La infiltración en la Iglesia de las sociedades secretas y el modernismo

La infiltración en la Iglesia de las sociedades secretas y el modernismo

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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Infiltración de Taylor R. Marshall. La Iglesia ha padecido las acometidas de numerosos enemigos a lo largo de su historia. La mayor parte de ellos han tratado de dañarla desde fuera con persecuciones, difamaciones y ataques de diversa índole, pero el enemigo que hoy la fustiga ha aprendido de los errores pasados y, por eso, la va erosionando desde dentro.

Infiltración narra este cambio de estrategia de los enemigos de la religión católica, urdido a fuego lento durante los últimos dos siglos. Desde el advenimiento de la modernidad, que trajo consigo la Ilustración y las revoluciones, las logias masónicas han ido poco a poco infiltrándose en la Iglesia con la finalidad de destruirlo. El proceso ha sido gradual; sus frutos comenzaron a recogerse en el siglo XX, con la elección de papas afines a ideas progresistas y con las reformas emanadas del Concilio Vaticano II. Hoy, ante la atónita mirada de muchos católicos, los frutos de este plan son más visibles que nunca.

La infiltración en la Iglesia de las sociedades secretas y el modernismo

Tres años después de la visión del papa León XIII de los demonios reuniéndose en Roma, se erigía en la ciudad, en Campo de’ Fiori, una estatua de Giordano Bruno. Este era un fraile dominico que, públicamente, predicó y negó las doctrinas católicas sobre la Santísima Trinidad, la divinidad de Cristo, la virginidad de María, la transubstanciación eucarística y la eternidad del infierno. Según parece, también enseñaba el panteísmo, la reencarnación y defendía que todas las religiones conducen a la divinidad. Bruno fue condenado por el Santo Oficio y ejecutado en el año 1600. Fueron los masones los que erigieron la estatua de Bruno en Roma como insignia de su falsa filosofía y su ambición de poder sobre la Roma papal.

El papa León XIII se pronunció contra «la erección de la estatua del conocido apóstata de Nola» en su encíclica de 1890 Dall’alto dell’Apostolico, afirmando que ello era «obra de los masones» y «un insulto al papado». La estatua era un símbolo teológico de la Alta Vendita: dejad que sean los sacerdotes católicos quienes planten la semilla de los ideales masónicos. Los escritores de la Alta Vendita querían, llegado el caso, elegir a un papa al modo de Giordano Bruno de Nola: panteísta, naturalista, relativista y universalista. La Alta Vendita esperaba un papa que enseñase, de modo firme y sin hacer concesiones, que la pluralidad y la diversidad de religiones son expresión de la sabiduría y de la divina voluntad de Dios, que creó a todos los seres humanos. Pero costaría más de un siglo lograrlo.

El papa León XIII murió en 1903 tras haber publicado ochenta y ocho encíclicas, incluyendo doce sobre el rosario y cuatro contra la masonería. Tras su Misa de Réquiem, sesenta y dos de los sesenta y cuatro cardenales vivos se encontraron en Roma para elegir al sucesor de san Pedro. De los dos ausentes, uno se encontraba enfermo y el otro todavía estaba viajando desde Australia. El papa León XIII había vivido tanto que sólo uno de los cardenales había votado en la elección papal previa.

El candidate favorito para el papado era el cardenal siciliano Mariano Rampolla. El cardenal Rampolla, como León XIII, aprobó la Tercera República Francesa y toleró el republicanismo. Por esta razón el cardenal Rampolla había sido uno de los favoritos de León XIII y su aparente sucesor. El recuento de la primera votación otorgó veintinueve votos a Rampolla, dieciséis votos a Girolamo María Gotti y diez votos a Giuseppe Sarto. El número de votos requeridos para la elección de un papa era, en aquel momento, de cuarenta y dos. El atasco entre esos tres candidatos requeriría un candidato de compromiso.

