Misa en la catedral de los Mártires de Paracuellos

El próximo domingo, 15 de noviembre, se celebrará en Paracuellos por el obispo de Alcalá de Henares la misa anual que tiene lugar con toda solemnidad en su catedral de los Mártires. Porque este obispo tiene dos catedrales, la propia, conocida como la Magistral y esta otra, bajo el cielo, al pie de una pequeña colina adornada con una gran cruz blanca y en la que esa catedral es poco más que un inmenso altar. O,  mejor dicho, una inmensa ara que no encierra la reliquia de algún mártir, generalmente desconocido, sino la de muchísimos, con nombre y apellidos, de los que ya casi ciento cincuenta están en los altares. El cementerio de aquel estremecedor holocausto es hoy un recinto de paz en el que la cruces blancas a ras de ese suelo regado con la sangre de miles de personas, desde niños a ancianos, y que los acoge amorosamente hasta el día en que gloriosamente resuciten sus cuerpos para que recubran carnalmente sus almas que llevan ya casi 70 años junto a Dios, cantando sus alabanzas, va a ser el próximo domingo, una vez más, el altar del sacrificio de la Cruz al que ellos se asociaron desde la pequeñez humana pero con un amor cuasi infinito que agradecía el infinito de Dios con los hombres. Es un día glorioso. La muerte de un Dios ya resucitado sobre el ara de sus hijos masacrados y cuyas almas ya están con Él. El muerto en la Cruz recogió, amorosamente a todos los asesinados por Él en las cruces de Paracuellos. No hubo muerto anónimo para Él. Volaban sus almas de Paracuellos al Cielo y las recibía con un abrazo emocionado. Llamando a cada uno por su nombre. Y añadiéndole aquello tan hermoso de siervo bueno y fiel. Ninguno llegó doliéndose de sus heridas. No había el menor dolor sino el gozo infinito del abrazo de Dios. Llegaban todos con sus vestiduras blanquísimas, lavadas en la sangre del Cordero. Pero en su caso, no voy a decir que Omo lava más blanco, la blancura de la sangre de Cristo es infinita, no cabe mejorarla, pero en la de Paracuellos, con la sangre del Calvario había también otra sangre vertida con amor pero ciertamente también con dolor. Ya sé que teológicamente esa pequeñez no es nada ante lo infinito. Pero estoy seguro también de que el Dios infinito, que derramó su sangre por un amor infinito hacia los hombres, se sintió feliz al ver su sangre mezclada con la de tantos hijos suyos que morían porque le amaban. O, mejor dicho, que los mataban porque le amaban. Eso se va a conmemorar un año más en Paracuellos. El obispo celebrará misa en la pequeña capilla, acompañado de los provinciales de tantos religiosos como allí fueron asesinados y luego recorrerá las fosas comunes, las inmensas fosas comunes con el Santísimo en sus manos bendiciendo con Él a todos los que allí murieron, no pocos por Él. Es una liturgia impresionante. Quien no la conozca y pueda asistir me agradecerá la recomendación. Aunque también os advierto que Paracuellos crea adicción. Y monseñor Reig también. Pero también qué desgraciada vida en la que uno no sea adicto a nada. http://www.obispadoalcala.org/noticiasDEF.php?subaction=showfull&id=1447055812&archive=  

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