En Estados Unidos, Tucker Carlson no es solo un presentador de éxito: es, para millones de votantes conservadores, la voz más influyente de la televisión y las redes, con una audiencia que en gran parte coincide con la base electoral de Donald Trump. Su agenda, sus invitados y sus líneas editoriales marcan el pulso de un sector político que en los últimos años ha mostrado un apoyo casi incondicional a Israel. Por eso, la reciente entrevista de Carlson a la Madre Agapia Stephanopoulos no es un episodio más en su programa, sino un acontecimiento que abre una grieta en uno de los pilares del relato conservador americano.
Una voz desde dentro de Tierra Santa
Madre Agapia, monja ortodoxa estadounidense que vive en Tierra Santa desde 1996, lleva casi tres décadas sirviendo a comunidades cristianas palestinas. En la entrevista, denunció cómo estas comunidades sufren restricciones de movimiento, confiscaciones de tierras y un lento pero constante vaciamiento demográfico en la tierra misma de Cristo. Relató el caso concreto de un hogar para niños cristianos cuyas tierras fueron expropiadas y absorbidas por el muro de separación.
Lejos de limitarse a datos fríos, habló como testigo y como parte de una Iglesia viva que ve cómo sus fieles son desplazados y sus obras, reducidas.
El golpe al “Christian Zionism”
El momento clave llegó cuando Madre Agapia criticó abiertamente el “Christian Zionism”, una corriente teológica muy popular entre evangélicos y que, en la práctica, ha reforzado la alianza política entre el conservadurismo americano y el Estado de Israel. Según la religiosa, este movimiento prioriza una interpretación profética y geopolítica —como la reconstrucción del Templo de Jerusalén— sobre la defensa de los cristianos locales que sufren las consecuencias de la ocupación y las tensiones.
Su mensaje cuestiona el dogma político que durante décadas ha sido casi incuestionable en los medios conservadores: que cualquier crítica a las políticas de Israel es inadmisible, incluso si proviene de cristianos que viven sobre el terreno.
Un cambio de guion en el ecosistema Trump-Carlson
La importancia de esta entrevista radica en que ocurre dentro del círculo mediático más próximo a Donald Trump. Tucker Carlson, que ha sido su aliado comunicativo más eficaz, ha abierto su plataforma a una voz que no se alinea con el relato sionista tradicional. Esto sugiere que ciertos sectores del conservadurismo están dispuestos a replantear —o al menos a escuchar cuestionamientos sobre— su postura hacia Israel, en un contexto global en el que la política exterior y la defensa de los cristianos perseguidos empiezan a cruzarse en el debate público.
Para millones de estadounidenses que ven en Carlson una referencia, escuchar a una religiosa norteamericana, hermana además de un periodista de la élite mediática progresista como George Stephanopoulos, contar estas historias en primera persona supone un choque cognitivo: no es una voz “lejana” o “hostil”, sino alguien de dentro de la fe cristiana y de la propia cultura americana.
Reacciones y divisiones
Las reacciones fueron inmediatas. Parte del público conservador la vio como una advertencia necesaria: si no se defienden los derechos y la presencia de los cristianos palestinos, la tierra de Jesús quedará sin cristianos. Otros, sin embargo, reaccionaron con dureza, acusándola de alinearse con narrativas “anti-Israel”. Incluso figuras políticas como el senador Ted Cruz criticaron sus declaraciones, confirmando que el tema está cargado de dinamita política.
Por qué es clave para el lector católico
Para el lector católico, esta entrevista no es solo una anécdota mediática. Supone que el altavoz más potente del conservadurismo trumpista ha permitido que una voz religiosa exponga una realidad incómoda: que el apoyo incondicional a Israel, sin matices, puede pasar por alto a los hermanos en la fe que viven allí. Y que la fidelidad al Evangelio implica defender a esos cristianos, aunque ello obligue a cuestionar alianzas políticas.
