Cobo, el “orgulloso arzobispo”

Cobo, el “orgulloso arzobispo”

 

Madrid ha sido testigo de un hecho tan insólito como revelador. El cardenal José Cobo arzobispo de Madrid, ha prestado su bendición,porque eso es lo que significa enviar un saludo oficial,a la asamblea mundial de católicos LGTB. Sí, ha ocurrido en nuestra capital, en la misma diócesis que fue de Rouco Varela, que levantó multitudes en defensa de la familia y de la vida.
Hoy, en cambio, su sucesor abre las puertas a la ideología que más frontalmente combate la ley natural y el Evangelio.

No nos engañemos: Cobo no improvisa. Cada palabra en esa carta de saludo está calculada. Habla de “abrir puertas nuevas”, de “caminos de esperanza”, de “entendernos mejor”. Palabras huecas, de manual progresista, que esconden una realidad: la rendición de parte de la jerarquía ante el lobby LGTB. No hay una sola mención al Catecismo, ni a la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad, ni a la
llamada a la conversión. Nada sobre la perversión de la práctica de la sodomia ni sobre sus efectos en el alma y en el cuerpo.
Silencio clamoroso donde debería haber luz y verdad.

Y mientras tanto, los organizadores del evento celebran el “pistoletazo de salida” de una nueva pastoral inclusiva. Cobo sonríe, les recibe en el arzobispado, les da calor, les legitima. Pero cuando toca defender la doctrina, calla. Cuando toca hablar de pecado, calla. Cuando toca proclamar a Cristo como liberador, calla. ¿Y todo para qué? Para ser aplaudido por quienes llevan años socavando a la Iglesia desde dentro.
Aún no sabemos si era el Padre Josete quien presidía la comitiva…

Esto no es “acompañar”. Esto es confundir. Y el problema no es solo Cobo. El problema es la estrategia, alentada desde Roma, de no discernir misericordia y relativismo, acogida con renuncia, diálogo con entrega. El católico de a pie, el que reza, el que educa a sus hijos en la fe, el que resiste a la cultura dominante, se siente abandonado por sus pastores.
Se nos pide que agachemos la cabeza, que aplaudamos como si nada, que aceptemos que la Iglesia de siempre se transforma en una ONG de derechos identitarios.

Cobo ha prendido una mecha. Y lo sabe. Lo que está en juego no es la “inclusión” de unas siglas, sino la fidelidad de la Iglesia a Cristo. Porque una Iglesia que no se atreve a llamar pecado al pecado, ¿de qué sirve? Una Iglesia que busca agradar al mundo en lugar de salvarlo, ¿a quién salva? Una Iglesia que se arrodilla ante la ideología de moda, ¿a quién anuncia?

Seamos claros: la Iglesia no necesita más gestos vacíos ni cartas cargadas de eufemismos. Necesita pastores que hablen alto, que confiesen la fe sin miedo, que den la vida por la verdad. El pueblo fiel está cansado de ambigüedades. Y Madrid, la diócesis del cardenal Cobo, empieza a ser el laboratorio de un experimento que amenaza con vaciar el Evangelio de su contenido.
Cobo ya se comporta como el cardenal “lobo” !

Imagino aquel encuentro de julio en el palacio arzobispal.Monseñor despidiendo a la comitiva y mientras garabateaba algo en el suelo lanzando una mirada condescendiente hacia Josete, con un tono suave pero firme:»id y no pequéis más».

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