Barcelona ha vivido un hito histórico y simbólico: la Sagrada Familia, emblema arquitectónico y espiritual de la ciudad, se ha convertido en el edificio más alto de Barcelona, al superar los 154 metros de altura de la Torre Mapfre y el Hotel Arts.
El nuevo récord se ha alcanzado gracias al progreso en la construcción del cimborio de Jesucristo, que ya alcanza los 157 metros de altura. Hasta ahora, el punto más alto del templo era el cimborio de la Virgen María, terminado en 2021 y que se eleva a 138 metros. Con la estructura actual del nuevo cimborio, el templo diseñado por Antoni Gaudí ya corona el cielo de Barcelona con su silueta inconfundible.
Un símbolo espiritual por encima del poder económico
Más allá de la magnitud arquitectónica, el hecho tiene un significado que trasciende los récords urbanísticos. Gaudí diseñó la Sagrada Familia para que su elemento más alto estuviera por debajo de la montaña de Montjuïc, en un gesto de respeto hacia la obra del Creador. Sin embargo, sí quiso que el templo cristiano dominara el perfil urbano como signo de la centralidad de Dios en la vida de la ciudad.
El que el templo haya superado en altura a los rascacielos de oficinas y hoteles construidos en los años noventa no es sólo un logro técnico. Supone una afirmación simbólica: la fe no sólo sigue viva, sino que aún puede alzarse por encima del poder económico y político, tan dominante en el urbanismo contemporáneo.
La torre de Jesucristo, centro del proyecto de Gaudí
La torre de Jesucristo es el elemento central del conjunto arquitectónico, tanto a nivel visual como teológico. Una vez culminada —previsiblemente en 2026, centenario de la muerte de Gaudí— será la torre más alta de una iglesia en todo el mundo.
Este avance subraya que, a pesar de controversias y trabas institucionales, la construcción sigue avanzando según el espíritu original de su arquitecto. El progreso no es sólo una victoria técnica, sino una señal del papel persistente de la tradición cristiana en la historia y la identidad de Cataluña.