Jesuita de Mallorca denunciado por abusos reconoce relaciones «superficiales» con una mujer pero consentidas

Juzgados Mallorca

Uno de los jesuitas denunciado por agresiones sexuales a una mujer en Mallorca ha reconocido este lunes que mantuvo relaciones con la víctima, aunque superficiales y siendo ella mayor de edad.

El hombre declaró ayer lunes 21 de julio por videoconferencia en el Juzgado de Instrucción número 5 de Palma y se ha limitado a contestar a las preguntas de su abogado y de la jueza.

El sacerdote jesuita denunciado ha admitido que mantuvo relaciones con la mujer, pero sin penetración y a partir del año 1988, cuando la víctima habría cumplido ya la mayoría de edad.

Con todo, podría haber contradicciones entre las declaraciones ofrecidas este lunes en el juzgado y las expuestas en el proceso eclesiástico, en las que el jesuita comentó que las relaciones las mantuvo en 1986, cuando la víctima tenía 16 años.

La denuncia la presentó ante la Guardia Civil una mujer, de 54 años y con discapacidad. Lo hizo después de un proceso eclesiástico contra un sacerdote mallorquín, que fue apartado por parte del Obispado.

Este sacerdote fue el primero en declarar en el Juzgado de Instrucción 5 de Palma, reconociendo también relaciones con la víctima, pero defendiendo que fueron siempre consentidas y siendo ella adulta.

En declaraciones previas del jesuita, tanto en el proceso eclesiástico penal (mayo de 2021) como ante el Tribunal de la Rota (julio de 2022), a las que ha tenido acceso Europa Press, el sacerdote recuerda que la primera vez que tuvo un encuentro «más íntimo» con la víctima «pudo ser en abril o mayo de 1986», y no en 1988 como ha afirmado este lunes.

Señala también que conoció a la denunciante, a la que describe como una persona «muy cerrada» y «tremendamente tímida», cuando tenía «16 o 17 años» y que las relaciones pudieron empezar cuando ella tenía «17 o 18».

En el marco de estas declaraciones, el jesuita describe varios encuentros en los que habla de felaciones, besos y tocamientos, afirmando que su «único límite» era el acto sexual y que nunca pensó que estaba yendo «más allá de lo que se esperaba de un sacerdote».

«Nunca pensé que estaba yendo más allá de lo que se esperaba de un sacerdote, de un jesuita. No era consciente, era así de infantil. Me faltaba madurez», confesó.

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