Los obispos que nos ha dejado el 2023

Los obispos que nos ha dejado el 2023

La Comunidad de Lanceros ha despedido con alborozo el 2023, un año que ha terminado con el monumental lío de la Fiducia Supplicans que ha traído más conflicto y división a la Iglesia del que ya había, que no era poco.

En España, exceptuados los aventajados de la sana doctrina, es decir, los obispos Sanz y Munilla, y los obispos que se las dan de progresismo y francisquismo, que es lo mismo, aunque no sabemos si llegan a eso, Almería y Teruel, los demás han cerrado sus boquitas no vaya a ser que se les entienda algo. ¿Dónde está Demetrio por cierto? La “parresía” no parece ser la virtud dominante entre nuestro episcopado. Que se lo digan al cardenal Omella a quien despediremos como se merece el próximo mes de marzo cuando se produzca la renovación de los cargos en la Conferencia Episcopal. Este 2024 será por tanto el año en el que Omella dejará una presidencia más que anodina, dedicada a auspiciar y aupar a sus amigos y a denigrar y relegar a un segundo plano a los contrarios.  

Este 2023 ha sido el año en el que el cardenal Omella, con instrucciones de Roma o sin ellas, que ya se sabe que de Roma viene lo que a Roma va, nos ha dejado los nombramientos de ocho sacerdotes como obispos y la remoción de seis, salvo que se nos haya escapado alguno. Los nombres que han parecido, en términos generales, no parecen ser tan malos como se podía temer con lo que debemos sospechar que se les pasó a los genios de la Comisión de entorpecimiento. Más que aceptables son Gerardo Villalonga, el de Menorca, los auxiliares de Sevilla, Valdivia y León, el de Alcalá, Prieto, demasiado callado para no chamuscarse por la cercanía con Madrid, y el de Palencia, Garciandía. Dejamos a un lado el auxiliar de Barcelona, Abadía, cuyo pecado original está en quien le eligió.  Nombramientos que, salvados los auxiliares, habrá que atribuir no a Omella, ni a la incógnita Cobo, que ya veremos por dónde tira, sino a los buenos oficios del Nuncio monseñor Auza, a quien no vamos a elogiar no vaya a ser que se utilice en su contra. 

Después están los nombramientos de Jesús Rico en Ávila, un nombre que Omella se sacó de la manga y que ni fu, ni fa, al que hay que añadir el mercedario Roselló, del que no sabemos si tiene algo que decir, más allá de la pastoral penitenciaria. De momento no parece haberse enterado de que ha habido cambios en la alcaldía de Pamplona. Suponemos que fueron elegidos para que tener asegurados los votos del partido Cobo, que es el partido que Omella le ha dejado en herencia para la próxima Asamblea Plenaria y para poco más.  

Respecto a las promociones, Prieto ha pasado de auxiliar a arzobispo en Santiago, lo mismo que Cobo en Madrid, salvando las distancias y los tamaños, que en el caso de la altura física no es mucha en ambos casos. Sólo la física no la química. Sergi Gordo ha dejado la tutela de Omella y se ha ido a Tortosa, lo que le puede dar más libertad. Ha llegado a España Carballo, para los amigos Chámame Pepe, a la espera de que se compliquen algunas cosillas suyas de épocas pretéritas. Un valenciano se ha ido a Santander, Ros, con el aplauso del recién llegado como arzobispo que quería dejar el espacio libre para elegir a los suyos, a sus próximos auxiliares, se entiende, y Ruiz-Martorell también se escapa de la zona de influencia directa de Omella y aterriza en Sigüenza-Guadalajara, que es como ir a un balneario.  

Para las próximas semanas se espera el nombramiento del nuevo obispo de Segovia en el que ya se ha empeñado a fondo Cobo, que también quiere sumar los votos en marzo de sus nuevos auxiliares, por lo que está presionando al máximo para que se los den cuanto antes, que llega marzo y son necesarios esos votos. Lo que ocurre es que uno de sus elegidos parece tener alguna objeción doctrinal. Aunque eso ya no es problema, objeción doctrinal de fondo tienen hasta los documentos que vienen del Dicasterio de la Doctrina de la fe. 

Diego Lanzas

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