Mientras en toda Europa Occidental la fe atraviesa una crisis en apariencia terminal, en Suecia, la muy laicista y progresista Suecia, el catolicismo está experimentando una verdadera primavera de crecimiento.
Suecia ha sido país pionero en todas las tendencias progresistas, desde la locura climática al transgenderismo, pasando por el furor multicultural y, por supuesto, la descristianización acelerada. Quizá por eso también está siendo una de las sociedades occidentales que primero está reaccionando a las desastrosas consecuencias de esas políticas. E incluso en el terreno de la fe parece ir a la contra con respecto a los países de su entorno.
Lo cuenta el Götteborgs-Posten en un artículo sobre el que llama la atención el imprescindible bloguero detrás de Secretum Meum Mihi. Cuenta Posten que en la última década, algo más de 20.000 nuevos católicos se han unido a la Iglesia, que ahora cuenta con unos 130.000 miembros.
El diario sueco establece una comparativa de la tendencia en Suecia y Alemania, señalando que mientras la Iglesia en Alemania se hunde (perdió el año pasado 400.000 miembros), la segunda crece, debido principalmente a la inmigración, pero también a algunas conversiones: en los últimos diez años, alrededor de un centenar de personas se han convertido al catolicismo cada año.
Mientras que en décadas pasadas eran principalmente los adultos luteranos los que se convertían al catolicismo, ahora son los jóvenes los que se convierten, quienes a menudo no provienen de un entorno religioso. Los números están creciendo y los ingresos para la Iglesia están creciendo (1% de los impuestos) y la necesidad de espacio, también.
Varios periódicos suecos han prestado atención a la Iglesia y a su cardenal, a raíz de un artículo del periódico francés Le Figaro que, hace unos meses, señalaba a Anders Arborelius como uno de los candidatos más interesantes para suceder al actual Papa Francisco, siendo popular tanto en círculos conservadores como progresistas.