
José Sánchez, emérito de Sigüenza-Guadalajara, tiene en la actualidad 82 años. Fue secretario de la CEE y yo le tengo por uno de los peores obispos de esta lista. Está desaparecido, creo que prestando servicios sacerdotales en pueblos de su diócesis natal, lo que está muy bien, y pienso que nadie le echa de menos.
Castellanos es un agustino emérito de Palencia que dejó arrasada una diócesis que era vivero fertilísimo de vocaciones seculares, regulares y misioneras y que hoy es un erial sobre el que sigue ejerciendo su malévola influencia. Le han sucedido ya cinco obispos y aquello sigue como si hubieran arrojado sal sobre la tierra. El quinto, además, es de su línea en un enorme error vaticano. Castellanos fue nombrado obispo en 1978, tal vez el último español de Pablo VI, con 43 años y a los 56, disconforme con lo nuevos aires vaticanos, renunció a su diócesis. Ha seguido muy activo pero gracias a Dios en Bolivia aunque su sombra, mala, siga proyectándose sobre Palencia. Tiene 82 años
Ceballos, emérito de Cádiz, es una buenísima persona con resabios de malos años anteriores en nuestro episcopado. Si fue obispo de escaso fuste hoy es un total desaparecido a quien una imputación, o investigación, judicial le debe estar amargando estos días. Lo lamento mucho porque no se merece ese mal trago que espero y deseo que no quede en nada. Tiene 81 años.
Carmelo Borobia, también de 81 años, era obispo de Tarazona cuando una enfermedad le disminuyó sus facultades. No se resignó a ser obispo emérito y el hoy cardenal Cañizares, verdadero refugium pecatorum, inutilorum y enfermorum, le recibió como obispo auxiliar de Toledo. Hoy está desaparecido en Zaragoza aunque alguna vez le veamos con mitra en algún acto eclesial junto al titular de la diócesis. Buena persona y de escaso fuste episcopal. A mí me cae simpático y algunas de sus salidas, pintorescas, también.
Rafael Palmero, con 80 años, hechura de Don Marcelo, fue un muy digno obispo como auxiliar de Toledo, en Palencia y en Orihuela-Alicante. Aunque tampoco figura de relumbrón. Está hoy también muy apagado.
El cardenal Rouco, también de 80 años, fue una gran figura de la Iglesia española y dejó a su archidiócesis madrileña a leguas por encima de como la recibió. Será de los pocos de esta lista que va a figurar en los libros de historia eclesiástica. Sigue muy activo y con el reconocimiento de muchos y el odio de algunos. Si analizamos críticas y alabanzas el cardenal arzobispo emérito de Madrid queda extraordinariamente bien. Tiene un record que seguramente no le va a arrebatar nadie en bastantes años. El de haber sido cuatro trienios presidente de la Conferencia Episcopal. Por algo le votarían sus hermanos en el Episcopado. Cierto que es mucho más fácil la actividad postemérita de un cardenal de la S.R.I. que la de un obispo de una diócesis poco importante. Y que al cardenalato suelen llegar, con excepciones, personas de más carisma que a un pequeño obispado. Pero lo de seguir prestando servicios a la Iglesia creo que depende más de la voluntad de los eméritos que del color de los capisayos. Y a muchos, rojos o morados, no se les ha visto la menor voluntad.
Tiene 79 años el cardenal Sistach, arzobispo emérito de Barcelona. Se ha escrito muchísimo sobre él, también yo, y a ello me remito. Me parece también que está siendo, y va a ser más, de los desaparecidos.
Milián, emérito de Barbastro-Monzón, hijo del Yanero, con 77 años, creo que fue un digno y desapercibido obispo. Del que apenas se va a hablar. Y exagero con el apenas.
