El Papa Francisco recibió el lunes a primera hora a la Asociación Internacional de los Periodistas Acreditados ante la Santa Sede.
En su discurso, el Santo Padre destacó que “ser periodista es una vocación, un poco como la de un médico, que elige amar a la humanidad tratando sus enfermedades”. Además, explicó que “en cierto modo, el periodista, que elige tocar las heridas de la sociedad y del mundo. Es una llamada que viene de la juventud y lleva a comprender, a poner de relieve, a contar”.
El Pontífice enfatizó la necesidad que existe de “saber y de contar, por una parte, y cuánta necesidad de cultivar un amor incondicional a la verdad, por otra”. El Obispo de Roma les agradeció no solo por lo que escriben y transmiten, sino también por la perseverancia y paciencia al seguir día tras día las noticias que llegan de la Santa Sede y de la Iglesia, “relatando una institución que trasciende el ‘aquí y ahora’, y nuestras propias vidas”. Y citó a San Pablo VI, quien en un discurso a los representantes de la prensa italiana y extranjera el 29 de junio de 1963 afirmó: «Hay simpatía, estima y confianza por lo que son y por lo que hacen».
El Papa también aprovechó su presencia ante los periodistas para pedirles perdón “por las veces que las noticias que me preocupan de diversos modos los han alejado de sus familias, de jugar con sus hijos”. Esto, para el Papa, es “muy importante” y, por tal motivo, reveló que, cuando confiesa, pregunta a los padres: “¿Usted juega con sus hijos?”. “Es una de las cosas que un papá y una mamá debe hacer, siempre, jugar con los hijos, y también le quita del tiempo para pasar con los maridos o esposas”. La realidad es que la Santa Sede se ha acostumbrado a dar algunas noticias de gran calado durante los fines de semana, como por ejemplo el nombramiento de Víctor Manuel Fernández o la destitución del obispo Strickland.
Siguiendo con su discurso, «¿quién es el vaticanista?”, se preguntó Su Santidad, y respondió a esta interrogante tomando prestadas las palabras de uno de los periodistas, que recientemente cumplió ochenta años y ha viajado mucho con los Papas. Hablando de su trabajo, como vaticanista, lo describió como “un trabajo rápido hasta lo despiadado, el doble de incómodo cuando se aplica a un tema elevado como la Iglesia, que los medios comerciales llevan inevitablemente a su nivel […] de mercado». “En tantos años de vaticanismo -añadió- he aprendido el arte de buscar y contar historias de vida, que es una forma de amar al hombre […]. He aprendido la humildad. Me he acercado a muchos hombres de Dios que me han ayudado a creer y a seguir siendo humano. Por tanto, solo puedo animar a quienes quieran aventurarse en esta especialización periodística”.
El Papa también quiso agradecer a los vaticanistas «la delicadeza que tantas veces tienen al hablar de los escándalos de la Iglesia» refiriéndose al respeto a las víctimas y al «silencio» lleno de vergüenza sobre los detalles más escabrosos: «Gracias, gracias por esta actitud cuando tienen que hablar de escándalos», aunque aún permanezca en la cabeza de muchos eclesiásticos la mentalidad de encubrir sea lo que sea.
“La belleza de su trabajo en torno a Pedro es la de fundarlo sobre la roca sólida de la responsabilidad en la verdad, no sobre las frágiles arenas de la cháchara y de las lecturas ideológicas; eso radica en no ocultar la realidad y también sus miserias, sin edulcorar las tensiones, pero al mismo tiempo sin hacer clamor innecesario, sino esforzándose por captar lo esencial, a la luz de la naturaleza de la Iglesia. Cuánto bien hace esto al Pueblo de Dios, a la gente más sencilla, a la propia Iglesia, a la que aún le queda camino por recorrer para comunicar mejor: con el testimonio, antes que con las palabras”, dijo el Papa a los periodistas.