La reciente masacre durante una Misa en Minneapolis, en la que un hombre armado mató a dos niños e hirió a otros 14 menores y tres adultos antes de suicidarse, ha vuelto a plantear una cuestión inquietante: ¿están seguras las parroquias católicas en Estados Unidos?
El ataque, ocurrido en apenas dos minutos, dejó al descubierto la vulnerabilidad de los templos católicos, que a diferencia de las escuelas o de otras confesiones cristianas rara vez cuentan con protocolos estrictos de seguridad.
El apostolado Porters of St. Joseph
El portal de National Catholic Register informa que desde hace cinco años, en Arizona funciona un apostolado llamado Porters of St. Joseph (Porteros de San José), fundado por Brian Eaton, policía y converso al catolicismo en 2020. Inspirado en la antigua figura del ostiario —el portero que en la Iglesia primitiva vigilaba las puertas—, el grupo entrena a hombres católicos para proteger a sus parroquias.
Según su fundador, la misión es imitar a San José como protector de la Iglesia y de las familias, combinando una sólida vida espiritual con formación práctica en seguridad. “No podemos quedarnos de brazos cruzados como hombres católicos de fe”, afirma Eaton.
Hoy, el apostolado cuenta con unos 300 miembros en 17 parroquias de Arizona, todos voluntarios que dedican tiempo al entrenamiento y al servicio en sus comunidades.
Formación en seguridad y espiritualidad
Los integrantes de Porters of St. Joseph reciben instrucción en técnicas de desescalada, respuesta a tiradores activos, primeros auxilios y control del estrés en emergencias. En algunos casos, portan desfibriladores y equipos básicos para actuar en situaciones médicas.
Su presencia, discreta pero visible, busca disuadir a posibles agresores y garantizar que sacerdotes y fieles puedan centrarse en la liturgia. En algunas parroquias llevan camisetas con el logo del ministerio, en otras trabajan de incógnito.
Más allá de la seguridad, el grupo mantiene un fuerte componente espiritual: reza el Rosario mensualmente, promueve la consagración a San José y cultiva la fraternidad masculina. “No somos solo guardias de seguridad, somos protectores de las familias y de la Eucaristía”, explica uno de sus miembros.
Propuestas de expertos en seguridad
El debate ha llegado también a expertos como Thomas Mynsberge, exmiembro de la SWAT en Michigan, quien considera urgente que los obispos adopten protocolos de seguridad uniformes. Entre sus sugerencias: cerrar las puertas de la iglesia tras la primera lectura, entrenar a los ujieres para detectar comportamientos sospechosos y reforzar las ventanas con láminas antibalas.
“La Iglesia debe tener un plan de acción y entrenar mentalmente a sus equipos, como hacen las fuerzas de seguridad”, sostiene Mynsberge. A su juicio, un equipo de ujieres bien preparado puede marcar la diferencia en caso de un ataque.
Hombres católicos en primera línea
Los Porters of St. Joseph ya han tenido que intervenir en incidentes concretos: desde personas que intentaron irrumpir en el altar durante la Misa, hasta individuos armados que fueron neutralizados antes de causar un daño mayor.
Para Eaton y sus compañeros, la misión es clara: “Proteger a nuestras familias, a los sacerdotes y al Santísimo Sacramento. No importa en qué barrio estés, las amenazas existen. Nuestro deber es ser los primeros en responder mientras llega la policía”.
El auge de estos apostolados de seguridad, que combinan oración y vigilancia, refleja cómo los católicos en Estados Unidos buscan nuevas formas de custodiar sus templos en un tiempo marcado por la violencia y la incertidumbre.
