Katholisch.de, el órgano oficioso del episcopado alemán, no quiere dejar pasar el ataque anticristiano de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París. Pero no para criticarlo, sino para criticar a los cristianos que lo han criticado.
Ya hablábamos el otro día de cómo el órgano oficioso de los obispos alemanes, Katholisch.de, por boca de uno de sus redactores, ridiculizaba a los católicos que se han sentido ofendidos por la parodia de Última Cena representada en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París, incluyendo episcopados enteros como el francés. Pero parece que no están dispuestos a dejar pasar el asunto sin defender, como empieza a ser deplorablemente común en grandes sectores de la Iglesia, a quienes atacan la fe.
Así, informan ahora de que el presidente del consejo asesor para las víctimas de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK), Johannes Norpoth, ha criticado la indignación de la Iglesia por la ceremonia inaugural.
Para Norpoth, los obispos críticos parecen no entender nada: «No sólo han abandonado ya el marco de la proporcionalidad, sino que, dada la ocasión, simplemente se exponen al ridículo», escribe en el portal «kirche-und-leben».
Norpoth, mezclando peras con manzanas, añade que las víctimas de la violencia sexual agradecerían una ola de indignación así dirigida contra los abusos en la iglesia, como si no la hubiera habido. «Los obispos que ahora hablan así empiezan a hacer el tonto otra vez”, dice. “De su lenguaje tajante solo queda un montón de vergonzosas palabras vacías».
«Hay al menos una cosa más, un trastorno de la percepción muy específicamente católico: en demasiados lugares se ponen de relieve superficialidades e incluso trivialidades, oscureciendo así la visión de los problemas que realmente amenazan la existencia y las perspectivas necesarias para resolverlos». Las críticas a los Juegos Olímpicos lo demuestran claramente, concluye.
Un momento, que hay más: una entrevista con un experto en arte, Jens Burk, para que diga, naturalmente, que la representación de Leonardo da Vinci de esta escena bíblica está presente para casi todo el mundo, pero no todas las comidas son una última cena. Hay que tener una cabeza muy germánica para seguir diciendo eso cuando los organizadores de la ceremonia, en algo remotamente parecido a una disculpa, han reconocido que trataban de parodiar la Última Cena.