Morir en olor de santidad

No tengo nada especial sobre los olores. Ni siquiera aunque fueran de santidad. Que personalmente jamás experimenté.

Morir en ese olor, fuera real o recurso literario, era frecuente, en su infrecuencia normal, en los medios del siglo pasado. En los que jamás me encontré con lo que pienso modernismo, sin base alguna, de loor de santidad.

Acabo de leer un libro sobre el ya santo, entonces solo beato, padre Claret (1934), Recuerdos de su persona, en el que se atribuye ese olor, no ese loor, a la gerundesa Inés Ferreróns (pg,128). Días memorables de santos como el de Ars, Bosco o Claret.

Y ya como autoridad, el testimonio del después académico, Eugenio Montes. que concluyó  un memorable artículo en Acción Española sobre el asesinato del Canciller Dollfuss con estas palabras, cito de memoria:

«Murió en olor de multitud  como los héroes y en olor de santidad como los santos»

Corrijan a Montes. Yo no.

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