Jorge Fernández Díaz, la Virgen María y el falso cura de Kitchen

Jorge Fernández Díaz besando un crucifijo entregado por un sacerdote

Operación Kitchen, un títere disfrazado de sacerdote con un revólver, un intento de secuestro a la familia Bárcenas… y ahora un libro mariano. Sí, es la misma persona.

Jorge Fernández Díaz, exministro del Interior en el Gobierno de Mariano Rajoy, ha regresado a la escena pública. Pero no para dar explicaciones sobre el uso de fondos reservados, ni para asumir responsabilidad por haber encubierto —cuando no dirigido— una red de cloacas del Estado. No. Ahora quiere que lo escuchemos hablar… de la Virgen María.

Ha publicado un libro titulado El tiempo de María, donde con voz dulzona y mirada arrebatada nos explica por qué la Madre de Dios nos visita más ahora que antes, cómo debemos consagrar Rusia, y por qué el rezo del rosario es más eficaz que los drones. Un libro piadoso y sentimental que solo puede provocar incredulidad, si uno recuerda los detalles de su paso por el ministerio.

Porque hablamos del mismo Gobierno que mantuvo la ley del aborto de Zapatero, consolidó el «matrimonio homosexual, impuso la ideología de género en los organismos públicos y renunció a toda batalla cultural en nombre del centrismo de plató.

Y de ese Consejo de Ministros formaba parte Jorge Fernández Díaz. Que ahora venga a presentarse como profeta mariano es algo que raya en lo obsceno.

La mafia que envió a un cura armado a casa de Bárcenas

Miércoles, 23 de octubre de 2013. Calle Príncipe de Vergara, Madrid. Suena el telefonillo. Al otro lado, un supuesto sacerdote asegura venir en nombre del Obispado para entregar unos papeles sobre la situación penitenciaria de Luis Bárcenas.

La empleada del hogar abre la puerta. El hombre —camisa negra, alzacuellos, maletín— se presenta cordial, educado, convincente. Se gana la confianza de Rosalía Iglesias, esposa del extesorero. Le pide que reúnan a todos los miembros de la casa.

Una vez en el salón, el cura charla con todos. Les pregunta cuántos viven allí, qué hacen, cómo llevan la situación. Les observa. Les evalúa. Les estudia. Y entonces, en un gesto teatral, abre el maletín, saca un revólver British Bulldog manipulado para matar, y grita:

¡Se acabó el teatro! ¡Ni soy cura, ni vengo del Obispado, ni tengo nada que ver con Instituciones Penitenciarias! Os mato a los tres si no me dais los documentos que guarda Bárcenas.

El arma no tenía número de serie. Llevaba balas modificadas para asegurar una muerte instantánea. En el maletín había también bridas, cinta adhesiva, guantes, pegamento, una crema limpiadora de plata y un recorte de periódico con el rostro de Bárcenas y el titular: A grandes males, grandes remedios.

Rosalía, su hijo Guillermo y la asistenta fueron mani-atados con violencia. El asaltante se paseaba por la casa, registrando cajones, exigiendo los pendrives. Tocaba objetos personales con las manos desnudas mientras decía: Mira lo que me importa dejar huellas. Estaba seguro de su impunidad. Sabía que tenía respaldo. Iba a cobrar 50.000 euros, de los cuales ya había recibido 10.000.

Las víctimas lograron zafarse como pudieron. Guillermo, con las manos atadas, embistió al agresor de un cabezazo y logró desarmarlo. La asistenta salió corriendo a la calle, descalza, con la pistola en la mano, gritando ¡socorro!. Rosalía pedía auxilio desde el balcón. Finalmente, la policía detuvo al intruso.

Y no: no era un loco. Había sido reclutado por las cloacas del Estado. Tenía contactos con el CNI, historial delictivo internacional, y fue utilizado como peón por el Ministerio del Interior que dirigía… Jorge Fernández Díaz.

Y ahora ese mismo Fernández Díaz, en el vídeo de presentación de su libro, se refiere a la Inmaculada como embajadora plenipotenciaria de Dios. Cita a Juan Pablo II, habla de Garabandal, se emociona al recordar el 13 de julio de 1917. Y pretende que olvidemos el 23 de octubre de 2013.

Tomar el nombre de Dios (y de su Madre) en vano

Que Jorge Fernández Díaz crea en la Virgen es asunto suyo. Que publique libros religiosos, también. Lo que resulta insoportable —e insultante para cualquier católico con memoria— es que use a la Virgen como coartada simbólica, como blanqueador espiritual. Que quiera reescribir su pasado a golpe de rosario y medalla milagrosa.

El segundo mandamiento no es casual: No tomarás el nombre de Dios en vano. Y si usar el nombre de Dios frívolamente es una ofensa a la santidad, invocar a su Madre para ocultar las cloacas es una profanación más grave.