DEL TIBET AL INFIP

P Federico Highton, misionero en el Himalaya

DEL TIBET AL INFIP

Ayer, fue un gran día. Estaba en el Instituto de Filosofía Práctica hablando con un distinguido integrante de la Comisión Directiva y presidente de una Academia, a la cual pertenecí por un día, designado a propuesta del recordado Santiago de Estrada. En la comida posterior no pude soportar el elogio del presidente de la misma al presidente Alfonsín, tuve una violenta discusión y nunca volví. Ni siquiera presenté la renuncia porque ese abyecto chupamedia no merecía que perdiera el tiempo en redactarla

Este académico y viejo amigo, soporta que le diga que para mí la única academia venerable fue la fundada por Platón en los jardines de Academo y estábamos hablando de ordenar mi sucesión, cuando de repente irrumpió un viejo amigo, el padre Federico Highton, misionero argentino en el Tibet.

  De allí, el título de esta nota, porque en esta Argentina gris, con su catolicismo decadente, muchas cosas son posibles y como decía Napoleón, la palabra imposible está en el diccionario de los tontos. En estos casos, es Cristo que interviene y hace posible lo que parecía imposible.

Muchas veces he criticado en estas notas a un Episcopado impresentable, presidido por un obispo que ojea pero no ve la realidad; basta ver alguna foto de su conjunto y compararlo, por ejemplo, con el episcopado de Bielorussia, para observar la diferencia: ellos todos vestidos con dignidad, todos con sotana, mostrando su condición, los nuestros, contentos de ocultarla.

Ante tanto mamarracho clerical al servicio de políticas de baja estofa, de cuyas andanzas y escándalos nos enteramos por los diarios, aparece un sacerdote curtido por los fríos, con su sotana gastada, que no nos sermonea con vaguedades ni nos apesta con olor a oveja, sino que nos cuenta con sencillez lo que hace en sus tareas de anunciar hoy el Evangelio a los paganos.

No nos habló de su libro “Ad gentes. Introducción a la misión apostólica en tierras jamás evangelizadas”, ni de su ministerio que ejerció desde las cercanías del Polo Norte hasta las alturas del Himalaya, en esa zona  donde confluyen en una cuádruple frontera la India, el Tibet chino, Nepal y Bután; sí nos habló de las necesidades y carencias de sus poblaciones, donde en el siglo XXI, Jesucristo es el gran ausente.

El libro citado, lo escribió en la meseta tibetana “donde no hay bibliotecas para consultar, sillones donde descansar, mesas donde comer”. Y acá, ayer, estábamos cómodamente sentados en la Sala Soaje del INFIP, a metros de la biblioteca donada por el inolvidable Padre Julio Meinvielle a Guido Soaje Ramos para el naciente Instituto, que este año cumple 50. 

En ese momento irrumpieron una quincena de jóvenes de ambos sexos que llegaron para confeccionar unos carteles para una manifestación. Pertenecen a Cruz del Sur, un grupo que utiliza el INFIP como depósito, al ser desalojados del local de un grupúsculo de abogados, presidido por un arbitrario enemigo del diálogo, porque lo estaban pintando hace más de un año, pero acá se radicaron, porque nadie los molesta.

Esta muchachada no frecuenta la grandiosa biblioteca de Meinvielle enriquecida durante años por la gestión de Soaje, que mucho sabía, entre tantas cosas, de compra de libros; tampoco asiste a las conferencias del Curso Permanente de Figuras Ejemplares, de las cuales mucho podrían aprender, porque no les interesa; en cambio, los mueve fabricar más carteles y pancartas para manifestarse un día.

No advierten que podrían hacer las dos cosas: formarse y militar a la vez para no caer en el activismo. Siempre recuerdo la última vez que tuve un encuentro con Joe Baxter, en un bar de Las Heras y Pueyrredón, para ver que se podía hacer ante un problema en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La propuesta de Baxter fue muy simple: tomarla. Nunca más lo vi. Pero seguí su trayectoria: del activismo nacionalista al activismo marxista mezclado con la delincuencia común. Porque podrían aprender que en materia de praxis los marxistas son maestros. Deseo que los jóvenes de Cruz del Sur y sus anexos, recapaciten y no acaben como Joe Baxter.

También quiero expresar mi alegría porque dentro de poco, llegará desde Brasil donde vive nuestro querido amigo el Padre Víctor Sequeiros, antiguo rector del seminario de Ciudad del Este, en el Paraguay, que llegó a tener 200 aspirantes al sacerdocio. Misericordiado el obispo Livieres, tuvo que irse Sequeiros y no puedo saber si toda la empresa espiritual desapareció.

Sequeiros, hijo de nuestra añorada María Delia Buisel que murió perteneciendo a nuestra Comisión Directiva, vendrá al INFIP, celebrará la Misa tradicional y hablará luego en una tertulia acerca del Brasil de Lula, amigo del papa Francisco, enemistado con nuestro presidente. Ese día se cobrará entrada y los socios del INFIP que estén al día, pagarán la mitad. El INFIP en general y yo en particular estamos cansados de los vivos aprovechadores en estas ocasiones. Si tienen hambre vayan a otros lugares: la catedral transformada por el arzobispo en un gran comedor o algún comedero de los curas villeros, porque el INFIP solo podrá subsistir si sus amigos se transformen en socios y paguen las cuotas, excepto los casos de estado de necesidad o pobreza manifiesta.

Buenos Aires, julio 5 de 2024.                                                        Bernardino Montejano              

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