa guía. A través de nuestra fe católica, hemos sido bendecidos con la verdad impartida por Cristo mismo. Cuando nos negamos a aceptar este don extraordinario, no solo rechazamos la verdad, sino también a Cristo. No podemos abrazar un catolicismo tibio y al mismo tiempo abrazar a Cristo. No hay lugar en el cielo para los cristianos tibios.

Publicado por Christina M. Sorrentino en Catholic Exchange

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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