Me ha sorprendido lo de Guillermo Juan Morado

Y no lo que dice él,  a quien leo prácticamente todo lo que escribe y admirando siempre su sensatez y eclesialidad sino una serie de comentarios muy críticos con su último, ya penúltimo, post.

Lo había leído en su  momento y me pareció muy de recibo como todo lo suyo pero al encontrar tanta oposición, también algunos comentarios favorables pero menos,  volví a leerlo por si se me hubiera pasado algo y comprobé que confirmaba mi primera lectura y que en no poco coincidía con m modo de pensar que he expuesto en numerosas ocasiones. Ayer mismo al hablar de Wuerl.

La pederastia, el abuso sexual de jóvenes aunque ya no sean niños y las relaciones homosexuales de curas, obispos y cardenales me parecen espantosas y que hay que barrer ya, inmediatamente, de la Iglesia. Con tolerancia cero efectiva y no de bla, bla, bla. Coincidimos totalmente Guillermo Juan Morado y yo.

Es por otra parte evidente que hay una graduación en el mal entre el pederasta activo y el encubridor y el  que disimula. Bueno no es ninguno pero no son igual de malos. No es lo mismo el violador que después asesina a su víctima que el que sólo la viola aunque ambos sean actos espantosos. Ni tampoco el que llega a conocer la violación y por los motivos que sean: parentesco, amistad, miedo, ganas de evitarse complicaciones, no lo denuncia a la policía. La legislación civil tiene distintas penas para los distintos actos. Y me parece normalísimo. Incluso algunos de ellos que para la Iglesia son reprobables y más en un sacerdote, para la legislación civil no implican penalidad. Las relaciones consentidas de dos adultos del mismo o distinto sexo siempre que ese consentimiento no esté adulterado.

Sentado ese principio en el que Guillermo Juan y yo estamos de acuerdo, vamos a lo más discutible en lo que creo que también.

Hay, además de esa conducta en acto, que repudiamos y lamentamos con todas nuestras fuerzas, una arqueología pederastica o de simples abusos de no niños,  que a mí me parece morbosa en unos, malintencionada en otros y excesiva en no pocos. Bien está saber lo que sucedió, evidentemente criticable, pero el regodeo, que entiendo en enemigos de la Iglesia, me parece excesivo entre los católicos. Y las peticiones de perdón estúpidas. Yo no tengo que pedir perdón a nadie porque no abusé de ningún niño ni encubrí ningún abuso del que tuviera conocimiento. Si algún obispo, cardenal o Papa abusó o tuvo conocimiento de esos abusos que pida perdón él pero en su nombre. No por la Iglesia. Porque la Iglesia no viola niños ni adultos, no embaraza a nadie y ni siquiera toca culos como no sea en los bancos de los templos.

La arqueología está muy bien para conocer la antigüedad, en lo que esta se deje conocer, pero si condiciona la vida de alguien hasta el extremo de ser lo único que hay en su cerebro debería buscar tratamiento. Uno, que ha conocido a quien fue de los más ilustres arqueólogos españoles de todos los tiempos, y en cuya hermosa casa de Albarracín dormimos mi mujer y yo en  cama con dosel, que no es lo habitual, al menos en nosotros, era persona universal, de mil saberes y al que la arqueología había que sacársela casi con esfuerzo. Y habiendo sido mi mujer alumna suya en la Complutense. Pues ahora en la Iglesia a vivir de la arqueología pero no de la evangélica sino de la sexual preferentemente posconciliar. Porque casi todo es del posconcilio.

La legislación civil es mucho más misericordiosa que… ¡la Iglesia! Lo que ha prescrito no existe y punto. Puede ser objeto de libros de historia en el que unos quedarán bien y otros mal, y no todo historiador es creíble, pero los tribunales no tienen nada que decir. Salvo de los incontables crímenes de Franco, millones y millones, que se seguirán reclamando cuando ya no exista nadie que los haya cometido. Pues con la Iglesia igual.

Millones de violaciones, abusos, asquerosidades, de miles de curas, unos cuantos obispos y varios cardenales que han prescrito en su gran mayoría y no  pueden ser juzgados, si existieron. Ni recompensados civilmente. Algunos pensarán que de la Iglesia igual pueden sacar algo.  Y callados decenas de años hoy cuentan su historia. No digo que sea falsa, lo será o no, pero ¿por qué no antes? Si es que la hubo.

Luego está lo del perdón y la misericordia que parecen consustanciales a Cristo. Que perdona todo. Siempre que haya un mínimo arrepentimiento. Pues no entiendo sacar ahora algo de un cura que hace cuarenta años cometió un hecho grave o muy grave y que a partir de entonces llevó una vida digna, sin recaídas, o incluso ejemplar. ¿No estaremos haciendo el caldo gordo a los enemigos de la Iglesia?

Creo que Juan Morado sólo ha pretendido exponer con su habitual moderación y más que notable saber teológico todo o parte de esto. Que yo comparto totalmente. A ver si ahora profanadores de niños vamos a ser Guillermo y yo. Algunos se lo deberían  hacer mirar.

En un artículo posterior, con notable elegancia, sin darse por aludido, habla de los peligros de la lupa. Instrumento utilísimo para leer lo ilegible pero que puede convertir a una hormiga en un elefante. Con consecuencias muy peligrosas. Para la salud mental.

Guillermo: una vez más totalmente contigo.

http://www.infocatolica.com/blog/puertadedamasco.php/1808150805-un-informe-de-un-tribunal-de

 

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