
Siempre me pareció una cuestión mucho más política que religiosa y por eso no ha sido tema preferente en el Blog aunque es innegable que algunas connotaciones eclesiales tiene por lo que en ocasiones sí ha aparecido.
Y esas connotaciones son fundamentalmente dos.
La primera es una cuestión de hecho. Franco está enterrado en una iglesia. Y no por deseo de la Iglesia, que no pidió que le entregasen en cadáver sino por aceptación de la petición del Rey Juan Carlos I con el consentimiento de la familia del fallecido y del Gobierno de España. Ello implica que el Gobierno no puede entrar en la Basílica del Valle manu militari sino cumpliendo unos requisitos previos para disponer de lo ajeno. De un suelo que no es suyo y de unos restos que tampoco lo son. Creo que el que el Valle sea Patrimonio Nacional no modifica esto pues su uso lo tiene cedido a la Iglesia. El dueño de un piso si lo tiene alquilado no puede entrar en el mismo sin autorización del inquilino.
La segunda, histórica, es que Franco y las fuerzas que le secundaron en 1936 salvaron a la Iglesia en España de su desaparición a sangre y fuego. Casi 7.000 eclesiásticos asesinados, entre ellos doce obispos, e infinidad de iglesias profanadas, saqueadas, incendiadas… con la desaparición de infinitas obras de arte algunas de primera magnitud mundial excusan más pruebas. Curiosamente aquellos vándalos tenían también una extraña querencia a desenterrar cadáveres. De lo que hay abundante testimonio gráfico.
Leo hoy en un periódico andaluz un artículo del catedrático Rafael Sánchez Saus, con quien en tantas ocasiones coincido, ahora una vez más, que trata el tema como la cuestión política que ciertamente es pero que, dadas las connotaciones religiosas que he señalado, os lo enlazo para vuestra consideración si queréis leerlo. Seguro que unos lo compartirán y otros no.
https://www.diariodecadiz.es/opinion/articulos/Prisioneros-odio_0_1279672480.html