“El nombramiento de Juan Antonio Aznárez como arzobispo castrense sorprendió a todos, incluso a él mismo… o a casi todos. Una designación en la que tienen mucho que ver -además de la dejadez del Gobierno y las cesiones de Casa Real- los papeles jugados por el actual arzobispo de Pamplona (y anterior castrense), Francisco Pérez, y el entorno del cardenal Rouco Varela. Sí, de Rouco Varela, que sigue mandando, y mucho, en determinados entornos”. Así reacciona Jesús Bastante al nombramiento del nuevo arzobispo castrense de España.
Qué buena noticia. Que esta elección no le guste a este medio nauseabundo ―a pesar de que la última palabra la tuvo, oh, el Papa Francisco― es la mejor noticia que uno podría leer. Ya está. No necesito saber nada más de Aznárez: ha sido una buena elección.
Bastante alerta: Aznárez cuenta con el beneplácito tanto de los Kikos como de la Obra; y, para más inri, su llegada al arzobispado castrense “quiere servir como contrapeso conservador en las negociaciones con el Gobierno, donde tanto Omella como Osoro apuestan por un entendimiento cada vez más difícil, dada la precariedad numérica del Ejecutivo de coalición y las presiones de la ultraderecha”. La “ultraderecha”; ay, Jesús, qué sistémicos y predecibles sois.
Según Bastante, “los que siempre han mandado”, es decir, el maléfico Rouco y sus espías, “continúan con su labor, con la inestimable anuencia del Nuncio, que no se sabe a qué carta juega”. Bien, Bernardito, no les gustas; la misma lógica de antes: si no les gustas a éstos es que estás siendo un nuncio excelente.
“Tal vez porque quienes deberían” ayudar al nuncio en su tarea “no han considerado, conveniente, hasta ahora, jugar con las cartas del enemigo. Tal vez sea el momento”, prosigue Bastante. Ojo, camarilla antirouquiana, esto suena a amenaza. Poneos las pilas, que éstos no se andan con chorradas y carecen de escrúpulos; bueno, eso ya lo sabéis.
Termina Bastante diciendo que este nombramiento es “un paso más en la estrategia conservadora cuyo principal objetivo, a corto plazo, es la de asegurar la sucesión en Pamplona”, “un territorio que siempre ha obsesionado al sector comandado por el Cardenal”, escribe, refiriéndose al todopoderoso purpurado gallego.
Según ha podido saber Religión Digital, hay una serie de movimientos tendentes a, “átense los machos, colocar a José Ignacio Munilla al frente de la diócesis de Pamplona. Un Munilla señalado por muchos y al que desde hace meses se busca acomodo fuera de San Sebastián”. Oh, Munilla, el señor oscuro, el maldito; o sea, siguiendo la lógica, un buen obispo.
Por lo tanto, sólo queda felicitarse por este nombramiento. La Iglesia española puede estar de enhorabuena.