Por Ángel Rubio, emérito de Segovia, también de 77 años, confieso que también tengo faible. Me parece una bellísima persona, cercano a todos, sencillo, cordial… Retirado a Toledo es el segundo auxiliar de la diócesis dispuesto siempre a todo y con un corazón volcado. Qué suerte la de Don Braulio con dos auxiliares como los que tiene. Uno por derecho propio y el otro porque ahí está. Para lo que haga falta. Siempre con su sonrisa y su total disponibilidad. Es un emérito activísimo. Como lo debían ser todos mientras sus fuerzas se lo permitan. Y Don Ángel tiene muchas. Somos quintos y ahí estamos. Don Ángel unos meses mayor que yo. Si me leyera, que hasta es posible, y si no algún toledano se lo dirá, le quiero pedir un regalo. Me encantaría tener una fotografía suya, con su bendición, en mi cubículo de trabajo. No iba a estar en mala compañía. Amigos a los que me gusta verles y por los que todos los días rezo. Y que por supuesto todos son secreto del sumario. En mi pared y en mi corazón.
Piris, emérito de Lérida, también de 77 años, me pareció siempre otro error. Uno de esos valencianos trasplantados a Cataluña y que casi todos dieron muy mal resultado. El complejo de Estocolmo les perdió. Y seguramente tampoco había nada notable en ellos. Su actitud con los bienes aragoneses me pareció absolutamente lamentable. Y mucho más supeditado a la Generalitat que al mismo Vaticano. Otro desaparecido sin que lo lamente nadie. Y creo que debo hacer mención a un abogado de apellido Español, meritorísimo en el empeño y en sus saberes jurídicos, que ha conseguido hacer de un latrocinio una reclamación de todo Aragón.
Ciuraneta, emérito también de Lérida, hoy así mismo con 77 años, fue el gran culpable del enorme problema de los bienes de la Franja perdida. Era un buen sacerdote pero sus afanes catalanistas y de apropiarse de lo ajeno le perdieron. Y le hicieron imposible como obispo. Una enfermedad degenerativa, entonces todavía incipiente, le llevó a la renuncia, voluntaria o impuesta, hace ya más de diez años. Desde entonces está desaparecido
García Aracil, arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, fue uno de los numerosos valencianos llegados al arzobispado en un overbooking incomprensible. Por el número y por la calidad de no pocos. Ha pasado a la nada de la que nunca debió salir. Tiene también 77 años. Pues, ni está, ni se le espera.
Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos, tiene 76 años. Obispo discreto y buena persona pero me parece que también desaparecido en su tierra natal. Lo que no quiere decir que allí no diga misa, celebre una boda o supla al titular en algún acto en el que no pueda estar.
Camilo Lorenzo, emérito de Astorga. En su caso problemas de salud seguro que le impiden actividades eméritas. También buena persona y discreto obispo. Sin alharacas.
Del Hoyo, emérito de Jaén tras su paso por Cuenca, de 76 años, va a ser, seguro, otro emérito inexistente.
Algora, emérito de Ciudad Real. también de 76 años, fue una reliquia, ya casi arqueológica, de aquella recua nefasta que tanto hizo por descristianizar a España. Con el agravante de que Ciudad Real ha padecido a dos ejusdem fúrfuris: Torija y él. Si me dieran a elegir me quedaría con Torija. Estoy seguro de que también estará desaparecido.
Cierra la nómina el arzobispo emérito de Zaragoza Manuel Ureña. De sólo 72 años. Su defenestración podría dar lugar a una película policiaca. De buenos, malos y malísimos. Uno piensa que el arzobispo esta ente los primeros pero con errores graves. Aledaños de todo están incluso en los tribunales. Con importantes personalidades eclesiásticas concernidas. Ya se verá, o no llegará a verse, en qué queda todo. Naturalmente Ureña, personalidad antaño desbordante, está ahora inexistente. Bueno sería enterarnos de todo lo que ocurrió. Y de la intervención, la que sea, de los intervinientes. Cardenales, arzobispos, padres de la Compañía de Jesús, sacerdotes diocesanos…
Os he dejado la nómina de nuestros obispos eméritos. Lástima que haya tantos perdidos.