Los ya célebres ‘Romeo y Julieta’ del IOR o banco vaticano ya están en la calle por haberse casado contra las normas de la institución, que prohíbe que trabajen en ella marido y mujer. Pero no van a aceptar la decisión y han decidido apelar.
Es una historia vieja como el mundo: chico conoce chica, se enamoran, quieren casarse pero algo se interpone entre los dos. Tan vieja es que se cuenta que el santo patrón de los enamorados, San Valentín, lo es porque el emperador romano prohibía a sus tropas casarse y el santo las casaba en secreto. Pero, en este caso, la aparición de un San Valentín es más que improbable, porque quien ha despedido a la pareja por contraer matrimonio es ni más ni menos que el banco vaticano, el Instituto para las Obras de Religión.
Son las normas: el instituto financiero prohíbe que trabajen matrimonios en él, así que los enamorados tenían que elegir entre la ruptura o el despido, y eligieron el despido… De momento, porque están dispuestos a llevar a los tribunales al IOR para recuperar su empleo.
El IOR notificó el lunes a la pareja de empleados la «terminación inmediata de la relación laboral, invitándoles a abandonar su puesto de trabajo sin demora», según su abogada, Laura Sgró. Pero la norma que prohíbe la contratación de cónyuges es nueva, posterior al compromiso de los recién casados. El objetivo de la norma es evitar conflictos de intereses y garantizar la imparcialidad en sus operaciones. «La formación de una pareja casada entre los empleados es, de hecho, flagrantemente contradictoria con la normativa vigente en el instituto, cuyo objetivo principal es evitar el riesgo reputacional de acusaciones por relaciones familiares y, en consecuencia, garantizar un trato imparcial entre los empleados», ha afirmado en un comunicado.
El caso se resolverá en el Tribunal de la Santa Sede y su desenlace podría sentar un precedente en la política laboral del Vaticano. La pareja se casó el pasado 31 de agosto y a pesar de los intentos de mediación de la Asociación de Empleados Laicos del Vaticano (ADLV), con más de 600 miembros, y de su petición de ayuda al papa Francisco, el IOR finalmente les ha despedido.
La nueva normativa prevé la terminación del contrato de trabajo 30 días después de la celebración del matrimonio, a menos que uno de los dos cónyuges decida renunciar voluntariamente al empleo, una posibilidad que los recién casados no contemplaban. El IOR, explica la abogada de los empleados, también les ha instado a «devolver inmediatamente sus tarjetas de acceso al Estado de la Ciudad del Vaticano y a sus familiares si los hubiera, así como sus tarjetas de crédito y de débito vinculadas a sus respectivas cuentas corrientes».
Inmediatamente después de ser recibida, Sgrò impugnó la notificación de despido, «considerándolo nulo, ilegítimo y gravemente lesivo de los derechos fundamentales de las personas y de los trabajadores y, por tanto, carente de todo efecto».
Pero el Estado Vaticano es una monarquía absoluta en la que la palabra del soberano es la última ley, así que han decidido apelar al Papa, algo que han hecho solicitando una dispensa. No está la vida para perder un empleo tan codiciado.