La asociación CRISMHOM (Cristianas y Cristianos de Madrid LGTBI+H), ha agradecido públicamente, a través de Religión Digital, al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, y a monseñor José Antonio Satué, nuevo obispo de Málaga, sus gestos de acercamiento hacia el colectivo homosexual en el ámbito eclesial.
En un comunicado difundido tras la V Asamblea de la Red Global de Católicos Arcoíris, celebrada en agosto, el cardenal Cobo pidió “sabiduría y prudencia para propiciar una Iglesia donde nos escuchemos unos a otros, de puertas abiertas, acogedora y fraterna”.
Por su parte, el obispo Satué, en declaraciones a la prensa tras la misa de inicio de su ministerio, afirmó que las religiones deben “hacer todo lo posible para que no pongan más motivos de sufrimiento, sino que ayuden a acoger a las personas tal y como son”.
CRISMHOM y la “Iglesia diversa”
El comunicado de CRISMHOM interpreta estas palabras como una validación de su propuesta de una “Iglesia diversa construida con piedras vivas”. El grupo afirma que los obispos deben actuar como “ostiarios”, abriendo puertas en lugar de cerrarlas, y rechaza cualquier propuesta de conversión que implique renunciar al llamado “don arcoíris”.
CRISMHOM presenta así su militancia en favor de una “Iglesia de brazos abiertos” como un signo de valentía evangélica y de fidelidad al espíritu de acogida que, según ellos, inspira las recientes iniciativas del Vaticano bajo el pontificado de Francisco y ahora de León XIV.
Una visión incompatible con la doctrina católica
Aunque CRISMHOM recurra a un lenguaje de acogida y diversidad, la realidad es que su planteamiento choca de frente con el Magisterio de la Iglesia, que enseña de forma clara e inequívoca que las relaciones homosexuales no pueden recibir aprobación ni bendición alguna (Catecismo, n. 2357; Congregación para la Doctrina de la Fe, 1986).
La auténtica pastoral de la Iglesia, recordada por Benedicto XVI y por la misma doctrina perenne, invita a acompañar a las personas con atracción hacia el mismo sexo, pero siempre en la verdad del Evangelio, que llama a la castidad y a la conversión, no a la legitimación de un “don arcoíris” inexistente en la Revelación.
La misión de la Iglesia: acoger y llamar a la conversión
La dignidad de cada persona exige respeto y acogida, pero este deber no puede confundirse con la aprobación de conductas objetivamente contrarias a la ley natural y a la enseñanza de Cristo.
La verdadera valentía evangélica no consiste en diluir la doctrina, sino en proclamar la verdad del matrimonio y la familia según el plan de Dios, aun cuando el mundo y ciertos lobbies presionen para transformar la Iglesia en una asamblea de intereses ideológicos.