Tras tres votaciones, el cardenal polaco Jan Puzyna de Kosielsko, de Cracovia, hizo público el veto imperial del emperador Francisco José de Austria contra la elección del cardenal Rampolla. Este movimiento obstaculizó oficialmente la elección de Rampolla para el papado. El veto imperial, o ius exclusivae (derecho de exclusión), era un privilegio otorgado a los emperadores cristianos para excluir a un cardenal de ser elegido papa. Este derecho de exclusión imperial ha sido utilizado al menos diez veces desde 1644. El privilegio se remonta a los emperadores romanos de Oriente. Por ejemplo, cuando el papa Pelagio II murió a causa de la peste el 7 de febrero del año 590, el clero de Roma eligió poco después como papa a Gregorio Magno. Sin embargo, tras la elección papal hubo un tiempo de demora en su instalación en Roma mientras llegaba la iussio (aprobación) del emperador de Constantinopla. Una vez recibida la aprobación imperial, el papa Gregorio se instaló como obispo de Roma el 3 de septiembre del 590, tras un interregnum papal de siete meses.

Este equilibrio entre el emperador y el papa existía con los emperadores cristianos bizantinos del siglo VII y continuó con los emperadores del Sacro Imperio Romano en Occidente. Hacia 1903 el derecho al veto papal pertenecía al emperador Francisco José de Austria, que lo ejerció contra el cardenal Rampolla. Furioso por este acto de intromisión imperial, el cardenal Rampolla lo denunció como «una afrenta a la dignidad de este Sagrado colegio». Los cardenales que apoyaban a Rampolla desafiaron el veto imperial y, en la siguiente votación, veintinueve votaron por él; pero las tornas cambiaron y se invirtieron las posiciones con veintiún votos para Sarto y nueve parta Gotti. Los cardenales comenzaron a darse cuenta de que, con la fragilidad del papado, sin los Estados Pontificios y en un mundo cada vez más secularizado, necesitarían la ayuda del emperador Francisco José. Poco a Poco los votos en favor del cardenal Sarto fueron aumentando: en la quinta votación iba en cabeza y ganó la elección papal en la séptima votación con cincuenta votos, ocho más de los cuarenta y dos requeridos inicialmente. En un primer momento Sarto declinó el cargo; pero tras ser presionado por los cardenales aceptó la elección.

El cardenal Giuseppe Melchiore Sarto (1835-1914) tomó como nombre Pío X, como señal de que su pontificado continuaría las rígidas políticas que su predecesor, el papa Pío IX, había iniciado. El papa Pío X dio su primera bendición papal Urbi et orbi mirando hacia el interior de la Basílica de San Pedro, dando la espalda a la secularizada ciudad de Roma. Este acto simbolizaba su oposición a la Italia secular que regía sobre Roma y su demanda de la devolución de los Estados Pontificios. Seis meses después promulgó una constitución apostólica con la que prohibía definitivamente el veto imperial en la elección papal e imponía la excomunión automática para cualquier monarca que tratase de imponer un veto en un cónclave.

Un dato menos conocido es que fue el papa Pío X, y no Juan Pablo II, el primer papa étnicamente polaco, sus padres eran inmigrantes polacos en Italia. Era el segundo de diez hijos y creció muy pobre. Estudió latín con el párroco y recibió la tonsura clerical con quince años, de tal forma que pudo continuar su formación en el seminario y recibir la ordenación sacerdotal.

Cuando tenía veintitrés años, Sarto fue ordenado sacerdote. A la edad de cuarenta y nueve años fue nombrado obispo de Mantua por León XIII y consagrado por el cardenal Lucido Parocchi, el obispo Pietro Rota y el obispo Giovanni María Berengo. Recibió la dispensa papal al no poseer el doctorado. En 1983, nel papa León XIII le nombró cardenal y patriarca de Venecia a la edad de cincuenta y ocho años. Diez años más tarde, sería elegido papa.

El papa Pío X era un hombre de doctrina impecable y santidad personal. Tras su muerte, durante el proceso de canonización, el nombrado como «abogado del diablo», que estaba encargado de descubrir cualquier cosa reprensible de su vida, sólo pudo presentar dos «faltas» conocidas de Pío X: fumaba un cigarrillo al día y, a veces, su misa lecta diaria duraba menos de veinticinco minutos. Estos eran los únicos argumentos en contra de su canonización.

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Este fragmento ha sido extraído del libro Infiltración (2019) de Taylor R. Marshall, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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