Fernando Vidal, sociólogo, director de la Cátedra Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia Comillas y colaborador habitual en medios como Vida Nueva o Alfa y Omega, ha decidido pasar del comentario pastoral a la agitación política. Y no con poca contundencia: en su último mensaje en redes sociales ha pedido abiertamente la desaparición de VOX, acusando al partido de querer expulsar a todos los inmigrantes —incluidos niños— del país.
Su mensaje, más propio de una barricada ideológica que de una cátedra universitaria con nombre pontificio, rezuma una mezcla de alarmismo interesado, tergiversación grosera y —sobre todo— una pulsión autoritaria que asoma sin complejos. No es una crítica. Es una amenaza envuelta en retórica compasiva. El problema, claro, es que lo hace desde una institución oficial de la Iglesia, con respaldo académico y altavoz privilegiado en el mundo eclesial.
Lo que dijo Rocío de Meer (y lo que Vidal fingió entender)
El tuit de Vidal responde a unas declaraciones de la diputada de VOX Rocío de Meer, en las que señaló que el 15 % de los residentes en España no han nacido aquí y añadió que su partido propone, como siempre ha dicho, la repatriación de inmigrantes ilegales y de quienes hayan cometido delitos. Esta posición ha sido reiterada innumerables veces por VOX en su programa, intervenciones parlamentarias y documentación pública. Nadie medianamente informado puede alegar desconocimiento.
Pero Vidal opta por otra vía. Decide fingir que no entiende lo obvio. Mezcla una declaración con contenido limitado a la ilegalidad o la delincuencia con una fantasía de limpieza étnica. Y no porque lo crea —porque no lo cree—, sino porque el impacto emocional de su versión es mucho más rentable. ¿Quién se resiste a jugar al salvador de inocentes si eso permite tachar a millones de votantes de monstruos?
El miedo como herramienta política. Aunque sea contra los inmigrantes
Lo más llamativo es que Vidal no está denunciando a VOX ante sus simpatizantes. Lo hace ante los propios inmigrantes. Es un mensaje dirigido a ellos, cargado de pánico ficticio, diseñado para inducir temor: “os quieren echar a todos, incluidos vuestros hijos”. Es una mentira deliberada, construida con todos los recursos emocionales posibles, que no busca proteger sino manipular.
Poco le importa si algún migrante que vive legalmente, trabaja, educa a sus hijos o participa en la vida de su comunidad lee su mensaje y cree que corre peligro. Si hay que agitar el miedo para provocar reacción, se hace. Si hay que pintar un escenario inverosímil con tal de movilizar voto o militancia, adelante. El sufrimiento real no cuenta más que el relato.
El evangelio del bulo: prohibir, depurar, repartir carnets
Pero el cierre del mensaje es aún más revelador. “Hay que lograr que este partido desaparezca.” No basta con disentir, ni con criticar. Hay que eliminar. Borrar. Extirpar del sistema democrático a quien piensa distinto. Si millones de españoles votan a VOX, pues peor para ellos. Es la democracia según Fernando Vidal: pluralidad sí, pero sólo si todos votan bien.
Que alguien con un cargo en una cátedra pontificia, financiada y respaldada por una institución eclesial, se atreva a lanzar semejante afirmación, debería alarmar a cualquiera.
Caridad selectiva y silencio cómplice
Por supuesto, al Sr. Vidal no parece inquietarle que el efecto llamada —alimentado por ese mismo discurso buenista y sin matices— provoque tragedias humanas, mafias de tráfico, desarraigo y frustración. Tampoco se inmuta cuando los inmigrantes reales, los que no caben en su foto de samaritano oficial, acaban explotados o invisibles. Eso no mancha su relato. Lo que sí le molesta es que alguien —un partido legal, millones de españoles— proponga algo tan obvio como repatriar a sus países de origen a ilegales y delincuentes.
Y así se cierra el círculo: se siembra miedo entre los inmigrantes, se manipula el mensaje político, se criminaliza al disidente y, de paso, se hace desde un púlpito eclesial con aire beatífico.
