El que fuera arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, siempre tuvo fama de hablar claro, razón, quizá, por la que se le aceptó la renuncia nada más cumplir la edad canónica. Ahora The Pillar le entrevista tras las muertes sucesivas de Benedicto XVI y el cardenal Pell y se muestra aún más crítico de lo habitual.
Porque, como afirma en la entrevista, “decir la verdad es polarizante; es lo que hizo que mataran a Jesús”. Se refiere, en este caso, a los dos grandes de la jerarquía católica muertos en el espacio de pocos días, el Papa Emérito y el cardenal australiano George Pell; y ese decir la verdad de ambos personajes, continúa, “explica el desprecio, el resentimiento y las mentiras directas dirigidas a ambos hombres a lo largo de los años, incluso de personas que se describen a sí mismas como cristianas”.
Con el segundo coincide en su visión crítica del ‘sínodo de la sinodalidad’, apenas un poco menos demoledor que el australiano: “Sobre el resultado, no tengo ni idea. Sobre el proceso, creo que es imprudente y propenso a la manipulación, y la manipulación siempre implica deshonestidad. La afirmación de que el Vaticano II de alguna manera implicaba la necesidad de la sinodalidad como una característica permanente de la vida de la Iglesia es simplemente falsa. El concilio nunca sugirió eso ni de lejos. Además, fui delegado del sínodo de 2018, y la forma en que se introdujo de contrabando la «sinodalidad» en la agenda fue manipuladora y ofensiva. No tenía nada que ver con el tema del sínodo de los jóvenes y la fe. La sinodalidad corre el riesgo de convertirse en una especie de Vaticano III en versión ‘light’; un concilio continuo a una escala mucho más controlable y maleable. Eso no serviría a las necesidades de la Iglesia ni de su pueblo”.
Y agrega: “Serví un período en el Consejo Permanente del Sínodo de los Obispos a partir de 2015. Y recuerdo algunas discusiones breves sobre la dificultad de celebrar otro concilio ecuménico debido a la gran cantidad de obispos en la actualidad. Pero desconfiaría mucho de la idea de que la sinodalidad pueda de algún modo ocupar el lugar de un concilio ecuménico en la vida de la Iglesia. No existe la tradición de que los obispos deleguen su responsabilidad personal hacia la Iglesia universal en un número menor de obispos, por lo que cualquier desarrollo de este tipo debería ser examinado y discutido con mucho cuidado antes de cualquier intento de implementación. Ese no es el espíritu actual o la realidad de lo que está pasando”.
Siempre respetuoso, no puede decirse, sin embargo, que transmita un gran entusiasmo por la marcha de la Iglesia bajo la guía del Papa reinante. Recuerda cómo su amigo el cardenal Francis George le dijo poco antes de morir que “los cardenales en el cónclave le pedían al Papa que reformara la Curia romana, no que “reformara” la Iglesia”.
Cree Chaput que “los discursos anuales del Santo Padre a la curia han sido excesivamente oscuros” y duda que “inspiren o motiven a nadie”.