¿Quieren ‘luteranizar’ la Iglesia Católica?

¿Quieren ‘luteranizar’ la Iglesia Católica?

Hace medio milenio, la Iglesia se rompió en dos. No fue, en realidad, la Iglesia, que no puede romperse porque Cristo está con ella, pero millones de cristianos habrían de tomar entonces un camino que les alejaba y les mantiene alejados hasta hoy de la única Iglesia Católica Apostólica y Romana, Esposa de Cristo.

Hace este año medio milenio se produjo el cisma luterano, una herejía enormemente atractiva para unos príncipes y señores que se convertirían, al fin, en dueños del poder civil y eclesiático y de todas las riquezas de la Iglesia en sus dominios.

La Iglesia no se rompió, pero sí la civilización que había construido, la Cristiandad. Y la herida sigue abierta.

Pero esta dolorosa brecha que tanto han deplorado santos y Papas a lo largo de la Historia se presenta hoy, para asombro de muchos, como una efemérida que hay que celebrar. El propio Papa Francisco dijo el pasado jueves que «la intención de Martín Lutero hace quinientos años era renovar la Iglesia, no dividirla».

De hecho, como se ha hecho eco Infovaticana en numerosas ocasiones, se multiplican las ceremonias de acercamiento -siempre con los católicos cediendo- y las declaraciones halagüeñas hacia el heresiarca alemán.

El Vaticano incluso ha emitido un sello conmemorativo de quien, si hubiera triunfado por entero, hubiera arrasado el Vaticano hasta los cimientos, de quien hablaba de Roma como «la Gran Ramera del Apocalipsis».

La confusión es desconcertante para una mayoría de católicos educados en la fidelidad a la tradición y en la certeza de que solo la Iglesia Católica es la depositaria de la verdad inadulterada de nuestra fe y el protestantismo una herejía especialmente nociva, aunque solo sea por su enorme alcance.

Y es inevitable señalar que la actitud del Romano Pontífice no ayuda, precisamente, a despejar esta confusión. De vuelta de su viaje a Armenia, en el avión -¡ay, el Papa y los aviones!-, conversando con los periodistas, Su Santidad hizo las siguientes declaraciones sobre el particular:

«Creo que las intenciones de Martin Lutero no eran equivocadas; era un reformador. Quizá algunos de sus métodos no eran correctos, aunque en aquel tiempo, si lees la historia de Pastor -Pastor era un luterano que experimentó una conversión cuando estudió los hechos de ese periodo; se hizo católico-, vemos que la Iglesia no era exactamente un modelo a imitar. Había corrupción y mundanidad en la Iglesia; había apego al dinero y al poder. Esa era la base de su protesta. También era inteligente, y siguió adelante, justificando sus razones para hacerlo».

«Hoy, los luteranos y los católicos, y todos los protestantes, están de acuerdo sobre la doctrina de la justificación: en este punto esencial no estaba equivocado. Ofrecía un «remedio» para la Iglesia, y luego este remedio se volvió rígido en una disciplina, en un modo de creer, un modo de actuar, un modo de liturgia. Pero no era solo Lutero: era Zwinglio, era Calvino [] ¿Y detrás de ellos? Los príncipes, “cuius regio eius religio”. Tenemos que ponernos en el contexto de los tiempos. Es una historia que no es fácil de entender, no es fácil []»

«Luego las cosas siguieron adelante. Hoy el diálogo es muy buen y estoy convencido de que el documento sobre la justificación es uno de los documentos ecuménicos más ricos y profundos. ¿De acuerdo? Hay divisiones, pero también dependen de las iglesias».

La idea de un Romano Pontífice alabando públicamente a un hereje es ya en sí misma sorprendente; que lo haga precisamente con Lutero, el hereje que probablemente más daño ha hecho a su unidad en un milenio, es escandaloso y confuso para muchos. Es cierto que nada de lo que dice el Papa en sus charlas informales equivale a profesión de fe. Pero es el Papa, y nadie le va a escuchar como si sus declaraciones fueran las palabras de un ‘particular’.

Ha hecho bien el Cardenal Gerhard Müller, hasta hace poco prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en clarificar la posición de la Iglesia frente a la herejía luterana en unos momento en los que, desde fuera, se diría que hay muchos empeñados en ‘protestantizar’ la Iglesia Católica.

Cinco días después de las palabras del Papa en el avión de marras, Müller publicó un artículo en el periódico católico italiano La Nuova Bussola Quotidiana, en el que afirmaba sobre el movimiento iniciado por Lutero: «Desde el punto de vista de la doctrina de la Iglesia no fue una reforma en absoluto sino más bien una revolución, es decir, un cambio total de los cimientos de la fe católica».

Una vez más estamos ante ‘conversaciones privadas’, sin peso magisterial, o conceptos confusos pero interpretables desde un punto acorde con la Tradición. Pero es imposible sustraerse de la impresión de que la jerarquía eclesiástica habla, cada vez con más frecuencia, con dos voces.

Tampoco es difícil ver cuál de las dos visiones de la doctrina tiene las simpatías de quienes ocupan los puestos de mayor poder e influencia.

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