Un año de cárcel a dos jesuitas por encubrir décadas de abusos en Bolivia

Un año de cárcel a dos jesuitas por encubrir décadas de abusos en Bolivia

Un tribunal boliviano condenó este martes a los sacerdotes jesuitas españoles Marcos Recolons (81) y Ramón Alaix (83) a un año de prisión por encubrir los abusos sexuales cometidos durante décadas por el también jesuita Alfonso Pedrajas. La Fiscalía demostró que, mientras dirigían la orden en Bolivia, ambos tenían conocimiento de las acusaciones pero no las denunciaron, permitiendo que Pedrajas continuara en contacto con menores.

La condena marca un hito judicial: es la primera vez que altos cargos de la Compañía de Jesús enfrentan responsabilidad penal en Bolivia por encubrimiento. Sin embargo, la sentencia llega tras años de silencio e inacción, lo que refleja un patrón ya denunciado en reiteradas ocasiones: la estrategia de minimizar, retrasar o incluso cerrar casos que ponen en cuestión la credibilidad de la orden. No es casualidad que la defensa de los jesuitas intentara que el caso prescribiera antes de llegar a esta instancia judicial.

El diario de Alfonso Pedrajas reveló décadas de abusos

El caso salió a la luz en 2023 con la publicación del diario personal de Pedrajas, fallecido en 2009, donde el propio sacerdote admitía haber abusado de al menos 85 menores entre 1972 y 2000, muchos de ellos alumnos indígenas becados en un prestigioso internado. El documento, que debería haber motivado una reacción inmediata de transparencia y justicia, provocó en cambio un nuevo esfuerzo institucional por contener el daño y proteger la imagen de la Compañía.

En este sentido, la condena actual, aunque limitada en el tiempo de cárcel, representa un golpe simbólico contra esa cultura de encubrimiento. Tal como señalaron en su momento las investigaciones publicadas por InfoVaticana, el problema no radica únicamente en un agresor aislado, sino en la estructura que permitió y encubrió sus crímenes durante décadas.

Las víctimas reclaman justicia tras años de silencio

Pedro Lima, portavoz de una organización boliviana de sobrevivientes, celebró la sentencia asegurando: “Las víctimas han llorado y esperado justicia durante décadas”. Sus palabras reflejan la magnitud de una herida que no se cierra con un simple fallo judicial. El desafío ahora es que esta condena no se convierta en una excepción aislada, sino en el inicio de una verdadera purificación eclesial.

Mientras la Iglesia no asuma sin reservas la verdad sobre estos crímenes y rompa con la dinámica de encubrimiento, cada nuevo caso seguirá dañando su misión y credibilidad. Esta condena es un paso importante, pero insuficiente si no viene acompañada de un cambio radical de cultura en el seno de la Compañía de Jesús y de la Iglesia universal.

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